En Argentina hay potencial energético sin explotar
Por: | Publicado: Miércoles 8 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Una revolución energética ha barrido América del Norte en los últimos años, alterando la dinámica de los mercados energéticos mundiales. Ahora, el desarrollo de petróleo y gas no convencionales está cobrando impulso en otros lugares. En mayo, Argentina anunció que se convertiría en el sitio para el primer desarrollo a gran escala de petróleo de un yacimiento no convencional fuera de EEUU y Canadá. Sin embargo, a pesar de su potencial como fuente de energía no convencional, Argentina tendrá que hacer frente a dos grandes problemas.
A principios de este mes de Repsol, una petrolera española, anunció que su filial argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) perforaría 17 nuevos pozos y la fractura de 14 ya existentes este año en Vaca Muerta, una formación de pizarra con contenido de petróleo en la prolífica cuenca de Neuquén. (En el desarrollo de campos de esquisto se usa una técnica no convencional de perforación conocida como “fracking” para desbloquear hidrocarburos previamente inaccesibles en formaciones rocosas a gran profundidad.) El programa demandará más de US$ 250 millones para acceder a recursos estimados de 150 barriles equivalentes de petróleo.
El enorme potencial de recursos no convencionales de Argentina es ampliamente reconocido. No se trata sólo de petróleo. Un informe reciente de la Administración de Información Energética de EEUU muestra que el país tiene 774 billones de pies cúbicos de reservas de gas de esquisto, las terceras más grandes del mundo detrás de China y EEUU. A diferencia de estos dos países, la producción de petróleo y gas en Argentina está estancada: el descubrimiento de recursos no convencionales podría cambiar esta situación.
Mal precio
Se necesita un cambio, dado que la Economist Intelligence Unit prevé que el consumo de electricidad en Argentina crecerá más de 4% anual esta década. Pero para que la pizarra satisfaga la mayor parte de esta nueva demanda, los productores sostienen que las autoridades federales deben hacer frente a dos escollos clave.
Una de las quejas de larga data de la industria es el régimen del país en materia de precios. Los precios del gas se han mantenido muy por debajo de los niveles globales por años, desalentando la inversión. Así, a pesar de sus reservas considerables, Argentina depende de las importaciones procedentes de la vecina Bolivia, además de envíos de gas natural licuado. Los precios del petróleo también se mantienen artificialmente bajos. El precio de la cesta de crudo de Neuquén promedió unos US$ 58 por barril en los tres primeros meses de este año, cerca de la mitad del nivel internacional. Incluso bajo los deprimidos estándares de América Latina, esto es barato: el precio de la cesta de Venezuela fue US$ 90 por barril.
La reforma de precios será especialmente importante para el desarrollo del esquisto, ya que los costos de exploración y producción son sensiblemente más altos que en sitios convencionales. Los pozos de esquisto tienden a ser tres veces más caros de perforar que los normales. (Repsol ha calculado los costos promedio de cada pozo en su campaña actual en US$ 7 millones, en línea con las estimaciones de la industria de EEUU). Las autoridades han tomado algunas medidas, accediendo a mayores precios para la nueva producción y revelando planes para desregular el sector de la distribución. Los líderes del sector se quejan, sin embargo, de que los programas no se están aplicando con suficiente amplitud y rapidez.
Laborando al éxito
El otro gran problema, especialmente visible en las últimas semanas, son las relaciones laborales. Una huelga de un mes de los trabajadores petroleros en la provincia de Santa Cruz provocó una caída de 15% en la producción nacional del producto en abril, las paralizaciones en la misma zona en diciembre tuvieron un impacto aún mayor. Esto dejó a YPF, el mayor productor del país, incapaz de llegar a los niveles necesarios para calificar para precios en las tarifas reguladas más altas.
Estos no son incidentes aislados. Aunque las huelgas recientes tuvieron lugar en el sur del país, la acción industrial es común en toda Argentina. Otros conflictos en los sectores de distribución y refino el mes pasado llevaron a escasez, lo que obligó el cierre de estaciones de servicio en Buenos Aires.
Las empresas de servicios se ven especialmente afectadas por estos conflictos. Muchos contratistas no están dispuestos a aumentar su presencia en el país por temor a tener que soportar tarifas más bajas durante los períodos de conflictos laborales. Esto mantendrá altos los precios de los equipos que operan, por lo que el desarrollo del esquisto en Argentina será más caro de lo que debería.
¿Cuáles son las probabilidades de que estas condiciones mejoren? Al menos el gobierno parece reconocer los problemas. Se ha comprometido a fomentar un mayor diálogo entre reguladores provinciales, empresas y sindicatos para intentar poner fin a la huelga con más rapidez (o evitarlas por completo). En un año electoral, sin embargo, es poco probable que el gobierno populista de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tome una acción decisiva para frenar a los sindicatos políticamente importantes.
Del mismo modo, es improbable que la desregulación de precios dé los resultados buscados por los productores: los líderes de Argentina siguen siendo sensibles a las preocupaciones económicas de un electorado que ya siente los efectos de la inflación (esperamos que la inflación de precios al consumidor promedie más de 10% este año). Hasta las elecciones presidenciales de octubre, al menos, la dirección futura del desarrollo del esquisto en Argentina seguirá siendo incierta.
A principios de este mes de Repsol, una petrolera española, anunció que su filial argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) perforaría 17 nuevos pozos y la fractura de 14 ya existentes este año en Vaca Muerta, una formación de pizarra con contenido de petróleo en la prolífica cuenca de Neuquén. (En el desarrollo de campos de esquisto se usa una técnica no convencional de perforación conocida como “fracking” para desbloquear hidrocarburos previamente inaccesibles en formaciones rocosas a gran profundidad.) El programa demandará más de US$ 250 millones para acceder a recursos estimados de 150 barriles equivalentes de petróleo.
El enorme potencial de recursos no convencionales de Argentina es ampliamente reconocido. No se trata sólo de petróleo. Un informe reciente de la Administración de Información Energética de EEUU muestra que el país tiene 774 billones de pies cúbicos de reservas de gas de esquisto, las terceras más grandes del mundo detrás de China y EEUU. A diferencia de estos dos países, la producción de petróleo y gas en Argentina está estancada: el descubrimiento de recursos no convencionales podría cambiar esta situación.
Mal precio
Se necesita un cambio, dado que la Economist Intelligence Unit prevé que el consumo de electricidad en Argentina crecerá más de 4% anual esta década. Pero para que la pizarra satisfaga la mayor parte de esta nueva demanda, los productores sostienen que las autoridades federales deben hacer frente a dos escollos clave.
Una de las quejas de larga data de la industria es el régimen del país en materia de precios. Los precios del gas se han mantenido muy por debajo de los niveles globales por años, desalentando la inversión. Así, a pesar de sus reservas considerables, Argentina depende de las importaciones procedentes de la vecina Bolivia, además de envíos de gas natural licuado. Los precios del petróleo también se mantienen artificialmente bajos. El precio de la cesta de crudo de Neuquén promedió unos US$ 58 por barril en los tres primeros meses de este año, cerca de la mitad del nivel internacional. Incluso bajo los deprimidos estándares de América Latina, esto es barato: el precio de la cesta de Venezuela fue US$ 90 por barril.
La reforma de precios será especialmente importante para el desarrollo del esquisto, ya que los costos de exploración y producción son sensiblemente más altos que en sitios convencionales. Los pozos de esquisto tienden a ser tres veces más caros de perforar que los normales. (Repsol ha calculado los costos promedio de cada pozo en su campaña actual en US$ 7 millones, en línea con las estimaciones de la industria de EEUU). Las autoridades han tomado algunas medidas, accediendo a mayores precios para la nueva producción y revelando planes para desregular el sector de la distribución. Los líderes del sector se quejan, sin embargo, de que los programas no se están aplicando con suficiente amplitud y rapidez.
Laborando al éxito
El otro gran problema, especialmente visible en las últimas semanas, son las relaciones laborales. Una huelga de un mes de los trabajadores petroleros en la provincia de Santa Cruz provocó una caída de 15% en la producción nacional del producto en abril, las paralizaciones en la misma zona en diciembre tuvieron un impacto aún mayor. Esto dejó a YPF, el mayor productor del país, incapaz de llegar a los niveles necesarios para calificar para precios en las tarifas reguladas más altas.
Estos no son incidentes aislados. Aunque las huelgas recientes tuvieron lugar en el sur del país, la acción industrial es común en toda Argentina. Otros conflictos en los sectores de distribución y refino el mes pasado llevaron a escasez, lo que obligó el cierre de estaciones de servicio en Buenos Aires.
Las empresas de servicios se ven especialmente afectadas por estos conflictos. Muchos contratistas no están dispuestos a aumentar su presencia en el país por temor a tener que soportar tarifas más bajas durante los períodos de conflictos laborales. Esto mantendrá altos los precios de los equipos que operan, por lo que el desarrollo del esquisto en Argentina será más caro de lo que debería.
¿Cuáles son las probabilidades de que estas condiciones mejoren? Al menos el gobierno parece reconocer los problemas. Se ha comprometido a fomentar un mayor diálogo entre reguladores provinciales, empresas y sindicatos para intentar poner fin a la huelga con más rapidez (o evitarlas por completo). En un año electoral, sin embargo, es poco probable que el gobierno populista de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tome una acción decisiva para frenar a los sindicatos políticamente importantes.
Del mismo modo, es improbable que la desregulación de precios dé los resultados buscados por los productores: los líderes de Argentina siguen siendo sensibles a las preocupaciones económicas de un electorado que ya siente los efectos de la inflación (esperamos que la inflación de precios al consumidor promedie más de 10% este año). Hasta las elecciones presidenciales de octubre, al menos, la dirección futura del desarrollo del esquisto en Argentina seguirá siendo incierta.