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La ley se debe repensar para el trabajo a distancia

“El principio rector para todas las partes debería ser el de la equivalencia. Las reglas no deberían obligar a los trabajadores descontentos con los nuevos arreglos a seguir trabajando desde casa, ni empujar a aquellos que prefieren el nuevo entorno a regresar en masa a la oficina”.

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Por: Editorial, Financial Times | Publicado: Lunes 23 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Las cuarentenas globales desencadenaron un experimento masivo de trabajo desde casa que parece probable que dure más que la pandemia. Para muchos de los que estaban acostumbrados a la vida en la oficina antes del Covid-19, pasar una parte significativa de las horas de trabajo en la casa parece que se convertirá en la norma.

Eso no es algo malo: si se hace bien, estos arreglos pueden conducir a una fuerza laboral más productiva y feliz. Sin embargo, gran parte de la legislación que rige el trabajo remoto no es adecuada para su propósito. Los planes en Berlín y otras capitales europeas de presionar por nuevas reglas para establecer los términos y condiciones que lo rodean son, por lo tanto, bienvenidos.

Estas reglas no solo proporcionarán la claridad que tanto necesitan las empresas y los empleados; también presentan una oportunidad para actualizar la legislación laboral para representar mejor las realidades del trabajo en el siglo XXI. La pandemia ha catalizado un cambio de larga duración hacia un trabajo más remoto, pero los códigos legales todavía reflejan en gran medida la cultura de oficina de 9 am a 5 pm establecida en el período de postguerra. Sin un replanteamiento fundamental de los estándares, es probable que surjan dolores de cabeza legales en al menos tres áreas.

La primera cubre el entorno físico. Las empresas querrán monitorear la producción, pero existe el riesgo de que al hacerlo se vuelvan excesivamente invasivas. Abundan las historias sobre un auge en los software de seguimiento, ya que las empresas se abastecen de tecnología que les permite observar lo que están haciendo sus trabajadores.

Luego está la cuestión de qué parte debería suministrar el equipo adecuado. Otros países pueden querer seguir el ejemplo de España y decir que los empleadores deben cubrir el costo de equipar las oficinas en casa. ¿Y las ventajas de la vida en la oficina, como las membresías en un gimnasio, los carritos para pasteles y los viajes subvencionados, deberían sustituirse por otras ventajas, como la cobertura de los costos de calefacción, por ejemplo?

Una segunda área profundamente afectada por el advenimiento del teletrabajo masivo es el código tributario, con muchas de las reglas que rigen lo que se puede y no se puede deducir de los costos incurridos con los trabajadores autónomos en mente. Es confuso si estos estándares pueden aplicarse a una sección mucho más amplia de la fuerza laboral.
Las propuestas alemanas se centran en un tercer aspecto: proteger el bienestar de los trabajadores.

Hubertus Heil, el ministro de Trabajo, ha dicho que quiere dar a los empleados el derecho a elegir cuándo trabajar de forma remota y la opción de limitar las horas. Sin embargo, esta idea ha encontrado resistencia por parte de grupos empresariales, que afirman que conducirá a empresas a subcontratar puestos de trabajo en el extranjero.

A los sindicatos también les preocupa que la entrega de la discreción al individuo debilite los convenios colectivos a nivel industrial. En Francia, mientras tanto, una ley aprobada en 2017 limita cuándo se puede esperar que los empleados respondan llamadas telefónicas y correos electrónicos.

El enfoque correcto para regular el trabajo a distancia será uno que reconozca las oportunidades que presenta el progreso tecnológico y al mismo tiempo proteja la cohesión social y económica. Los detalles de lo que eso implicará involucrarán una discusión cuidadosa entre los representantes de las empresas, los trabajadores y los funcionarios públicos. Sin duda es útil que Alemania, donde la relación entre trabajo y capital es mucho más cooperativa que en la mayoría de las otras jurisdicciones, se haya convertido en el punto cero en la configuración de la agenda.

El enfoque correcto bien puede diferir de un país a otro, e incluso dentro de las industrias y empresas individuales. Sin embargo, el principio rector para todas las partes debería ser el de la equivalencia. Las reglas no deberían obligar a los trabajadores descontentos con los nuevos arreglos a seguir trabajando desde casa, ni empujar a aquellos que prefieren el nuevo entorno a regresar en masa a la oficina. Lograr eso es un delicado acto de equilibrio. Pero aquí existe la posibilidad de salir de la crisis con el diseño de nuestras vidas laborales y economías mejoradas.