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El aterrizaje del proyecto político

Se comienzan a vislumbrar los contenidos de un plan estratégico de Piñera que apunta a la clase media y a la proyección de su sector.

Por: Rocio Montes | Publicado: Lunes 4 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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Hasta el pasado viernes 1 de junio, la primera cuenta pública del presidente Piñera en este segundo mandato, lo que había sobre la mesa era un proyecto político de la centroderecha, lo que no es poco. Pero hasta hace tres días, al menos, no existía demasiada claridad acerca de la agenda concreta con que el presidente pretendía hacer aterrizar su proyecto. Faltaban los contenidos y las iniciativas con los que comenzaría a tomar forma este plan estratégico que apunta sobre todo a promover y resguardar a aquellas clases medias emergentes que le dieron el triunfo en 2017 y que –probablemente– sigan definiendo las elecciones chilenas en el futuro. De la conformidad de esos sectores depende en buena medida la proyección de Chile Vamos en el poder.

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Se equivocan quienes piensan –no es raro escucharlo en la oposición– que Piñera no tiene una brújula estratégica para este segundo mandato. Por el contrario, esta vez sin terremotos de por medio llegó a La Moneda dispuesto a desarrollar un plan que incorpora elementos nuevos para su sector. No solo está centrado en el crecimiento económico, una de las banderas de la derecha, sino en asuntos como el desarrollo integral, que recuerdan a iniciativas como Chile crece contigo de Ricardo Lagos o la protección social de Bachelet 1.

Piñera este 2018 arranca un gobierno en el que intentará –no sin inmensas dificultades– combinar los cambios con la estabilidad que los votantes pidieron en las últimas presidenciales. Deberá hacerse cargo de las agendas emergentes que explotan en las sociedades modernas –la nueva ola feminista ha sido una prueba temprana de aquello–, sin perder de vista el proyecto político que formuló durante los cuatro años en la oposición. Tendrá el desafío de sacarlo adelante sin una mayoría en el Congreso, por lo que se entiende su reiterado interés en los acuerdos y los consensos.

En un discurso donde habló de “una segunda transición” –esta vez para derrotar la pobreza, promover la clase media y alcanzar el desarrollo–, Piñera comienza, entonces, a saldar una deuda: una agenda concreta, proyectos de ley, iniciativas, que se estaban comenzando a echar de menos.

Abarcando desde los niños a los adultos mayores –el presidente quiere hacerse cargo del ciclo vital a través del Ministerio de Desarrollo Social–, anunció el proyecto de ley que garantizará el derecho universal a la sala cuna para todos los hijos de madres trabajadoras dependientes o padres al cuidado de sus hijos. El mandatario informó en paralelo de varias medidas enfocadas en la tercera edad, como el reimpulso a la Ley de Fármacos II, que bajará el precio y facilitará el acceso a los remedios. Hubo anuncios para las familias de los sectores medios que arriendan: nuevos subdidios para alquiler y compra de viviendas que intenten reparar –en parte– el déficit habitacional que sufre nuestro país. Piñera se enfocó en la delincuencia y en dos problemas que causan preocupación ciudadana: los portonazos –aumentando las penas para los receptores de los robos– y la delincuencia juvenil. A propósito del asesinato en La Reina de una matrona por parte de un muchacho de 18 años con 21 arrestos anteriores, Piñera modificará la legislación para que la reincidencia en los delitos se considere como agravante. En un nuevo gesto a los grupos medios, anunció para 2026 dos nuevas líneas del Metro y la extensión de la línea 4, beneficiando a los sectores cercanos al río Mapocho, La Florida, La Pintana y Puente Alto.

El proyecto político de Piñera, como apuntaba hace unos días el rector de la UAI, Harald Beyer, está constituido de cuatro grandes pilares: la búsqueda de acuerdos, el discurso de las seguridades, desarrollo inclusivo que no deje a nadie abajo y aunque todavía tímidamente, aquella agenda que permite abrazar las demandas de la ciudadanía por esos reconocimientos que les permitan llevar adelante sus proyectos de vida con autonomía y sin obstáculos.

Piñera comienza a mostrar las herramientas con las que bajará al Parlamento su proyecto que, sobre todo, intenta llenar los vacíos que deja la modernidad. Aunque sigue poniendo énfasis en la pobreza, redirige la mirada hacia las grandes mayorías y redefine el concepto de la vulnerabilidad. Entra, en definitiva, a disputar una agenda que la centroizquierda consideraba propia: la defensa de los grupos desvalidos que, según ha leído Piñera, han cambiado mucho respecto de comienzos de los noventa.

Pero es apenas el comienzo. El mandatario tendrá el desafío de convencer y consensuar con una oposición compleja y perpleja y, en paralelo, seguir trabajando por mantener una popularidad que –ante este escenario complicado– parece ser su principal llave para terminar con éxito el gobierno.

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