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Landerretche y una candidatura presidencial: “Me atrae el desafío, pero solamente si es que hay condiciones para hacerlo"

Economista PS llama a lograr “pactos estratégicos” en pos de un nuevo modelo de desarrollo para Chile. En los días en que publica el libro “Chacota, la política en la era del populismo”, no descarta una candidatura, incluso a la presidencia: “Me atrae el desafío, pero solamente si es que hay condiciones”.

Por: Rocío Montes | Publicado: Sábado 15 de junio de 2019 a las 04:00 hrs.
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Rodolfo Jara
Rodolfo Jara

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Economista PS, académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile –en cuya torre tiene su oficina–, presidente del directorio de Codelco entre 2014 y 2018, Óscar Landerretche, el jueves presentó su último libro: “Chacota, la política en la era del populismo”.  El mismo día del cambio de gabinete y la encuesta CEP, lo acompañaron 300 personas en el auditorio de su facultad, donde se vendieron los 120 ejemplares disponibles.

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 – ¿Qué le pareció la salida de Valente y la llegada de Fontaine a Economía?

– Son dos personas de pensamiento muy similar. Si se produce alguna diferencia será centralmente en capacidad de gestión, lo que está por verse en el caso de Fontaine. Prefiero evaluar a la gente por su trabajo y no en base a prejuicios. Valente había logrado desplegar una agenda de reformas que podrían tener algún retorno para la agenda pro crecimiento del gobierno, pero no veo por qué tendrían que descontinuarse con Fontaine.

– ¿Cómo será el crecimiento chileno en los próximos años?

– Mediocre. Los pronósticos para el 2019, 2020 y 2021 básicamente están en torno al 3%. Por supuesto, que es mejor que como estábamos creciendo antes, está bien, pero no es lo que había prometido Piñera y tampoco es el tipo de tasa de crecimiento que reflejan una economía que está transformándose y llegando a la frontera mundial.

“Chacota, la política en la era del populismo” es la segunda entrega de una trilogía que arrancó con “Chamullo, lo público en la era de la posverdad”. No adelanta cómo se llamará el tercer libro, aunque reconoce que empezará con “cha” y que tratará sobre un tema distinto a los anteriores. Parte de la generación intermedia que ahora dirige el PS –tiene 46 años–, Landerretche no es tanto un hombre de partido como del mundo de las ideas. Cercano a Ricardo Lagos Escobar –“tengo con él una relación más intelectual que política”, dice– fue el expresidente quien lo empujó por el camino de la escritura. “Los dos grandes mentores que me han impulsado a escribir libros son Lagos y mi papá [el economista Óscar Landerretche Gacitúa]”, cuenta el doctor del MIT.

– Vamos a “Chacota”. ¿Cómo entiende populismo en el libro?.

– Defino populismo como la intersección de dos fenómenos. Uno es la demagogia: el uso de la mentira como un instrumento de la política. Por ejemplo, cuando se proponen cosas que se sabe que no se pueden cumplir, o cuando se proponen soluciones a problemas que hacen que la población se sienta bien, pero que no solucionan el problema.

– ¿Y el segundo fenómeno?

– El personalismo o cesarismo. Con la depreciación de las instituciones de la democracia –judiciales, regulatorias, electorales–, pierden tanta legitimidad que la población empieza a optar por una figura mesiánica, un líder carismático, un caudillo, que se salta las instituciones y establece una relación directa con “el pueblo”.

– Al hablar de los brotes populistas en la derecha usted se ha referido a José Antonio Kast. ¿En la izquierda observa brotes populistas?

– Sí, también. 

– ¿Dónde? ¿En el Frente Amplio?

– Pero no en todos. Hay una buena mitad del Frente Amplio que es básicamente gente que en el fondo es socialista, pero tiene una peleíta interna. 

 – ¿Que es socialista y todavía no se da cuenta, dice usted?

– Que todavía no se da cuenta o que fueron socialistas. Al observar a muchos de los jóvenes-millennials en el Parlamento, yo lo que veo son jóvenes socialistas. 

 – ¿Boric?

– Sí, socialista. Boric es esencialmente un clásico político joven socialista como los que yo conocí cuando estaba en la universidad. 

– ¿Jackson?

– También. Incluso varios de ellos yo me atrevería a decir que son socialistas democráticos, socialdemócratas.

– ¿Sharp?

– También. Crispi, Javiera Parada, Winter. 

 Landerretche continúa:

–A mí lo que me preocupa es el populismo en mi partido –el PS– y el populismo en estos jóvenes del Frente Amplio que yo considero socialistas y moderados. Los veo a ellos y a dirigentes socialistas y del PPD presionados por la calle, por lo que está de moda, por Twitter, diciendo cosas en las que no creen, pero que tienen buena oreja. No es que ellos sean inherentemente populistas, sino que se ha ido generando un clima en la política que los ha llevado en esa dirección y eso no me gusta.

– Es curioso que en las altas cumbres políticas estén tan crispadas, cuando en el valle no hay movilizaciones ni paros ni grandes huelgas…

– Pero hay malestar y hay insatisfacción, porque si bien no hay crisis y no es que esté viniéndose abajo todo, el chileno promedio no siente que la elite política y empresarial le esté presentando un proyecto país. Cuando yo llegué de vuelta del exilio con mi familia –en los años dorados de crecimiento de Chile, con Aylwin, Frei–, Chile tenía un modelo de crecimiento bien concreto: acuerdos comerciales, exportación de recursos naturales, infraestructura. En paralelo, la promesa de la Concertación era ir expandiendo –paulatina pero sustentablemente y de forma fiscalmente responsable– un sistema de protección social que francamente era inexistente. En Chile había una narrativa de modelo de crecimiento y todo el mundo lo entendía.

– ¿Y eso se acabó?

– Si tú le preguntas a la gente cuál es el modelo de desarrollo de Chile, no te lo saben decir. Y yo me atrevo a decir que tampoco lo sabe el gobierno. Lo único que se sabe decir el empresariado y la derecha es: menos impuestos para las empresas, desregulemos el mercado laboral y desregulemos un poco el tema ambiental. No es un modelo de desarrollo muy creíble ni coherente con lo que la ciudadanía demanda.

 – ¿Así se explica la insatisfacción de la gente?

– La insatisfacción tiene que ver con que los líderes tienen que liderar y, desde mi punto de vista, la clase dirigente chilena no está liderando, no está presentándole un modelo de desarrollo a la ciudadanía. Entonces, es muy natural que la gente sienta cierto grado de insatisfacción. ¿Qué están haciendo estos gallos?

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“Se venció el modelo de desarrollo”

 – Cuando hablaba de este asunto en Twitter y en una columna, decía que las dificultades para crecer responden a un problema estructural…

– Se venció el modelo de desarrollo y, ojo, fue un modelo exitosísimo. Tiene cada vez rendimientos más bajos, muy naturalmente. Es lo que enseñamos en pregrado en el modelo neoclásico de crecimiento. 

– Generó debate en las redes sociales su hipótesis.

– Hubo gente del empresariado que me respondió enojada, porque uno cuestiona a la gente de las elites y se indignan. “¿Cómo es posible que tú digas que Chile tiene una estructura exportadora estancada? No es verdad, mira los salmones, mira los forestales”. Pero les pregunto… ¿desde cuándo estamos con salmones y forestales? ¡Hace como 40 años que forman parte de nuestras estructuras! La elite chilena es tan próspera, se ha beneficiado tanto, se siente tan ganadora con este proceso exitoso –que lo fue–, que se resiste a darse cuenta de que el modelo ya no rinde y que tienes que evolucionar no para destruir lo anterior, sino que para hacer algo nuevo sobre la base de lo anterior.

– ¿Qué países lo han logrado?

– ¿Países relativamente pobres, que pasaron a clase media y que después dan el salto al desarrollo? Irlanda, Finlandia, Corea, Taiwán, Turquía…

 – ¿Cómo lo hicieron?

– Con pactos público-privados, con partnerships entre los grandes sectores empresariales, el Estado, los sindicatos, las comunidades. 

 – ¿Debe convocar el gobierno?

– Inevitablemente, es el gobierno el que debe convocar a un pacto de este tipo. Y estoy hablando de pactos muy directos. De que el Estado se siente con el grupo Luksic, el grupo Matte, con Latam y les diga: “Ustedes, grandes empresarios, que han hecho mucha plata y estoy seguro que son empresarios patriotas, saben que tenemos que dar un siguiente paso. Pero ustedes están enfrentando incertidumbres regulatorias y tributarias que no les permiten dar ese paso. Hagamos lo siguiente: yo les resuelvo las incertidumbres a cambio de que ustedes hagan una apuesta estratégica para el país y se jueguen por una cosa más avanzada que nos lleve a la frontera tecnológica y económica del mundo, que genere buenos empleos, etcétera”. El problema que cuando digo esto, van a entrar en pánico los liberales de derecha…

 – Por el papel del Estado.

– Porque encuentran que cada vez que el Estado toma una visión estratégica, es como el comunismo. Pero primero es importante que se den cuenta que los países que han hecho esto son países democráticos, occidentales: Corea, Singapur, Irlanda, Finlandia… ¿de qué países de izquierda estamos hablando? Ninguno.

– ¿Cuáles serían las apuestas estratégicas para un país como Chile?

– En el caso de Chile, la más importante probablemente podría estar en el tema solar, de la revolución eléctrica y de electro movilidad, de las baterías. Otra área en que yo creo que Chile tiene muy bajas probabilidades de fallar: una apuesta brutalmente agresiva para fortalecer nuestro sector de turismo. Esa es una apuesta que podría ser dirigista. Con el sector privado, pero dirigista. Pero, por otro lado, debes tener una apuesta que venga desde la demanda...

– ¿Cómo así?

– Una vez que apostamos por lo solar y el tema turismo, por ejemplo, como Estado digo: "Puede ser que el sector privado me venga a proponer otras cosas que a mí no se me ocurren. Que venga un empresario y quiera apostar a la robótica de tal tipo o al software no sé cuánto". Entonces, ahí lo que tú tienes que tener es un mecanismo que impida que esa ventanilla se convierta en una forma de capturar el Estado. Por ejemplo, si se contemplan rebajas tributarias y condiciones especiales regulatorias para empresas que hagan apuestas estratégicas y tecnológicas de avanzada, se debería establecer un límite. Para que no se convierta en un forado tipo FUT, en que todo el mundo está innovando, pero es mentira.

 – ¿En qué se topa para echar a andar algo como lo que propone?

– Existen dos problemas. El primero es institucional. Las instituciones claves del Estado para hacer esto, hace mucho que no lo hacen o nunca lo han hecho. La Corfo es una institución clave. Uno podría hablar de Conicyt, ProChile, Indap, BancoEstado…

– ¿Y el segundo problema?

– El problema político. Todos estos pactos estratégicos requieren cosas que son difíciles de presentar a Twitter y eso es terrible para los políticos. Yo le digo a la gente de izquierda que los países que han hecho este tipo de pactos lo hacen –lo siento– con las grandes empresas. Las pymes tienen un rol, está bien, pero estas grandes apuestas de desarrollo estratégico se deberían hacer con los Luksic, los Matte, los Cueto.

 – “Pactos entre la elite”, dirían…

– “Pactos entre la elite, el partido del orden, horroroso”. Ese es un problema muy grave porque quizás el único mecanismo que han usado países en una situación como la nuestra para dar el paso final hacia el desarrollo está impedido porque es sujeto de sospecha política. Para la izquierda, cualquier cosa que tú hagas con los grandes empresarios es una cuestión prácticamente criminal. Para la derecha, si tú haces algo con el Estado eso comunismo, dirigismo, picking the winners, política industrial de los años 50. Son terribles los prejuicios que hay en la izquierda y la derecha.

– ¿Habrá una opción intermedia?

– Para una abrumadora mayoría de los chilenos, necesitamos avanzar hacia un país más próspero, crecer, ser más ricos, tener mayor nivel de vida. Pero, al mismo tiempo, esas mismas personas quieren que seamos un país más igualitario, más justo, menos discriminador contra las mujeres, contra los mapuches. Quieren que seamos un país ambientalmente más sustentable, que tengamos más espacios verdes, más tiempo libre.

La mayoría de Chile quiere ese balance que ofreció la Concertación, en su época. Y hasta que la centroizquierda no vuelva a constituir ese balance, creo que no va a gobernar. La mayoría de los chilenos no está en una postura como terminemos con el capitalismo, olvídense.

– ¿Y ha pensado usted en asumir un papel de mayor protagonismo político?

– No lo he pensado, aunque últimamente, que han tenido impacto las columnas y libros que estoy haciendo, han aparecido voces que me han pedido o me han sugerido tomar ciertos roles. Yo, en general, en abstracto, obviamente estoy disponible para asumir esos roles. Eso sí, hay una cosa que no voy a hacer: no soy como estos políticos que es tal su nivel de hambre por hacerse del poder que, aunque no tengan ni un respaldo, se lanzan a unas carreras presidenciales medias absurdas. Yo no tengo ese hambre.

– ¿En qué caso se la jugaría?

– Solamente me jugaría por una opción política-electoral si es que veo que a partir de mi trabajo intelectual, a partir de que yo he logrado con mis ideas convencer a un segmento importante de personas, efectivamente hay condiciones para algo realista.

– ¿A qué se refiere con una apuesta política-electoral?

– A cualquier cosa electoral.

 – ¿Incluso a la presidencia?

– Cualquier cosa. Pero para eso tendría que haber una masa crítica. No me voy a jugar por algo que creo que es simplemente un ejercicio de vanidad, eso no lo voy a hacer. Para ser más directo aún: las personas que creen que yo puedo jugar ese rol lo que deben hacer es generar las condiciones para que sea razonable que yo juegue ese rol. Además hay un punto: para una campaña de cualquier tipo, parlamentaria o presidencial, con el tipo de condiciones que yo le pondría al sistema político relativo a garantías de probidad y de orígenes de las platas, por ejemplo, en cinco minutos estaríamos fuera. 

 – ¿Pero le gustaría o no emprender un desafío político-electoral como la presidencia u otro?

– Yo creo que sí, me inquieta. Me atrae el desafío, pero solamente si es que hay condiciones para hacerlo.

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