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Los orígenes económicos de la oleada del populismo

La característica definitiva del populismo es su división del mundo entre la gente virtuosa por un lado y las élites corruptas y la amenaza de quienes vienen desde fuera por otro.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 28 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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¿Por qué ha crecido el atractivo de las ideas populistas en los países de Occidente? ¿Es un fenómeno temporal? Tras el Brexit y la elección de Donald Trump, el hundimiento del apoyo de los partidos políticos tradicionales en Francia y el crecimiento del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, sin mencionar el surgimiento del populismo autoritario en Europa central y del este, estas son preguntas importantes.

Primero que todo, ¿qué es un populista? La característica definitiva del populismo es su división del mundo entre la gente virtuosa por un lado y las élites corruptas y la amenaza de quienes vienen desde fuera por otro. Los populistas desconfían de las instituciones, especialmente las que constriñen la “voluntad popular”, como las cortes, los medios independientes, la burocracia o las reglas fiscales o monetarias. Los populistas rechazan a los expertos reconocidos. También sospechan de los mercados abiertos y el libre comercio.

Los populistas de derecha creen que ciertas etnias son “el pueblo” e identifican a los extranjeros como el enemigo. Son nacionalistas económicos y apoyan los valores sociales tradicionales. Muchas veces ponen su confianza en líderes carismáticos. Los populistas de izquierda identifican a los trabajadores como “el pueblo” y a los ricos como el enemigo. También creen en que el Estado sea dueño de la propiedad.

¿Por qué este grupo de ideas se ha vuelto más potente? Ronald Inglehart, de la Universidad de Michigan, y Pippa Norris, de la Escuela Kennedy de Harvard, argumentan que la reacción de los hombres blancos y menos educados contra el cambio cultural, incluyendo la inmigración, explica mejor el crecimiento del populismo que la inseguridad económica.

Eso es en parte verdad, pero no por completo. Los fenómenos culturales y económicos están interrelacionados. Este estudio considera a la inmigración como un cambio cultural. Pero también puede ser razonablemente visto como uno económico. Más importante, el estudio no se pregunta qué ha cambiado recientemente. La respuesta es la crisis financiera y los shocks económicos que resultaron de ella. Éstos no sólo tuvieron grandes costos. También dañaron la confianza en –y, por tanto, la legitimidad de– las élites financieras y políticas. Estos emperadores resultaron estar desnudos.

Esta, sugiero, es la razón por la que Trump es presidente en EEUU y los británicos escogieron el Brexit. El cambio cultural y el declive económico de las clases trabajadores aumentaron la desafección. Pero la crisis financiera abrió la puerta al auge populista.

Indicadores de cambio

Para evaluar esto, he acumulado los indicadores de cambio económico de largo plazo y la crisis para las economías del G7 y España. Los indicadores de largo plazo incluyen la pérdida de trabajos manufactureros, la globalización de las cadenas de suministro, inmigración, desigualdad, desempleo y la participación en la fuerza laboral. Los indicadores de desarrollo postcrisis incluyen desempleo, austeridad fiscal, ingresos reales per cápita y crédito del sector privado.

Las cuatro economías más negativamente afectadas en el largo plazo fueron (en ese orden) Italia, España, el Reino Unido y EEUU. Tras la crisis, los más afectados negativamente fueron España, EEUU, Italia y el Reino Unido. Alemania fue la menos afectada por la crisis, con Canadá y Japón acercándose.

No es sorprendente, entonces, que Canadá, Alemania y Japón han sido bastante inmunes a la aparición postcrisis del populismo, mientras EEUU, el Reino Unido, Italia y España lo han sido menos, aunque los últimos dos han tenido mayor éxito en contenerla.

Así, el crecimiento del populismo es comprensible. Pero también es peligroso, muchas veces incluso para quienes lo apoyan. Como destaca un reporte reciente del Grupo Consejero Económico Europeo, el populismo puede llevar a políticas fuertemente irresponsables.

El impacto de Hugo Chávez en Venezuela es un ejemplo aleccionador. En su peor momento, puede destruir las instituciones independientes, obstruir la paz civil, promover la xenofobia y llevar a la dictadura. La democracia estable es incompatible con una creencia de que ciudadanos son “enemigos del pueblo”. Debemos reconocer y hacer frente a la ira que causa el populismo. Pero el populismo es un enemigo del buen gobierno e, incluso, de la democracia.

Podemos contarnos a nosotros mismos una historia consoladora sobre el futuro. La agitación política que experimentan una serie de grandes democracias occidentales es en parte otro legado de la crisis financiera. A medida que las economías se recuperan y el golpe se debilita, la ira y desesperación que causó también podría desaparecer. Mientras pasa el tiempo, la confianza podría volver a las instituciones esenciales para el funcionamiento de las democracias, como las legislaturas, las burocracias, cortes, la prensa y hasta los políticos. Los banqueros podrían incluso llegar a ser populares.

Obstáculos

Pero este optimismo se enfrenta a dos grandes obstáculos. El primero es que los resultados de las locuras políticas pasadas todavía deben presentarse. El divorcio del Reino Unido de la UE aún es un proceso con resultados inconmensurables. Así, también, es la elección del presidente Trump. El fin del liderazgo estadounidense es un evento potencialmente devastador.

El segundo es que algunas de las fuentes de fragilidad, culturales y económicas, a largo plazo –incluyendo la pronunciada desigualdad y la baja participación en la fuerza laboral por parte de los trabajadores en edad de máximo rendimiento en EEUU– todavía están presentes en la actualidad. Del mismo modo, continúan las presiones para una inmigración sostenida y elevada. No menos importante, es la probabilidad de que también aumenten las presiones fiscales provocadas por el envejecimiento. Por todas estas razones, es extremadamente posible que la ola de la ira populista se mantenga.

De ser así, quienes desean oponerse a la creciente oleada del populismo tienen que enfrentarse a sus simplificaciones y mentiras, como lo hizo Emmanuel Macron en Francia. Como él bien lo comprende, también hay que abordar directamente las preocupaciones que la explican. Las ansiedades culturales son relativamente inmunes a las políticas, excepto sobre la inmigración. Pero las ansiedades económicas pueden y deben ser abordadas. Por supuesto, los políticos también pueden hacer lo contrario. Eso es lo que está sucediendo en EEUU. Eso no acabará con la oleada populista, sino que la promoverá. Sin duda alguna, ésta es la intención.

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