Elección en Perú: un reto de gobernabilidad

l cierre de esta edición anoche, el candidato Pedro Castillo se imponía por un muy estrecho margen sobre Keiko Fujimori en la segunda vuelta de la elección presidencial peruana. Esa diferencia de unos pocos miles de sufragios -en comicios donde participó un 76% del electorado- es en sí misma expresión de una sociedad que parece políticamente muy fragmentada y dividida, en la que las dos mayorías ganadoras en primera vuelta apenas alcanzaron el 19% (Castillo) y 13% (Fujimori) de las preferencias, entre casi una veintena de candidaturas.

El hecho de que los competidores de la segunda representaran propuestas políticas tan distintas -en un claro eje ideológico de izquierda y derecha- polarizó inevitablemente el balotaje, a lo cual contribuyeron las campañas de ambos candidatos, fuertemente centradas en presentarlos como virtualmente antagónicos. Sería esperable que el nuevo Presidente electo asumiera como primera tarea dar por superada esa lógica, pues no debe olvidar que su mandato descansa en una mínima diferencia de votos: hablarle a la mitad de los peruanos que no marcó por él parece prioritario.

Más aun cuando, en la mirada de una mayoría de analistas, la gobernabilidad será su principal desafío. Como lo hubiera sido también para su rival, en caso de haber ganado, ya que la crisis política por la que atraviesa Perú antecede a los dos candidatos enfrentados ayer. Con cuatro mandatarios en cinco años, una seguidilla de escándalos de corrupción pública y privada en distintas esferas de la vida nacional, y una relación profundamente deteriorada entre el Ejecutivo y el Congreso en los últimos años, el país enfrenta riesgos para su salud democrática.

Lo anterior se hace aun más complejo en un contexto de pandemia y aguda crisis económica como el actual. Tanto en materia de gestión política como de gobernanza efectiva, entonces, quien dirija Perú a partir de ahora -al igual que el resto de sus instituciones- tiene ante sí un tremendo esfuerzo de gobernabilidad.