Padre Hugo Tagle

Y al final, la luz

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 30 de marzo de 2015 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Nos ha llovido sobre mojado, en el sentido más literal del término. Incendios en el sur, amago de irrupción volcánica, temblor fuerte en el norte (en otro país sería terremoto), inundaciones en ¡el desierto más árido del mundo! y las consecuentes avalanchas, barro y crecidas de ríos. Las imágenes que llegan de Copiapó, Chañaral, Diego de Almagro, son dantescas. Si bien sabemos de tragedias naturales, da la impresión que cada una de ellas fuese la primera. Las imágenes nos hablan de aflicción, impotencia, vulnerabilidad. Junto con lamentar la pérdida de vidas humanas, hay que agradecer los espontáneos signos de solidaridad que han brotado en todas partes.


Felicito aquí a las Fuerzas Armadas y de Orden, a Bomberos de Chile, a decenas de voluntarios que han dejado el pellejo ayudando a compatriotas que lo perdieron todo. En estas tragedias, brota lo mejor del ser humano; esa veta solidaria que a veces tenemos dormida pero que se revitaliza ante el sufrimiento de otro.
¡Ni el piso lo tenemos seguro! Si somos un país sísmico y volcánico, ahora deberemos añadir lo de sufrir inundaciones por precipitaciones intempestivas.


Estas tragedias, tanto en el norte como en el sur, dejan en evidencia la fragilidad de nuestra infraestructura vial, de las redes de apoyo y la débil capacidad de respuesta efectiva. Tenemos mucho que aprender. Ojalá las autoridades competentes saquen lecciones y podamos abordar próximos eventos con mayor energía y eficiencia.


Los cristianos celebramos la semana santa, que termina en la Resurrección del Señor. La cruz y el dolor son difíciles de comprender pero, a partir de Cristo, el dolor adquiere su verdadero significado. Él sigue sufriendo en medio nuestro. No estamos solos. El Dios de los cristianos es un Dios que conoce, comprende y vive el dolor de sus hijos. Pero ¿por qué tanta inestabilidad? ¿No nos pudo regalar una tierra más segura?


La fragilidad de la naturaleza nos recuerda nuestra dependencia de Dios y el íntimo vínculo que nos une tanto a Él como a los demás. El otro no es un extraño, menos un enemigo: es un hermano, sobre todo si sufre, si se encuentra solo o desamparado. Ante las calamidades, muchos de nuestros problemas cotidianos se relativizan o disminuyen de tamaño. No hay derecho a ahogarse en un vaso de agua, cuando se ve a otros sufrir mucho más.


Tras la muerte, tras el dolor, no hay una pared. La vida no termina en un callejón sin salida: hay luz y esperanza. Que tras la semana santa se note ese renuevo de esperanza y luz. En cada uno está la posibilidad que ello ocurra.

Lo más leído