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Alejandro Guillier y Sebastián Piñera entran a la cancha

El senador intenta instalar un discurso de centro, mientras el expresidente se prepara para anunciar la fórmula con la que pretende separar los negocios de la política, su mayor debilidad.

Por: Rocío Montes | Publicado: Lunes 24 de abril de 2017 a las 04:00 hrs.
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Con el panorama menos difuso en la Nueva Mayoría luego del retiro de competencia del expresidente Ricardo Lagos, comienza la verdadera carrera presidencial chilena con miras a las elecciones del 19 de noviembre. El tablero político a la luz de los acontecimientos se ha configurado de una manera que, a menos de siete meses de las elecciones, nadie duda en que el candidato del oficialismo será finalmente el senador Alejandro Guillier. Lo más probable, no elegido mediante primarias, que difícilmente se lleguen a realizar, pero apoyado por cuatro de los partidos de la Nueva Mayoría: los radicales y los socialistas, que han sellado su respaldo, y por el PPD y los comunistas, que lo harían en las próximas semanas. La DC sigue siendo un misterio hasta el 29 de abril, pero parece complejo que finalmente no terminen plegándose a Guillier y renunciando a llegar a la primera vuelta. Como prueba de que el Parlamento finalmente marca el destino de las presidenciales, los candidatos a diputados y senadores democratacristianos no parecen dispuestos a llegar a noviembre de la mano de una candidata, Carolina Goic, con bajísimo apoyo ciudadano. Ninguno quiere hacer campaña con la fotografía de una presidenciable impopular.

Por lo tanto, a diferencia de lo que había augurado el ministro del Interior, Mario Fernández, que señaló en octubre que la presidencial se definiría entre Lagos y Piñera, la competencia sería entre Guillier y Piñera. Ambos con perfiles distintos, con fortalezas y debilidades diferentes, son las cabezas de lanza de dos proyectos políticos enfrentados que convertirán a estas elecciones, probablemente, en las de mayor relevancia desde la llegada de la democracia por lo que está en juego.

Como ambos han hablado de corregir las reformas del actual gobierno –ni los candidatos de la Nueva Mayoría defienden su continuidad tal y como fueron implementadas–, el asunto radicará sobre todo en la profundidad de las correcciones que proponen y en la capacidad de utilizar el diálogo con la vereda del frente para llegar a determinados consensos.

Piñera y su gobierno salvación

Piñera, como es sabido, se halla en una situación expectante. La última Adimark de abril le otorgó un 27%, cuatro por sobre Guillier que se encuentra en un 23%. El expresidente no se ha movido del porcentaje que obtuvo en febrero pasado, pero el parlamentario por Antofagasta no ha logrado alcanzar el 28% que marcó justamente en esa misma fecha y que lo instaló por primera y única vez por sobre Piñera en esta encuesta. Los sondeos de opinión, en definitiva, siguen estando con el exmandatario, aunque tampoco de una manera arrolladora. En el piñerismo repiten que si se descontara el porcentaje de personas que han declarado que decididamente no votarán en las próximas presidenciales, no obstante, el candidato UDI-RN-PRI alcanzaría un porcentaje similar al 44% que obtuvo en 2009 en la primera vuelta.

Las mayores ventajas de Piñera, sin embargo, no están en los números. En tiempos en que las encuestas han recibido un duro cuestionamiento por su papel predictivo, las principales fortalezas del expresidente parecen radicarse en permanecer arropado por una coalición ordenada, como pocas veces en su historia reciente, y sobre la distancia total que tiene con el gobierno de Michelle Bachelet. Estar en la oposición en este momento tiene bondades incalculables y pertenecer al oficialismo, por el contrario, significa tener una mochila que puede hundir hasta el mejor de los nadadores.

Piñera, aprovechando electoralmente su posición, ha desplegado un fuerte discurso en contra del Ejecutivo y la gestión de sus reformas, repitiendo que no solo son rechazadas por la gente sino por los principales expertos de centroizquierda y de la ex Concertación. Piñera, al menos en lo discursivo, parece menos moderado que en su anterior campaña, con un relato de mayor dureza. Pero aunque esto representaría un riesgo para cualquier candidato, sobre todo considerando que el centro se halla huérfano luego de la caída de Lagos, tampoco el centro apoya la gestión de Bachelet en la actualidad.

El candidato UDI-RN-PRI se esforzará en señalar que el candidato de la Nueva Mayoría, quienquiera sea elegido, representará el continuismo y seguir recorriendo un camino equivocado y de descalabro que no conduce a ninguna parte. En contraposición, Piñera presentará el proyecto de Chile Vamos como el que intentará recuperar el liderazgo, el dinamismo y el empuje, a modo de gobierno salvación.

Sobre Guillier, su principal contendor, Piñera ha decidido enfrentar el perfil antipolítico, desnudando las supuestas contradicciones que tiene esta oferta de presentación. Apuntará a la aparente falta de contenido y de trayectoria que le han criticado al senador, sobre todo desde la Nueva Mayoría, para intentar desmontar la mayor fortaleza del candidato oficialista: la novedad de su figura y la distancia con que la gente lo percibe respecto de la corrupción y las prácticas cupulares de la política.

Una campaña sin errores probablemente lleve a Piñera de nuevo a La Moneda, siempre y cuando resuelva con éxito dos de los nudos que en la actualidad se le presentan en su candidatura. En primer lugar, las tensiones que existen en Chile Vamos por la negociación de la plantilla parlamentaria. La UDI y RN contra las ambiciones de Evópoli de Felipe Kast, que los partidos grandes consideran desmedidas. Una negociación bulliciosa podría llegar a salpicar a la presidencial, sobre todo considerando que uno de los mayores atractivos de Piñera en esta ocasión radica en que se ha instalado como la figura convocante de una aparente unidad.

El mayor problema que debe enfrentar la candidatura del expresidente, sin embargo, se halla en el siempre conflictivo cruce entre política y negocios. El empresario anunció que cumplirá la ley –"iré aún más allá de la ley", señaló al confirmar su candidatura en marzo–, por lo que sus equipos de especialistas alistan la fórmula que presentaría el propio Piñera en los próximos días. De realizarse finalmente las primarias en su sector, debería al menos declarar su patrimonio como mucho el próximo 5 de mayo, de acuerdo a la legislación. Pero la principal incógnita sigue estando en sus inversiones en el extranjero, donde concentra la mayor parte de su fortuna y solo el grupo Bancard maneja inversiones por unos US$1.800 millones. De incluirlas en un fideicomiso ciego u otra fórmula simular –un asunto que hasta ahora no se ha dilucidado–, podría contener uno de los principales problemas que lo acompañarán en la campaña.

Piñera parece consciente de que recibirá críticas cualquiera sea el camino que escoja porque, según dicen en el piñerismo, incluso si repartiera su dinero en la Plaza de Armas lo acusarían de cohecho. Pero la decisión que tome podría marcar la carrera, tanto como las decisiones de los fiscales de las dos querellas que enfrenta por el supuesto uso de información privilegiada y negociación incompatible.

Guillier gira al centro

Cada vez resulta menos probable que se realicen las primarias en la Nueva Mayoría. A la DC le resulta cuesta arriba medir a su candidata Goic con Guillier, sobre todo si el senador finalmente obtiene el respaldo del PC y el PPD. Con el apoyo conseguido del PR y los socialistas, serían cuatro partidos contra uno y los democratacristianos no parecen dispuestos a ese bochorno. Aunque antes de que se bajara Lagos y se configurara el nuevo tablero la DC tenía bastante claro que una primaria oficialista no le convenía en términos electorales, tampoco parece posible que el partido se incline finalmente a llegar a la primera vuelta del 19 de noviembre.

En ese contexto, en los próximos días seguramente veremos a Guillier respaldado por cuatro de los partidos de la Nueva Mayoría –PR, PS, PPD y PC–, un escenario que obligaría pronto a la DC a plegarse al senador por Antofagasta. Guillier, por tanto, tendrá que retroceder con respecto a sus declaraciones de comienzos de marzo, cuando señaló: "Si no hay primarias, no voy a primera vuelta, porque se acabaría la Nueva Mayoría".

En este nuevo contexto, debería abrirse a ser elegido por los partidos, aunque Guillier ciertamente nunca temió medirse ante otros candidatos, justamente por su posición de ventaja.

Con el tablero sin el expresidente Lagos, Guillier poco a poco comienza a desplegarse hacia el centro, aunque le resulta complejo en términos políticos. El senador ha remarcado su autodefinición de socialdemócrata moderado que, aunque respetará el mandato de las mayorías si llega a La Moneda, buscará el diálogo y el consenso con la oposición. "No soy revolucionario ni populista", indicó Guillier.

Sobre sus críticas a los grandes grupos económicos, a los que acusó de estar frenando el desarrollo del país, esta semana también se ocupó de aclarar que "una cosa es decir que está mal que se coludan y otra distinta es hablar contra los empresarios".

Guillier se halla cuatro puntos por debajo de Piñera en la última Adimark, pero sus colaboradores explican que juega a su favor el nivel de conocimiento, que todavía es bajo. Por lo tanto, dicen, todavía tiene espacio para crecer. Al mismo tiempo, en su equipo indican que aunque ha mejorado el porcentaje de conocimiento, su buena valoración no ha disminuido, como suele suceder. En ese contexto, en el entorno del senador por Antofagasta se muestran esperanzados en acortar la distancia con Piñera y superarlo en los casi siete meses de campaña que quedan por delante, aunque reconocen las dificultades.

Los problemas para capturar el electorado de centro se suman a dos asuntos complejos.

En primer término, el candidato parece consciente del daño que le ha producido el fuego amigo, porque precisamente desde la Nueva Mayoría han surgido las principales críticas a Guillier, como tacharlo de populista. Luego de la dramática caída de Lagos, parece complejo recomponer las relaciones en el oficialismo y el senador probablemente reconoce que, al menos hasta ahora, los principales bombazos han provenido de su lado y no desde la oposición. En la medida que en las próximas semanas vaya juntando apoyos partidarios, Guillier y sus equipos políticos deberán hallar la forma de lograr superar meses de conflictos y de críticas dañinas.

El principal problema de Guillier sigue siendo el gobierno, porque para cualquier candidato resulta insostenible pegarse a un Ejecutivo sin respaldo, al menos si aspira a ganar.

El senador se halla en un zapato chino: no puede despercudirse del manto del continuismo si, efectivamente, como lo ha anunciado, pretende mantener las reformas de Bachelet. Esta semana reconoció problemas de gestión y gobernanza en este período, por lo que se deduce que, de llegar a La Moneda, intentaría corregir al menos la forma de llevar adelante los cambios. Pero el propio Guillier parece consciente del salvavidas de plomo que lleva sobre las espaldas. Como reconoció en el diario El Pais de España: "Los gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder".

El futuro del senador dependerá, entre otros asuntos, de su destreza para deshacerse del oficialismo, al menos ante la ciudadanía, y de si tiene éxito en instalar a Piñera como un candidato que se halla a la derecha de su primer periodo.

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