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Cambio climático ya le pega a Chile y empuja la frontera agrícola de Ñuble al sur

En las últimas décadas las temperaturas medias han aumentado casi un grado en las zonas interiores y las lluvias son menores, pero más intensas.

Por: Pamela Fierro E. | Publicado: Lunes 18 de febrero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Si va al sur a conocer los glaciares tómese una foto para que recuerde cómo era esa fortaleza de hielo en 2019, porque en unos años más su fractura será inevitable. Es el consejo del doctor en Bioclimatología y académico de la Universidad de Chile, Fernando Santibáñez.

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A principios de febrero el trasandino Glacial Perito Moreno dio la vuelta al mundo porque la temperatura alcanzó 35,6º Celsius, su máxima histórica, y en este período estival varias ciudades chilenas han batido sus propios récords, como Quillón, en BíoBío, con 44,9º; Cauquenes, 44,5º, Quinchamalí, 42,8º.

El cambio climático se instaló y a una velocidad mayor a la prevista en los modelos científicos, acota Santibáñez. El experto, que mapeó la situación actual y futura del clima en el país y la evolución de sus variables al 2050, precisa que las temperaturas más altas se han registrado sólo en la última década y cada año va superando la barrera anterior.

En la práctica esto significa que los límites climáticos y geográficos se van corriendo. Si antes el desierto comenzaba al norte de Copiapó, hoy está situado en La Serena, y si en Valdivia el verano no se dejaba sentir, ahora es seco y el paisaje en Osorno se va pareciendo cada vez más a la zona centro.

En las últimas décadas la temperatura media ha aumentado en casi un grado en las regiones del interior y disminuido en las costeras. Las lluvias son menores, pero más intensas con tendencia a un cambio en la estacionalidad. Esa es la nueva realidad con la que está trabajando el campo chileno.

Hasta en Chile Chico

En lo positivo, el cambio climático se ha traducido en nuevas zonas agroecológicas que se han vuelto propicias para la producción de fruta, algo impensado hasta hace una década. Si en 2012 había plantadas 22 mil hectáreas de frutales desde Ñuble hacia el sur, en la actualidad hay más de 30 mil.

“El mapa frutícola ha evolucionado y se está trasladando hacia el sur”, afirma el presidente de Fedefruta, Jorge Valenzuela.

La Región de Ñuble es la nueva vedette agrícola y de plantación frutícola. Entre cerezas, arándanos, frutos secos y manzanas se proyecta en la actualidad casi 14 mil hectáreas de frutales.

En La Araucanía, existen 10.500 hectáreas catastradas con frutales, y el desafío de Fedefruta con los agricultores de la zona es llegar, en el mediano plazo, a las 28 mil hectáreas con este tipo de cultivos.

“Estamos viendo en el sur cultivos que eran impensados hace cinco años. En la región de los Ríos, en la de Los Lagos vemos frutales como cerezos o avellanos europeos, arándanos, manzanos”, dice el secretario general de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), Juan Pablo Matte.

El avellano europeo ya supera las 1.000 hectáreas, y en la lista también figuran las frambuesas (que desde Chillán al sur las encuentra en venta en plena carretera junto a las cajas de arándanos), maqui y los nogales.

“Lo mismo ocurre con el mundo del vino. Vemos cada vez más viñas explorando nuevos lugares porque no sólo venden las características estables del vino, sino también las nuevas experiencias: que sea más ácido, más rojo, más o menos denso”, agrega Matte.

En el norte se encuentra Ayllú, el vino de las alturas del desierto de Atacama, y bien al sur el Keokén, el vino más austral del mundo, en Chile Chico, región de Aysén.

La capital provincial está siendo un polo interesante. Además del vino más austral, es posible producir cerezas de exportación de alta calidad, y con ventajas como ser más tardía, tener más materia seca, ser de mayor calibre y más dulce.

“Se va alargando el periodo de oferta de la fruta chilena al mundo y también de otros cultivos. Recientemente maíces para alimentación animal se están instalando en la zona sur, la alfalfa asociada a la tecnología”, acota Matte.

Las tradicionales

En cuanto a regiones con más “tradición” en la producción de fruta, hay modificaciones importantes que, más allá del cambio climático responden al alza de costos, y a temas comerciales como la demanda de los mercados, precisa Valenzuela.

En Coquimbo si bien la superficie plantada con frutales solo ha descendido 2,2% según el último Catastro Frutícola de Odepa y Ciren, las hectáreas de palto han caído 20,7% (de 5.024,0 há a 3.983,2 há).

Ante la escasez de agua, los palteros también están buscando nuevas tierras y los cultivos ya llegan a Nancagua, VI Región, indica Matte.

Mientras que las de uva de mesa han bajado 6,5%, de 8.700 hectáreas a 8.160., por los que hoy están buscando nuevas variedades de uvas que sean más resistentes.

En contraste, se ha experimentado un incremento en cítricos como las mandarinas, de 2.630,5 hectáreas a 3.783,8, lo que representa la mitad de estas plantaciones a nivel nacional.

En la zona Metropolitana, las hectáreas de uva de mesa han descendido 9,1% y ha dejado de ser la principal fruta de esta región, dando espacio al nogal, que en el mismo tiempo ha crecido 29% su superficie.

Otros efectos

No sólo temperaturas extremas ha traído el cambio climático. Granizo, ondas de calor y frío, heladas polares. El presidente de Fedefruta recuerda las granizadas de noviembre de 2018, que solo en cerezas dejó pérdidas por US$ 100 millones entre los productores de las áreas afectadas.

Las olas de calor, frecuentemente, adelantan los tiempos de cosechas. “Hemos vivido temporadas en que las ventanas de abastecimiento de nuestra fruta en los mercados se han anticipado y se han cruzado con la oferta de otros países”, añade el líder de Fedefruta.

Debido a las elevadas temperaturas de la primavera 2016, se aceleraron las cosechas de arándanos, por lo que en la campaña 2016-2017 hubo un desorden en el destino, los que prdujo “un shock de fruta chilena que llegó anticipada y concentradamente a Estados Unidos, cuando aún había oferta del Perú e, incluso, de fruta local. Eso generó muchas dificultades de la distribución y la venta, un exceso de oferta que terminó bajando los precios de la fruta chilena”, precisa Valenzuela.

Los manejos agronómicos a nivel de huerto han debido adaptarse a este nuevo factor del cambio climático, lo que ha aumentado costos y ha comprometido en algunas ocasiones los retornos al productor.

Lo que viene

Frente al nuevo escenario climático, el profesor Fernando Santibáñez llama a prepararse. Desde Osorno al norte, anticipa, hay zonas interiores en las que subirá la temperatura y hará más hostil el clima para muchas especies.

“Probablemente, eso va a forzar un cambio en los sistemas de cultivos en el futuro, mayor protección contra el viento, heladas y radiación solar, una agricultura con invernaderos”, dice.

No obstante, hacia la costa la situación puede ser distinta, sin climas extremos lo que facilitaría el desarrollo de una agricultura más diversificada, pero que tiene el desafío de acceder al agua de riego que hoy no llega.

El agua será clave para este y otros sectores. Sólo como ejemplo, la uva es 90% agua y sin ella su producción es inviable.

Con el cambio climático el panorama para la energía hidráulica es negativo, pues su potencial se verá resentido desde Concepción al norte. Habrá menos precipitaciones y disminución en cuencas importantes, por lo que bajará la producción de megawatts.

Entre las soluciones figura la desalinización del agua de mar. Santibáñez advierte que es viable, pero cara: cuesta US$ 1,5 por metro cúbico, impagable para el agro.

En la zona central el 90% del agua llega al mar y se podría aprovechar con embalses. Para solucionar la escasez hídrica se requieren 3.000 millones de metros cúbicos adicionales. “Necesitamos hacer en 10 a 15 años las inversiones en embalse que hicimos en 50 años”, estima Santibáñez.

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¿Cómo debieran prepararse los agricultores?

La adaptación local y el conocimiento son clave bajo la lógica de Odepa para hacer frente a los efectos del cambio climático.
Aquí aparece la necesidad de aprender a interpretar las variables climáticas y los análisis que entregan las instituciones para ser aplicadas en las labores productivas y en la planificación del año agrícola sobre la base de los distintos escenarios climáticos.
Junto a una buena planificación, se requiere conocer el terreno y el clima que impera donde se realizará su actividad productiva. Por ejemplo, si a través de la información recibida se sabe que será un año seco, hay que prever la captura o reserva de agua para riego y realizar un riego eficiente, buscar cultivos o especies que sean resistentes a la sequía, estar atentos a las alertas climáticas o de plagas y enfermedades que puedan afectar al cultivo.
El Ministerio de Agricultura cuenta con un Plan de Adaptación para el cambio climático en el sector silvoagropecuario, el que se compone de 21 medidas y diversas acciones que apoyan la adaptación de los agricultores. Se actualizará este año con la participación de los interesados en todas las regiones de Chile.

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