Periodismo de Soluciones

Rari, el lugar donde las jefas de hogar logran dar un salto económico

Los créditos de un banco comunal y la profesionalización de la actividad artesanal fueron los soportes en los que se apoyaron Carmen Gloria Llancamil y Eliana Carter.

Por: M. Baeza y P. Cuevas / Fotos Julio Castro | Publicado: Lunes 1 de noviembre de 2021 a las 21:30 hrs.
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Fotos: Julio Castro
Fotos: Julio Castro

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Hay un ritmo ajetreado en el minimarket Yoya I. Es viernes por la mañana, vísperas de Fiestas Patrias, y en el almacén de abarrotes ubicado en Federico Errázuriz de la comuna de Cerro Navia, casi en todo momento hay algún camión detenido en la entrada descargando productos. El flujo de clientes es constante, aunque no tan intenso como en las tardes, cuando los vecinos retornan a sus casas desde sus trabajos, comenta su dueña Carmen Gloria Llancamil.

A casi cinco horas de ahí, en Rari -un poblado de la Región del Maule-, vive Eliana Carter Tapia, una de las mujeres que heredó la técnica de la artesanía en crin, una tradición que data de hace más de 500 años, proveniente de los pueblos nativos del centro sur de Chile.

Carmen Gloria y Eliana no se conocen, pero comparten una experiencia: han logrado alejarse de la pobreza, esa que aumentó en el país durante la pandemia. Ambas recorrieron caminos con herramientas reconocidamente eficaces, pero muchas veces difíciles de conseguir: el crédito y la capacitación.

Aquí contamos sus historias.

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Carmen Gloria Llancamil, es parte de las emprendedoras que accede a los microcréditos que ofrece Fondo Esperanza en el esquema de Bancos Comunales, inspirado en el modelo de Grameen Bank,desarrollado por el economista y Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus.

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A pocas cuadras de su negocio en la calle Federico Errázuriz en Cerro Navia está el segundo local de Carmen Gloria Llancamil, que casi dobla en tamaño al primero. Pero su situación no siempre fue así.

Hace 10 años se paseaba vendiendo empanadas, sopaipillas o "en realidad lo que fuera" por las calles del barrio, encarnando, según ella, la "pasta de comerciante" que heredó. Su mamá vendía desayunos en la Feria Lo Valledor.

Siempre trabajó bajo la lógica de que debía duplicar su dinero para hacer crecer su capital: si tenía $ 20 mil, se las ingeniaba para transformarlos en $ 40 mil.

"El fin de semana podías vender un poquito más caro, porque está la familia, toman once, comen rico, entonces a veces no eran solo empanadas, eran completos. De repente también invertía, un día sábado, en pernil. Decía: Ya, tengo esta plata, voy a invertir", cuenta.

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En esa época ganaba unos $ 60 mil a la semana, con lo que su aporte llegó a ser importante para mantener a la familia que completa su marido y su hija: "Con esto pagábamos las deudas, las cuentas, y nos manteníamos con lo que yo vendía".

De acuerdo con la Encuesta Casen 2020, en las familias con jefatura femenina la pobreza subió desde 9,2% (2017) a 11,4%, mientras que en aquellos en que el hombre es el proveedor principal la cifra se incrementó sólo 1,2 puntos porcentuales, ubicándose en 7,6%.

De los 623.886 hogares sumidos en la pobreza, el 60% son liderados por mujeres.

El 81% son mujeres

El primer paso de Carmen Gloria en el crecimiento de sus negocios lo dio en 2011, cuando la invitaron a ser parte de un grupo de emprendedoras de la Fundación Fondo Esperanza.

"Un día nos preguntaron si queríamos participar y sin tanto papeleo me dieron acceso a un crédito", recuerda.

Esta organización funciona con un mecanismo de microcréditos otorgados a través de Bancos Comunales, basado en el modelo de Grameen Bank, desarrollado por el economista y Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus.

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El sistema provee préstamos de pequeños montos a un grupo de vecinas de mínimo 18 personas, que se hacen coavales, lo que implica que si una no paga, las otras deben cubrir la deuda.

El propósito es que se formen redes de apoyo que incentiven el buen comportamiento de pago. Además, se les asesora en el funcionamiento de sus negocios y se les entrega educación financiera.

Si bien el Fondo Esperanza no es exclusivo para mujeres, el 81% de sus beneficiarios lo son, y el 50% del total de emprendedores son jefas de hogar.

El primer crédito al que accedió Carmen Gloria fue por $ 70 mil con pagos divididos en siete cuotas en tres meses. Lo usó para diversificar su oferta de productos. Por ejemplo, en el verano vendía cubos de helado para el calor.

Tiempo después se instaló con un pequeño kiosco en la casa de su mamá, Sonia Guzmán. Ella había planificado tener un mini almacén, pero a sus 73 años ya estaba cansada y prefirió arrendárselo a su hija.

"Empecé con tres kilos de pan y me sobraba", recuerda, y en más de una oportunidad estuvo a punto de tirar la esponja, pero su mamá –a quien hoy le paga $ 400 mil de arriendo por los aproximadamente 30 metros cuadrados- le dejó entre cinco a seis meses gratis para que saliera adelante.

Un día, a pocos metros del local, comenzó la construcción de unos departamentos en la población La Viñita y los obreros empezaron a ir a comprar.

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Fueron subiendo las ventasm, y con ellas, fueron creciendo los montos de los créditos, que funcionan con ciclos, por un máximo de $ 1.390.000. El pago es en cuotas divididas en tres meses, con tasas de interés, que hoy en día están entre 2,3% y 3% mensual.

El gerente de Fondo Esperanza, Mario Pavón, explica que trabajan con emprendimientos que por lo general son muy rentables, pero que suelen quedarse estancados: "Lo difícil, más que cubrir el crédito, es que puedan crecer y escalar", dice.

En el grupo de Carmen Gloria -compuesto actualmente por sus vecinas, su marido y su hermano- en tres oportunidades alguna socia ha caído en el no pago.

"El Fondo está hecho para emprendedoras", dice. "¿Si yo se lo recomendaría a la señora que quiere cambiar la cerámica? La verdad es que no".

Durante la pandemia

Con los microcréditos, Carmen Gloria pasó -hace seis años- del kiosco al primer almacén. Junto con aumentar el tamaño del local, compró máquinas de juegos, empezó a hacer concursos e incrementó el número de productos para fidelizar a su clientela.

Aquí también influyó que su marido y su hermano se unieron a la banca comunitaria, por lo que entre los tres suman y acceden a un monto mayor, evitando hasta el día de hoy recurrir a un banco u otra entidad financiera tradicional.

Además, durante la pandemia subieron las ganancias, cuenta, lo que la ayudó a expandir su negocio. De hecho, la oportunidad para abrir su segundo almacén surgió en 2020. El local era una amasandería, pero el dueño se enfermó de Covid-19 y se cansó. Carmen Gloria le hizo una oferta.

Desde marzo de 2021 ocupa el local, de unos 50 metros cuadrados, por un costo de $ 1.500.000.

Hoy, la emprendedora tiene todo listo para abrir un tercer negocio. Este se ubicará en la comuna de Renca en un espacio de unos 35 metros cuadrados que gestionó por $ 1 millón mensual. De la administración se hará cargo junto a su marido, al igual que como lo hace en los otros dos almacenes. Él se preocupa de los proveedores y el inventario, mientras ella está totalmente enfocada en las ventas y en atraer consumidores.

Según el último Informe de Desempeño Social de Fondo Esperanza, realizado el 2019, un 85% de los clientes de la organización eleva su renta, el 7% de los emprendedores mejora sus condiciones de vivienda tras dos años y el 4% genera nuevos empleos a los tres años.

Hoy, entre los dos almacenes Yoya, hay 12 trabajadoras contratadas que cubren los turnos de atención al público y la caja. Con el nuevo local tiene previsto sumar entre tres a cinco personas: "Esto es una cadena, porque tu trabajo le da a otro. Es increíble lo que tú ayudas en la economía", comenta.

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Eliana Carter, es artesana de Rari especializada en piezas que utilizan el crin como único material para su confección. Esta labor es reconocida como un patrimonio cultural que forma parte
de los Tesoros Vivos de la Humanidad.

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Loicas, camelias, mariposas y figuras humanas son parte de los trabajos que exhibe y comercializa Eliana Carter Tapia a través de las redes sociales que le ayudan a administrar sus hijas de 16 y 25 años, con las que vive en Panimávida, a menos de un kilómetro de Rari, en la Region del Maule.

En canastos de mimbre, la artesana acopia los pelos de caballo, teñidos por ella, que usará para confeccionar minuciosamente sus obras con este único material.

Hoy esta labor que realiza junto a un grupo de artesanas es reconocida como un patrimonio cultural que forma parte de los Tesoros Vivos de la Humanidad, en donde ella, además, destaca con el Sello de Excelencia que le otorgó el Ministerio de las Culturas por su diminuta pieza "La jardinera", que tiene una réplica en el GAM.

"Ahora tengo la posibilidad de pedir lo que yo quiero por mi trabajo", dice al recordar el trayecto que ha recorrido como artesana y jefa de hogar.

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Tesoro Humano Vivo

A principios del 2000, Eliana trabajaba en un kiosco a la vez que sacaba su carrera de Pedagogía. Lo atendía de noviembre a mayo y en el invierno permanecía cerrado. En sus tiempos libres, tejía y vendía sus productos a otras artesanas que lo comercializaban, por lo que al final del día no le quedaba mucho dinero para ella. En aquella época vivía con su mamá, quien la ayudaba con la crianza de su hija mayor.

En 2010, su situación se transformó por completo cuando dos profesionales de Servicio País llegaron al lugar. "Nos juntamos en la sede comunitaria. Ellas dieron una hora y llegó mucha gente. Ahí entre todas comenzamos a conversar", recuerda Eliana.

El propósito de la reunión era incentivarlas a que postularan a Tesoro Humano Vivo, como reconocimiento a esta labor que se ha ido traspasando de generación en generación.

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En esos momentos, cada artesana vendía por su cuenta y no tenían contactos directos para buscar a sus clientes. Con el apoyo de la organización, 19 mujeres se unieron en la Agrupación Artesanas de Rari y comenzaron a comercializar en forma directa con los compradores, lo que rápidamente se vio reflejado en las ganancias.

Eliana afirma que antes de la llegada de Servicio País su principal problema era que estaban "aisladas en todo el sentido de la palabra", tanto entre ellas como con sus potenciales clientes.

En paralelo, la fundación les ofreció capacitaciones, por ejemplo en inglés y computación, junto con ayudarlas a generar una mayor cohesión social.

Instauraron la Fiesta del Crin que desde 2011 se celebra la segunda semana de enero. Se invita a todas las artesanas a exponer y se incluye gastronomía típica y un show artístico. Solo en 2020 se postergó por la pandemia.

Los logros para la agrupación no tardaron en llegar: además de obtener el título de Tesoro Humano Vivo, el 2015 la Unesco le entregó a Rari el distintivo de Ciudad Artesanal del Mundo y, el 2017, recibieron la Denominación de Origen del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi).

"Servicio País nos acompañó un tiempo, después ya teníamos alas propias y tratamos de volar nosotras", dice la artesana.

Hasta 30% de sus ingresos

Cuando terminó su carrera y empezó a trabajar como profesora, la artesanía le entregaba aproximadamente un 5% de sus ingresos mensuales. Para ella, el trabajo con crin representaba un dinero adicional.

Sin embargo, después de la intervención de Servicio País, Eliana cuenta que el aporte de la artesanía se incrementó hasta 20% o 30% de sus ingresos mensuales.

"La estufa la compré el año pasado con mi artesanía. El refrigerador, hace un tiempo, con artesanía. Son cosas que yo antes no podía hacer", cuenta.

La mayor exposición de las obras en crin al resto del mundo no solo le ha significado mejores ganancias, sino que reconocimiento y valoración en el ámbito cultural.

En 2017, Chile fue invitado a la Bienal de Artesanía Contemporánea de París. Ella fue contactada por el diseñador Mauricio Clavero y juntos diseñaron piezas para exponerlas en el evento. Así, en mayo de ese año, la artesana viajó a Europa en representación de la Región del Maule. "Me acuerdo que la niña que nos recibió estaba con una camelia que yo hice", señala Eliana y orgullosa agrega que una de sus figuras quedó en Francia.

Durante los últimos años ha tenido la oportunidad de combinar la pedagogía con la artesanía impartiendo talleres patrocinados por el Ministerio de las Culturas.

Aunque históricamente la artesanía del crin se había reservado solo para las mujeres, Eliana ya no solo se la enseña a las niñas: "Se supone que esta artesanía la hacían las mujeres porque estaban en su casa, entonces para ocupar el tiempo que les quedaba libre entre almuerzo, lavar y todas las labores del hogar, ellas se dedicaban a tejer", por lo que reconoce que costó cambiar la visión machista que había, en especial en Rari.

Recuerda:"Mi hermana tenía un niño y una niña, ella se juntaba con unas amigas a tejer y el niño se aburría. Le empezó a enseñar a tejer y un día el papá le dijo "no poh, eso tú no lo tienes que hacer, eso es cosa de mujeres. Ahora ya se demostró que no".

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