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Democracia en México está en peligro

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En las elecciones presidenciales de México de 1988, el conteo oficial se detuvo después de que los primeros resultados mostraron que el candidato de la oposición estaba ganando, supuestamente debido a un mal funcionamiento de la computadora. Cuando se reanudó el conteo, el hombre del partido gobernante —el Partido Revolucionario Institucional (PRI)— fue el ganador. Una reforma integral de la autoridad electoral de México en la década de 1990 envió esas artimañas a los libros de historia. Unas elecciones justas permitieron a la oposición obtener una victoria histórica en 2000, poniendo fin a 71 años de gobierno de un solo partido.

Ahora, el presidente populista de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quiere hacer retroceder el reloj. La semana pasada, el izquierdista utilizó tácticas de mano dura para obtener la aprobación de una ley en el Congreso que recortará el presupuesto del independiente Instituto Nacional Electoral (INE) y debilitará sus poderes de supervisión. Éste fue su segundo intento de neutralizar el instituto, después de que una legislación aún más draconiana fracasó el año pasado.

“López Obrador parece estar decidido a resucitar algunas de las peores tradiciones del PRI. ¿Qué hacer con su asalto a la democracia? Es hora de que los aliados y amigos de México hablen”.

El razonamiento de AMLO para mutilar una de las instituciones más populares y respetadas de México es endeble. Afirma que el presupuesto de US$ 765 millones del organismo es excesivo. Sin embargo, las responsabilidades del INE incluyen la administración de un sistema seguro de tarjeta de identidad nacional para casi 95 millones de personas. López Obrador también alega que el INE es parcial y corrupto. Pero el INE certificó la victoria electoral del presidente en 2018 y desde entonces ha avalado numerosos triunfos de su alianza Morena.

La oposición sospecha que él tiene motivos ocultos. México celebrará elecciones presidenciales y legislativas el próximo año en las que AMLO desea consolidar su dominio político. La reelección presidencial es un tabú centenario en México, por lo que López Obrador elegirá a un sucesor para que se postule bajo los colores del partido gobernante. Quiere a toda costa retener una mayoría en el Congreso y, si es posible, alcanzar el umbral de dos tercios que permite el cambio constitucional. Un instituto electoral complaciente hará su tarea mucho más fácil.

Tales tácticas son familiares en la política mexicana. Durante la mayor parte del siglo XX, fueron dominio exclusivo del PRI, célebremente descrito por el novelista peruano Mario Vargas Llosa como la “dictadura perfecta”.

Ahora AMLO parece estar decidido a resucitar algunas de las peores tradiciones del PRI. El presidente mexicano es preocupantemente intolerante con la oposición política y la cobertura mediática crítica. Ambas, en su opinión, son obra de élites corruptas. Las instituciones independientes como el banco central o la Corte Suprema sólo son apropiadas y respetables si cumplen sus órdenes.

¿Qué hacer con el asalto de López Obrador a la democracia mexicana? La oposición está organizando una protesta masiva y planea impugnar la nueva ley electoral en la Corte Suprema, asediada también por el presidente.

Es hora de que los aliados y amigos de México hablen. La Unión Europea (UE) debe encontrar su voz. Pero aún más importante es la voz de EEUU, el vecino de México y su mayor socio comercial. La administración de Biden ha sido encomiablemente sólida al denunciar el creciente autoritarismo en América Central, pero curiosamente silenciosa sobre el mismo fenómeno en su aliado latinoamericano más importante. Esto debe cambiar.

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