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El triunfo parcial de Carolina Goic

El posible aumento de estimación ciudadana por haberse impuesto a Rincón, ahora debe traducirse en respaldo en las urnas.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 4 de agosto de 2017 a las 04:00 hrs.
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Se despejó una de las principales incógnitas del tablero presidencial de la Nueva Mayoría. Desde abril, cuando la DC decidió que no medirían a su presidenciable en una primaria con el resto de la coalición, todo el espectro político se preguntaba: ¿hasta cuándo aguanta la candidatura de la senadora Carolina Goic? ¿Será moneda de cambio para la DC para su negociación parlamentaria que finaliza el 21 de agosto? ¿Resistirá la presión de los parlamentarios incumbentes, que buscan arrimarse a un candidato fuerte para mantenerse en el Congreso? La parlamentaria por Magallanes había jurado por su madre y por sus hijas que llegaría a primera vuelta –con lo que significa ese gesto para una mujer católica–, pero siempre rondaba la desconfianza. Los números que marca en las encuestas –esta semana la Adimark le dio un 1%– tampoco parecían robustecer la opción de llegar a la papeleta.

Pero este jueves la propia Goic anunció que no baja su postulación a La Moneda. Luego de los cinco días de reflexión que se tomó por la derrota en la Junta el pasado sábado a raíz del caso Rincón –con lo que concentró el interés público que no había concitado en toda la campaña–, la senadora confirmó que su partido no tiene opción de retorno. La DC tendrá presidenciable propio el 19 de noviembre con los mismos argumentos que llevaron a la colectividad a no plegarse a la candidatura del resto del oficialismo: recuperar la identidad, volver a jugar un papel de articulación en la política chilena desde el centro y satisfacer la demanda refundacional de un partido cuya militancia se siente maltratada por la Nueva Mayoría (aunque, ciertamente, sus conflictos provengan en buena parte desde la propia colectividad).

Lo que viene en el futuro en la Nueva Mayoría será similar a lo que determinados líderes democratacristianos vienen imaginando hace meses: negociaciones entre primera y segunda vuelta sobre la base de acuerdos programáticos. La senadora Goic y quienes defienden la opción propia aspiran a que ninguno de los candidatos imponga su programa de gobierno a las otras fuerzas que le permiten llegar al poder. Piensan que el partido nunca en su historia puede volver a permitirse que el abanderado electo imponga su programa por el hecho de haber triunfado en las urnas, como ocurrió en la segunda elección de Michelle Bachelet en 2013. Entre el 19 de noviembre y el 17 de diciembre próximo se deberán amarrar los apoyos y el nivel de dificultad de la operación radicará en las brechas de intolerancia que se abra en estos meses entre la DC y el resto de la centroizquierda.

Posiblemente la estimación ciudadana hacia Goic haya aumentado por haberse impuesto a Rincón, implicado en 2002 en un caso de violencia intrafamiliar. Pero para todo lo que viene resulta fundamental que salga a la calle a intentar robustecer su base de respaldo ciudadano. Si no arranca del 1%, los esfuerzos de la DC habrían valido poco y nada y los altos costos que está pagando la tienda en cuanto a gobernabilidad interna –con críticas de un ex vicepresidente que acusó que es un partido que se traicionó a sí mismo–, podrían ser aún mayores.

Perdieron los viudos del binominal

Finalmente lo que triunfó con la decisión de Goic de continuar la carrera presidencial –con el respaldo político cerrado de la mesa DC– fue la línea del camino propio. No se trata de dejar el domicilio político de la centroizquierda ni construir alianzas con la derecha –lo que ha sido descartado incluso por los democratacristianos críticos de la Nueva Mayoría–, sino de construir una línea coherente que permita la subsistencia de la colectividad luego de casi 30 años de retroceso. Con el paso de los años la ciudadanía significativamente ha dejado de identificarse con la DC, que a comienzos de los años 90 era el principal partido del país. Desde 1990 a la fecha, fue decreciendo sostenidamente. Si en las municipales de 1992 cosechó casi 1,9 millones de votos, en las de 2016 obtuvo 580 mil.

Se trata de lo de Rincón, sin duda, y de la necesidad de Goic y de una buena parte del partido de apostar por una respuesta de carácter moral ante una situación que en los últimos días a la ciudadanía y al resto de la clase política le resultó intolerable: que un partido como la DC –con un discurso contra los abusos de cualquier índole–, acepte llevar como candidato a un diputado implicado en un caso de violencia intrafamiliar. Este episodio evidentemente tiene relación con elevar el estándar ético de la política –que parece una cruzada constante en la senadora de Magallanes–, en una época en que la desconfianza ciudadana antes las instituciones democráticas se halla por el suelo. De acuerdo a la última encuesta CEP, el Congreso, el gobierno y los partidos son las instituciones peor valoradas por los chilenos.

El choque de fuerzas de esta semana tiene relación con Rincón y de elevar el estándar ético de la política, evidentemente, pero también de la necesidad de la candidata de contabilizar la fuerza de sus huestes a menos de tres meses de las elecciones. Comprometer a un partido en una apuesta arriesgada, pero aparentemente congruente con sus principios históricos: disputar la presidencial y las parlamentarias con banderas propias, no apostar todo al corto plazo y medirse en las urnas sin subsidios ajenos.

¿Quiénes perdieron?

Perdieron aquellas fuerzas democratacristianas que parecen viudos del binominal, ancladas sobre todo en el Congreso. Los grupos que temen a la competencia del sistema proporcional, que observan que sus respectivos escaños corren peligro y que, con el objetivo de asegurar al menos unos 25 parlamentarios DC, hicieron todo lo posible por llegar a un acuerdo parlamentario con el resto de la Nueva Mayoría y cumplir la condición impuesta por sus socios: llegar con un candidato único al 19 de noviembre. Fueron derrotados los democratacristianos a los que no les importó propiciar una lista parlamentaria para que fuera ratificada en la Junta Nacional del sábado, con Rincón y otros honorables incluidos. Los vencidos fueron aquellos camaradas que sabían que con esta operación ponían en peligro la opción presidencial de Goic, con lo que quedaba abierto el camino para cumplir con los condicionamientos externos y terminar plegándose a Alejandro Guillier.

Un partido quebrado

Una de las principales amenazas de que la senadora Goic bajara su candidatura radicaba en el peligro de un quiebre de la DC: que algunos apoyaran a Guillier, que otros militantes se sedujeran con Sebastián Piñera, que prefirieran quedarse en sus casas. Con el episodio que ha vivido el partido en la última semana, sin embargo, no queda cerrado ese escenario. Pese a la decisión de Goic de mostrar fuerza y de ejercer la atribución de designar, declarar y retirar candidaturas al Congreso–con lo que en definitiva se acaba la carrera política de Rincón–, los grupos parlamentarios que apostaban por bajar a Goic siguen vigentes y con las mismas resistencias.

¿Por qué ahora harían campaña por la senadora de Magallanes aquellos que siguen pensando que su postulación es un error en vista a lo que viene? No piensan que sea mejor estar con Guillier porque crean que el senador vaya a ganar –la ausencia del candidato PS-PPD-PR-PC en el debate público no contribuye a pensar lo contrario–, sino porque prefieren estar en la oposición con una bancada de 25 y no de 18, el número de diputados que alcanzaría la DC en el caso de que no se concrete ninguna alianza con los fuertes de la Nueva Mayoría.

El partido se mostró quebrado luego del clivaje Rincón-Goic, probablemente en una expresión de un profundo quiebre interno que es evidente hace tiempo. Pero uno de los desafíos de Goic si quiere salir de su 1% está en intentar recomponer en poco tiempo las relaciones en Alameda 1460, porque sin la máquina de todo su partido no logrará una campaña eficiente. Tiene la mayoría –lo demostró esta semana–, pero necesita de todos los esfuerzos para no obtener un resultado insignificante en noviembre. Hace unos meses se hablaba de conseguir un 20%, para ayudar a la lista parlamentaria para aumentar la representación DC. Actualmente las voces optimistas hablan de lograr en torno al 12-15%, lo que pesa el partido en la actualidad.

Existen ciertos asuntos que todavía no tienen respuesta. 

En primer lugar, la forma en que la colectividad vaya a reaccionar ante la comisión Zapata, que revisará cada una de las postulaciones DC al Parlamento para evitar situaciones como la de Rincón. Podría transformarse en un proceso traumático que deberá ser bien llevado por sus líderes. 

Pero la principal incógnita que se mantiene sobre la mesa tiene relación al pacto parlamentario de la DC con MAS-IC: ahora que está fuerte y que ronca, ¿Goic tendrá el empuje para terminar con el acuerdo parlamentario de la DC con MAS-IC, dada las diferencias profundas en asuntos como Venezuela? En un momento en que la senadora puso de moda la coherencia en la política, sería un paso arriesgado pero en la línea de lo que la candidata ha defendido en público y en privado. Mantenerlo atenta contra las aspiraciones de Goic de que figuras como Mariana Aylwin y Jorge Burgos asuman candidaturas. 

En su posición respecto al caso Rincón, Goic ha sido respaldada por todos los sectores: Piñera, Ricardo Lagos, Beatriz Sánchez, la totalidad de los partidos, la ciudadanía. Se ha posicionado como una política respetable y seguramente aumentará su porcentaje de conocimiento, por lo que el episodio no podría traerle sino consecuencias positivas. Ahora, sin embargo, viene lo que le ha resultado especialmente complicado: capitalizar. 

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