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Elecciones 2017: ¿Dejó Chile de ser de centroizquierda?

El país cambia su matriz electoral con una mayoría volátil que no es la misma que conoció la Concertación.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 15 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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A dos meses de las presidenciales del 19 de noviembre comienza a instalarse entre la elite política una premisa que parece tener todo sentido, considerando la posición ventajosa del expresidente Sebastián Piñera: Chile –el país que desde hace tres décadas ha sido considerado por intelectuales y dirigentes como un país de centro izquierda, como una verdad inamovible que llena titulares– empieza a dar muestras de estar virando lentamente a la derecha.

Ascanio Cavallo se preguntaba hace algunas semanas: ¿Y si algo ha cambiado?¿Si los chilenos votantes, ciudadanos, maduros, pertinaces y participantes de ahora, lo de estos tiempos, ven al país de otra manera y no subdesarrollado, desigual y pesaroso, donde parecía impensable que la derecha gane las voluntades populares?

Manuel Antonio Garretón, hace apenas unos días, en la misma línea planteaba: esa enorme cantidad de familias que dejaron la pobreza y que en la época de la Concertación se identificaban con la centro izquierda, ¿siguen teniendo igual identidad cultural y política, ahora como clase media emergente?

Es una época de relecturas del pasado inmediato del país.

El Centro de Estudios Públicos (CEP), con su informe ¿Malestar en Chile?, sobre la base de sus encuestas revisitó el fenómeno del desasosiego y concluyó que los chilenos no quieren refundar el país, sino cambio con estabilidad, y que están satisfechos con lo que han logrado en su vida, aunque tengan una percepción negativa de la situación del país. El Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) analizó, a su vez, las características de los conflictos en el espacio público –más allá de las intuiciones y los juicios de valor– poniéndole peso real y efectivo a determinados fenómenos. Una de sus conclusiones apunta a relativizar el protagonismo indiscutido de los estudiantes en la movilización social.

En los últimos años, la política en Chile al parecer se comenzó a practicar sobre la base de premisas poco comprobadas y no cerradamente ciertas. Sin ir demasiado lejos, la esencia de la creación de la Nueva Mayoría fue la tesis del descontento asociado a las desigualdades socioeconómicas, que no coincide con el país que se ha dejado ver: que cree en el esfuerzo personal como razón decisiva de su progreso, que no le molesta la privatización de los servicios (sino carecer de un buen servicio), que no está dispuesto a pagar mayores impuestos para que el Estado provea más bienes públicos, que quiere que su 5% de cotización individual vaya a las cuentas individuales y no a un fondo común solidario, que sienten que su situación es mucho mejor que la de sus padres y que la de sus hijos va a ser mucho mejor que la de ellos...

La Nueva Mayoría no existe

Luego de que la DC decidiera llevar candidato presidencial propio y la decisión fuera refrendada después del episodio que enfrentó a Carolina Goic con Ricardo Rincón, la existencia de la Nueva Mayoría parece haber quedado en una nebulosa. Se sigue hablando del conglomerado, como si existiera y lo único que hubiese sucedido fuese la decisión de dividirse con miras a la presidencial y la parlamentaria. Como si lo que ocurriera luego de la primera y segunda vuelta –con alta probabilidad de una derrota–, fuese a recomponer relaciones sin mayor trauma.

Pero la Nueva Mayoría ya no existe. Está quebrada, rota. Los partidos y el gobierno renunciaron a ella. Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurra luego de las elecciones, posiblemente desde la oposición, pero ese proyecto nacido bajo la promesa de un nuevo triunfo electoral de Michelle Bachelet en 2013 ya está extinguido. Con la desaparición de este conglomerado, que apenas tuvo cuatro años de vida, se terminaron por romper los acuerdos históricos entre el centro y la izquierda –tan distantes después del golpe y de lo que sucedió–, nacidos de los acercamientos de Patricio Aylwin y Clodomiro Almeyda en los 80. La centro izquierda en Chile ya no existe y el lenguaje se debería acomodar a ello.

La Nueva Mayoría se había formado sobre la base de la tesis del descontento asociados a las desigualdades socioeconómicas: "Sabemos que hay un malestar ciudadano bastante transversal. Y aunque muchas causas puedan ser señaladas, porque siempre todos los procesos sociales tienen muchas causas, déjenme decirles que mi convicción profunda es que la enorme desigualdad en Chile es el motivo principal del enojo. Un enojo que se manifiesta, además, como desconfianza en las instituciones", señaló en marzo de 2013 Bachelet en el simbólico discurso en El Bosque cuando anunció su segunda postulación a La Moneda.

Una prueba de que la coalición no dio en el clavo en su diagnóstico es su desaparición. La mayoría social rechazó las reformas emprendidas por el Ejecutivo desde 2014 a la fecha y no solo se opuso a su puesta en práctica. Si a lo que se le hubiese quitado el respaldo fuera a su ejecución, pero aún la ciudadanía respaldara el fondo y el relato refundacional, no estaría Piñera a apenas unos pasos de convertirse en el próximo presidente de Chile, cuando justamente tiene un discurso derechizado.

Luego de la derrota de la Concertación en la presidencial 2009 no hubo ninguna reflexión de fondo ni autocrítica. Los cuatro años en la oposición en el gobierno de Piñera fueron para la centro izquierda apenas un paréntesis que se difuminó con el regreso de Bachelet a Chile y la esperanza de recuperar pronto el poder. Pero sus objetivos y maneras de hacer las cosas –aparentemente equivocadas y que no contaron con el apoyo de la mayoría, según las relecturas de hoy–, dejan en evidencia la falta de un proyecto sustantivo de este sector político, que fue víctima del propio plan de modernización que ayudó a impulsar.

El electorado volátil

Las familias que durante la época de la Concertación dejaron la pobreza para transformarse en una clase media con una identidad cultural y política de centro izquierda aparentemente se han transformado, a 2017, en una clase media emergente que parece tener preferencias electorales volátiles y que define su voto en la medida que la propuesta le hace sentido. Y a esta clase media, a esta mayoría, parece hacerle sentido el proyecto que encarna Piñera y sus promesas de crecimiento, corrección y cautela. Lo decía hace unos días David Gallagher: Chile es un país donde la mayoría de la gente está en el centro, un país postideológico, de acuerdos, que se halla en la antítesis de la lógica de la retroexcavadora.

En la vereda del frente, en cualquier caso, aparentemente no hay nada: la Nueva Mayoría –si es que se puede seguir hablando de ella–, no tiene un proyecto político claro que ofrecerle al país y, por lo tanto, debería repensarse a sí misma en un proceso que probablemente dure bastantes años. Al renunciar a su candidatura, el expresidente Ricardo Lagos lo dejaba entrever: la pérdida del poder de la centro izquierda –si es que se puede seguir hablando de ella, nuevamente–, no sería solo por un periodo presidencial.

El oficialismo vuelve a hablar del peligro de la ingobernabilidad que se acrecentaría de ganar la derecha, como si los chilenos siguieran viendo a Chile como en el pasado y no fuera realmente posible que una ciudadanía le dé una nueva oportunidad a Piñera. Pero falta menos para que se corra el tupido velo: en los discursos públicos, pero sobre todo en los privados, tanto en los partidos como en el gobierno parece estar instalada la idea de que perderán la elección y el que ganará será el expresidente.

A estas alturas, la ilusión del progresismo unido con miras a una segunda vuelta es un resquicio teórico que solo se queda en ese espacio: una ilusión. Aunque todavía el peso del Frente Amplio es una incógnita –pese a que ha dado luces de que no será un fenómeno como prometía–, al menos un 20% de su electorado buscará agudizar las contradicciones y preferirá quedarse en su casa antes que votar por Alejandro Guillier.

Cavallo, para mostrar que la supuesta minoría de la derecha lo es en los márgenes, ejemplificaba con las elecciones en que la derecha estuvo a punto...

Un 44% en el plebiscito de 1988, luego de 17 años de dictadura. Lagos versus Joaquín Lavín en 1999, con apenas 30.000 votos de diferencia.

La balanza, en esta ocasión, parece inclinada hacia la oposición. Chile dejó de ser de centro izquierda, si es que alguna vez lo fue, al parecer no tanto por las bondades de la derecha como por la descomposición propia del sector. Hasta ahora en los partidos no hay mea culpa. Tampoco en el gobierno, que rápidamente dejó irse a esa mayoría que ahora se halla en otro sitio.

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