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Claves para recuperar la inversión

Para efectos de potenciar el crecimiento económico y elevar el bienestar social, se requiere abordar con urgencia políticas, entre otras, que apunten a simplificar la actual estructura tributaria y estimular la inversión de pequeñas empresas, así como reforzar el compromiso con la responsabilidad fiscal y dar un mayor impulso a las concesiones de obras públicas.

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Completaremos un cuarto año de caída en la inversión, lo que no solamente debilita la actividad económica, sino que, más grave aún, compromete la capacidad de crecimiento futura del país. Cabe consignar que la tasa de inversión se ubica hoy en día en torno a un mezquino 21% del PIB, mientras que hace unos pocos años atrás se situaba en 25% del PIB. Esto no es aceptable. Detrás de ello se advierte el fuerte retroceso en la inversión minera, tras la caída en los precios de materias primas.

Pero más significativos han sido los efectos negativos sobre la inversión productiva privada no minera, equivalente al 50% de la inversión total, de los aumentos en impuestos y la eliminación del FUT. Este último factor fue clave, cuando se implementó hace tres décadas para incrementar el ahorro y la inversión de las empresas. Su eliminación ha constituido un golpe importante a los incentivos que prevalecían para invertir. De acuerdo a estimaciones empíricas, los cambios tributarios implementados van a llevar en equilibrio a una inversión productiva privada no minera en torno a 8% por debajo del valor que se habría registrado en otra circunstancia. Se suma a ello el deterioro en la confianza y las dificultades en los procesos de aprobación para nuevos proyectos.

El objetivo de cambiar este panorama requiere, entonces, despejar primero las incertidumbres y fortalecer la confianza. Para esos efectos, es fundamental que el próximo gobierno establezca como foco central de sus políticas estimular el crecimiento y la inversión. La evidencia empírica es contundente en mostrar que esa es la forma más efectiva para reducir la pobreza, dado el mayor dinamismo que genera en el mercado laboral, y elevar el bienestar de la sociedad.

Del lado tributario, es clave simplificar la actual estructura. En esa línea, sería un buen estímulo para la inversión establecer un sistema completamente integrado. Es cierto que ello lleva a una tasa impositiva neta algo más baja, pero al mismo tiempo estimula la inversión y el crecimiento. Pareciera que restablecer el FUT no tiene piso político suficiente, aun cuando aparece como la mejor opción. En ese caso, entonces, es importante implementar estímulos tributarios para pequeñas empresas, de forma de volver a encantarlas con los beneficios de nuevas inversiones, que eleven su productividad y competitividad global.

El aumento de la inversión pública en los últimos años ha logrado moderar la caída en la inversión total. Sin embargo, como bien sabemos, las finanzas públicas se han ido deteriorando de forma significativa en los últimos años. Hacia fin de 2017, la deuda pública llegará a aproximadamente un 25% del PIB, un indicador que si bien aún es bajo en comparación al registro de otras economías, da cuenta de un aumento acelerado en los últimos años. De ahí la preocupación por una eventual rebaja en la clasificación de riesgo de Chile.

En este ámbito, y a la luz de las próximas elecciones presidenciales, es importante que los candidatos reafirmen con mucha fuerza su compromiso con la responsabilidad fiscal, un atributo clave para el desarrollo de nuestra economía. En particular, en los programas de gobierno debería formalizarse un plan para converger hacia un equilibrio en el balance fiscal estructural en un plazo relativamente breve. Esto permite acceder a financiamiento más barato que, de paso, eleva la competitividad de nuevos emprendimientos. Por consiguiente, no se ve mayor espacio para un aumento significativo de la inversión pública.

En materia de infraestructura, es clave reactivar las concesiones de obras públicas. Desde hace algunos años se advierte un rezago en esta materia, lo que atenta contra la competitividad de nuestra economía. Carreteras de primer nivel, puertos modernos y mejor infraestructura hospitalaria y educacional, son claves para aspirar a ser un país desarrollado. Debemos, por tanto, enfrentar estos desafíos con urgencia de forma de potenciar el bienestar social.

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