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Ascanio Cavallo y muerte de Frei Montalva: “El fallo plantea una verdad jurídica muy insuficiente”

El periodista y analista político –uno de los autores de “La historia oculta del régimen militar”– analiza el contexto que enfrentaba la dictadura en 1982 y las dudas que persisten luego de la sentencia: “Mientras no estén las responsabilidades políticas, yo creo que el caso sigue abierto”.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 1 de febrero de 2019 a las 04:00 hrs.
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En una investigación de 19 años, una de las causas judiciales de mayor simbolismo en Chile, el magistrado Alejandro Madrid condenó el miércoles a seis personas por el homicidio del expresidente Eduardo Frei Montalva en 1982: cuatro médicos –Patricio Silva Garín, su médico de cabecera, sentenciado a 10 años de prisión– y dos colaboradores de la CNI, entre los que se encuentra Luis Becerra, chofer del exmandatario. La resolución de primera instancia remeció a su familia, la DC, el gobierno y el mundo político en general. Con el paso de las horas, sin embargo, en el mundo jurídico y político se comienza a debatir acerca de ciertas interrogantes que quedaron abiertas luego de la sentencia de 811 páginas.

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Como uno de los principales investigadores de la época, el periodista y columnista político Ascanio Cavallo, autor de “La historia oculta del régimen militar” junto a Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, analiza el fallo del juez Madrid y lo que ocurría en Chile en el verano de 1982, hace 37 años, que fue detalladamente descrito en el capítulo 35 del libro bajo el título: “El verano duro del ‘82”.

–¿Cómo califica la sentencia de Madrid?

–Lo que hace es sentar una verdad jurídica: da por establecidos determinados hechos. Hoy día, sin embargo, parece que ese conjunto de hechos que el fallo describe es muy limitado, en el sentido que no llegan a describir una operación como la que uno supone que corresponde al asesinato de un expresidente.

–¿Cómo así?

–Que la cadena termine en uno de los médicos tratantes –Silva Garín– es claramente muy insuficiente. El miércoles el expresidente Frei Ruiz-Tagle, con su lucidez habitual, lo dijo públicamente: a lo primero que apuntó fue a la responsabilidad política. Hay que buscarla. Ya, pero también habría que decir: no está.

–Falta saber, entonces, quien habría sido el jefe de la conspiración…

–O sea, ¡imagínese la cadena de gente que tiene que haber para matar a un Presidente! Para matar a un Presidente tiene que haber habido una cantidad de decisiones inmensa y llegar a alguien que arme el plan y alguien que decida en qué momento se hace, con qué instrumentos se ejecuta. ¿Todo eso lo hizo Silva Garín? No, es insuficiente. Eso no describe nada.

–Algunos miembros de la familia y de la propia DC se habían mostrado escépticos ante la posibilidad de un homicidio. ¿Usted también?

–Yo he sido escéptico siempre a la posibilidad de un crimen. Lo que se ha olvidado y lo que tampoco me da la impresión de que el fallo describa correctamente, es la abrumadora presencia de la DC en la Clínica Santa María en los días en que Frei estaba internado. Si no te conocían, si no tenías credenciales en reglas, si no estabas debidamente autorizado, la probabilidad de entrar a la clínica era difícil. A cargo de eso estaba la juventud de la DC, el partido… Era un ejército de gente y con toda razón: la primera preocupación era que Frei se recuperara y que estuviera a buen cuidado, pero había una segunda preocupación, no menor, que era demostrar la fuerza del partido.

–¿A qué apunta con esta observación?

–A que una cosa que me suena extraña es que algunas de las personas de la familia Frei, no todas, digan que nadie supo de la extracción de órganos. Eso es súper extraño. Porque lo que tengo claro es que el partido sí lo sabía, porque la extracción de órganos tenía por objetivo conservar el cadáver para que ocurriera lo que ocurrió: que miles y miles de personas hicieran fila durante tres días bajo un calor espantoso presentándoles sus saludos y respetos al expresidente en abierto desafío a la dictadura. La DC sabía y tenía al menos el visto bueno de Patricio Rojas, que no era una persona que fuese susceptible de dudas, pero ha sido expulsado del partido porque está en desacuerdo con esto.

–Rojas era concuñado de Silva Garín, el médico.

–Pero sería sospechar de un tipo de conspiración a la que el juez ni siquiera se acerca. Pasamos a palabras mayores: Rojas fue ministro de Frei Montalva y de Aylwin y, en ese caso, tenemos que empezar a suponer, como algunos audaces ya lo han hecho, que también en la transición hubo una complicidad con esto.

–¿Lo descarta?

–El único antecedente es que personeros importantes del gobierno de Aylwin no creían en esto. Como Edgardo Boeninger, que según Carmen Frei le dijo que estaba loca. Si en la transición hubiese existido la idea de que el presidente Frei fue asesinado, a ninguna persona razonable le puede caber duda de que esto habría estado en el número uno de la agenda del presidente Aylwin. Suponer otra cosa es una canallada, porque Aylwin fue el principal escudero de Frei Montalva y sentía una profunda admiración por él, con una vida política a su lado. Para llegar a eso tenemos que llegar a la canallada shakespereana completa. Las conclusiones del juez tampoco permiten siquiera darle la razón a los que dicen que en la transición no se quiso investigar, porque si no encuentras la cadena hacia arriba, ¿con qué argumentos la gente de la transición podría haber dicho ‘aquí está el pastel’?

–Por todo lo que describe, con el reciente fallo de Madrid no desaparece su escepticismo respecto del caso Frei.

–No desaparece mi escepticismo, pero soy respetuoso de la justicia. El fallo plantea una verdad jurídica muy insuficiente y con probabilidad en los días que vengan vamos a ver una discusión sobre esto porque ya está claro que no es satisfactorio el resultado del fallo, aunque lo pueda ser para algunos miembros de la familia.

–¿Qué le pareció las conferencias separadas del expresidente Frei Ruiz-Tagle y la exsenadora Carmen Frei?

–Me extraña un poco la elección de dos escenarios diferentes, pero no le atribuyo mayor significación desde que en su propio discurso el expresidente hace un esfuerzo por unificar a la familia que, sabemos, estaba dividida respecto a este punto.

–¿Cree que el fallo pueda caerse en instancias superiores?

–Eso no lo sé.

–¿Cómo se entiende que el juez Madrid diga que “existió una sustancia química que evidentemente colaboró a la situación definitiva que tuvo el expresidente”, pero al mismo tiempo indica que no fue posible acreditar “asesinato u homicidio calificado utilizando veneno o una premeditación”? ¿No es una inconsistencia?

–Parece. Y parece que hay más de una de ese tipo. Hay que acordarse de que todo esto partió con el químico Eugenio Berríos, o sea, estamos hablando de guerra química, pero eso supone que Chile, la CNI o el Ejército tenía esa capacidad en 1981 u 82. Yo, con el perdón de todos, lo encuentro muy dudoso.

–¿Duda de que el régimen tuviera esas capacidades?

–Dudo, porque la CNI era un aparato absolutamente bruto, muy poco sofisticado, de muy poca calidad técnica, de baja sofisticación, de agentes de tercera categoría. O sea, a la CNI había que tenerle miedo porque era extremadamente violenta y estaba llena de sicópatas, no porque estuviera lleno de gente inteligente. Es lo que hemos visto a lo largo de numerosos procesos.

–¿En qué estaba el químico Berríos, entonces?

–A ver: una cosa es que lo intentaran y otra cosa es que tuvieran esas capacidades. Eso es lo que digo: no tenían las capacidades. Claro que trataron con el gas sarín, aunque también se olvida, con siniestra mala memoria, que el gas sarín se investigó para la guerra con Argentina, no para crímenes políticos específicos. Es muy importante recordar que un mes y dos días después de la muerte del presidente Frei se produjo uno de los más bárbaros asesinatos que jamás se hayan cometido en Chile a cargo de la CNI: el de Tucapel Jiménez. Un degollamiento a bordo de un auto con una bolsa de plástico en la cabeza y dejando el cadáver para que todo el mundo lo viera en un camino de Quilicura. ¿Eso es un crimen sofisticado?

–El fallo de Madrid hace referencia al contexto: dice que dada la conmoción internacional y a nivel interno por los atentados a Prats, Letelier y Leighton, se buscó un método menos perceptible…

–Es una conclusión extremadamente atrevida. ¿Es como decir que el régimen se puso más fino? ¿Es más fino el crimen de Tucapel Jiménez o la Operación Albania, de cinco años más tarde? Supone que los agentes de la CNI de repente se pusieron elegantes. Es demasiado bien intencionado de parte del juez suponer esto.

–¿En qué momento se encontraba Pinochet en 1981?

–Hay gente diciendo que el régimen estaba débil y que por esa razón se atrevió a eliminar a su principal opositor. ¿De dónde sacaron esa conclusión? El régimen estaba más fuerte que nunca en su historia. Había ganado –aunque fraudulentamente– el plebiscito por la Constitución, había hecho funcionar la Constitución el 11 de marzo, había vuelto Pinochet a La Moneda refaccionada, Andrés Zaldívar en el exilio –la DC estaba descabezada– y es verdad que en ese contexto las únicas amenazas serias las representaban el presidente Frei y en la parte sindical, Tucapel Jiménez, aunque también otros. Pero el régimen no enfrentaba la recesión económica que ocurrió después, todavía no se producía la gigantesca crisis del dólar del 82 y ni siquiera había caído el gabinete de los Chicago Boys, porque eso fue en abril. No había un cuadro de debilidad como el que se pudo tener el 83 o el 84.

–¿En qué posición queda la UC luego del fallo? Aunque no aborda culpabilidades, apunta a su Departamento de Anatomía Patológica por “destrucción y extracción de elementos que se mantuvieron ocultos” a la familia y dos médicos de la UC –Helmar Rosenberg y Sergio González, que es profesor–, están condenados por encubrimiento.

–La Universidad Católica es la que tiene el comportamiento histórico más feo. Más que una participación siniestra, veo una participación siniestramente cobarde que solo me la explico por el nivel de intervención que tenía en ese momento. No olvidemos que el rector era un almirante.

–Respecto del subsecretario Luis Castillo, el juez lo exculpa penalmente y dice que no se acredita obstrucción a la justicia. Expone, sin embargo, un reproche de tipo ético, porque sostiene que se puede cuestionar que no haya informado a la familia Frei de la existencia de antecedentes en la UC, cuyo hospital dirigía.

–Eso se parece a lo que digo: un reproche por cobardía.

–La familia Frei ha emplazado a Piñera por la permanencia de Castillo, apelando a la desconfianza y a su responsabilidad política. ¿Es sostenible para el gobierno mantener a Castillo? ¿Vale la pena que el gobierno se atrinchere por un cargo de segunda línea, como es la subsecretaría de Salud?

–Eso no es viable desde el primer momento en que la DC decidió que no iba a hablar temas de salud porque estaba el subsecretario. No desde este momento. Al contrario, este momento casi le serviría al doctor Castillo para decir: “¿Pero ven? Yo no tenía nada que ver”.

–¿No se ha agravado la situación de Castillo?

–La situación de Castillo es grave desde el primer día. Digamos: no ha mejorado.

–Según usted, ¿el caso Frei sigue abierto?

–Como dijo el expresidente Frei Ruiz-Tagle, mientras no estén las responsabilidades políticas, yo creo que el caso sigue abierto.

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Foto cortesía de Casa Museo Eduardo Frei | Presidente Eduardo Frei Montalva junto al ministro del Interior Edmundo Pérez Zújovic, rumbo al Congreso Nacional. 21 de mayo de 1968.

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