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Gabriel Salazar: estamos en una crisis política de representación y legitimidad

¿Es legítimo un gobierno que es elegido con un 65% o 70% de abstención? "Legal sí, constitucional sí; pero legítimo no, porque está siendo elegido por una minoría ciudadana".

Por: Narayán V. Caviedes | Publicado: Lunes 14 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Gabriel Salazar, historiador social y profesor de las facultades de Filosofía y Humanidades, de Ciencias Sociales y de Derecho de la Universidad de Chile, no votó en las últimas elecciones municipales. Por primera vez en sus 80 años, este Premio Nacional de Historia en 2006 optó por quedarse en casa y no participar de la, según él, "mal llamada fiesta de la democracia".

"Decidí no votar como una decisión política, porque es absurdo seguir votando por un sistema con estas características", explica el académico e investigador del movimiento popular chileno. ¿Y cuáles son esas singularidades que empujaron a Salazar a sumarse al 65% de ciudadanos que se abstuvo? Una, la crisis de representación. Dos, la crisis de legitimidad del modelo. Tres, la desaprobación de los políticos y sus partidos. Cuatro, la molestia con la democracia liberal. Y así suman y siguen.

Para el académico, el actual sistema político y económico está estancado, en crisis, pero no muerto. Y los movimientos sociales que han surgido en las últimas décadas podrían, a su juicio, enterrar el modelo, pero aún no están preparados. Y para que lo estén falta mucho, dice el historiador. "Estos procesos son lentos", porque la revolución en curso no es a nivel de estructura, sino que de mentalidad. Y para que "el poder popular" sea una realidad podrían transcurrir 50 años más, estima Salazar.

- ¿Cómo ve al país? ¿A sus partidos políticos y sus movimientos sociales?

- Estamos en una situación de estancamiento o empantanamiento, históricamente hablando. Por varias razones. Primero, porque Chile es un país que siempre tuvo un sector y un desarrollo industrial muy relativo, muy pobre. Y después de la dictadura menos aún, ya que ahí se produjo una desindustrialización que nos llevó prácticamente a la eliminación de la industria. Entonces, un país que no tiene industria, ¿cómo puede decir que es un país moderno? Y más aún posmoderno, porque estamos viviendo un período de postmodernidad, en términos del consumismo y la tecnología, pero como consumidores y no como productores. Por tanto, nos saltamos la etapa de la modernidad que implicaba desarrollar la capacidad productiva. Nos saltamos esa etapa y ahora estamos viviendo las consecuencias. Estamos dependiendo del precio del cobre y toda la economía está absolutamente constreñida. Estamos dependiendo sólo de materias primas, como la celulosa, la harina de pescado, el salmón. Entonces aún somos un país subdesarrollado, un país primario exportador. Desde el punto de vista económico, estamos estancados. Por eso que estamos viviendo esta desaceleración, que es muy crítica si el cobre se complica más.

Por el lado político, no cabe duda que este sistema neoliberal que se instaló en Chile, después de casi 200 años de un estado liberal, está con notorios síntomas de agotamiento. Evidencia son todas las encuestas que realizan las agencias que, desde 1991, registran que la ciudadanía rechaza el sistema político, a los políticos y a los partidos políticos. En 1991 ya se constataba, como lo hizo el PNUD, que el 54% de los chilenos rechazaban el sistema político. Más de la mitad, el 91'. Hoy todas las agencias coinciden que el rechazo saltó al 90%. Y esto es muy grave, porque significa que hay una crisis profunda de representación. Y no es cualquier crisis. Casi la totalidad de la población está descontenta o no tiene confianza con los políticos y sus partidos. Esta crisis de representación se agrega a la crisis de legitimidad, por el origen del modelo en la dictadura, y a la crisis de deficiencia, en términos del desarrollo económico estancado y de una actividad que se comprime. En resumen, es una situación crítica del sistema político.

En tercer lugar, y esto sí que es nuevo relativamente, ya que no ocurría hace cien años, está la ciudadanía que ha despertado de su letargo y está, como dijo el PNUD en el 2000, produciéndose una 'ciudadanización' de la política. La ciudadanía quiere participar en el proceso político activamente, no consultivamente, como se hace normalmente. Y por eso que crítica, demanda participación, no quiere más partidos ni políticos, y aparecen asambleas ciudadanas en todas partes, que están interviniendo y tomando injerencia. La gente quiere participar y, en lo posible, promover una asamblea constituyente. Estamos en un período histórico muy interesante, con un agotamiento de un sistema político, estancamiento en el plano económico y una ciudadanía que se aburrió y está tomando 'la sartén por el mango'. Eso explica los grandes movimientos sociales de 2006, 2011, 2012, 2013, las asambleas de estudiantes por todas partes, las marchas contra las AFP. El proceso es interesante, porque hay sistemas que se agotan, pero no mueren. Y ése es el problema: hay sistemas que están agónicos, pero no saben, no quieren morir; pero no sabemos matarlos tampoco. Estamos ahí, en una situación que se alarga. El movimiento ciudadano, por primera vez en 100 años, avanza hacia allá, pero aún no sabe cómo hacerlo (matar el modelo). Aún no hay algo definido para tomar un gran paso hacia adelante en esta línea de desarrollo que tiene la ciudadanía.

- En el ámbito económico, lo que intenta hacer el actual gobierno es diversificar la matriz productiva y terminar con la profunda dependencia del cobre. En la arena política, las autoridades buscan canalizar el descontento y los movimientos sociales tienen dificultades para lograr una mayor articulación. ¿En qué puede terminar este proceso?

- Viendo la historia, hay movimientos profundos que tienen relación con la actitud ciudadana. Para el caso actual, se reflejan, por ejemplo, en la alta abstención de las últimas elecciones municipales. Lo que está ocurriendo con la ciudadanía es una revolución, aunque no de estructura, sino que de mentalidad. La revolución está ocurriendo al interior de los sujetos sociales, de los ciudadanos, de nosotros mismos. Estos procesos son de aprendizaje de nuevas conductas y olvido de otras antiguas. Estos procesos son lentos, porque son culturales, del rechazo de una cultura y adquisición de otra. Y que toda la ciudadanía la adquiera, es un proceso lento.

Mirado históricamente, este proceso comenzó hace tiempo. Comenzó, por decir una fecha simbólica, con la toma de La Victoria (30 de octubre de 1957), cuando los pobladores decidieron no elevar un pliego de peticiones, sino que se toman los terrenos, obligan al gobierno a reconocer y legalizar lo ilegal del acto que realizaron, controlan el territorio y lo gobiernan hasta conseguir lo que buscaban. De ahí comienza una actitud distinta, porque, en cambio, el movimiento obrero siempre actuó de acuerdo a la ley. El Código del Trabajo de 1931 lo respetó y ningún movimiento obrero ni líder sindical planteó la reforma a esa norma, desde el 31' hasta el 73'. Al mismo tiempo, los partidos políticos de izquierda y centro querían hacer cambios respetando la ley. Por eso el movimiento obrero actuó siempre legalmente y, al contrario, los pobladores rompen la legalidad para obtener lo que querían. Ahí comenzó a desarrollarse lo que durante el gobierno de Salvador Allende fue el poder popular. Sobre esa base, durante la dictadura aparecen las 22 jornadas nacionales de protesta (de 1983 a 1987), los 'comprando juntos', las ollas comunes, los talleres productivos. Eso es lo que está en el trasfondo, en la memoria ciudadana, especialmente en la memoria popular, y reaparece detrás de los 'cabros chicos' que se rebelaron en 2001 o 2006 y que ahora surge en otros planos. Estos procesos culturales que afectan a los sujetos sociales y los ciudadanos son de largo plazo. Por eso no podemos medirlo de acá al 2018, por ejemplo, aunque los políticos se desesperen porque hay nuevas elecciones. Estos procesos son lentos y maduran lentamente. En 1918 apareció un movimiento similar muy potente, que en sus raíces tenía 100 años hacia atrás. Porque el movimiento mutualista en Chile surgió en 1830 y emergió a la superficie como un poder constituyente por 1925, es decir, 100 años de desarrollo. Ahora, esta nueva movilización ciudadana, si ubicamos su inicio en 1957, ya llevamos medio siglo. Y recién estamos planteando poder y asamblea constituyentes. Históricamente hablando, lo que caracteriza este período es un desfase entre un sistema agotado, pero que no muere y tiene crisis que se alargan; y un tiempo político donde los políticos están desesperados, porque se dan cuenta que han perdido apoyo. Están flotando en el aire, entonces se desesperan y hacen reformas mal hechas. Por ejemplo, las reformas educacional y agraria de Eduardo Frei Montalva se dieron a conocer y todo el mundo las entendió, apoyó y aplaudió. Y se aprobaron rápida y exitosamente. La educacional tiene impacto hasta hoy. En cambio, las reformas que ahora se promovieron, no fueron bien entendidas ni explicadas, y no tuvieron apoyo ciudadano. Y por eso están todas 'a medio hacer'. Eso explica el apuro de los políticos, porque no logran encontrar el camino para hacer reformas bien hechas o perfeccionar el sistema neoliberal. No se encuentran a sí mismos.

"La democracia liberal está en crisis"

- A nivel político, qué pasa con los dos principales conglomerados. ¿Cómo se mantienen, teniendo una aprobación tan baja?

- Pensando en la última elección, se analiza al tercio de la población que fue a votar y no en los dos tercios que no lo hicieron. Si analizamos el tercio que votó, en alcaldes ganó Chile Vamos, pero en concejales ganó la Nueva Mayoría. Pero insisto, es un tercio. Yo comenzaría por el análisis de los dos tercios, porque ahí está la voluntad de la mayoría. Ellos, ¿qué están votando? Están votando contra el sistema.

- En esos dos tercios se identifica una abstención política, que es la gente que no vota porque el sistema político no lo representa. Pero también hay gente que no vota simplemente porque prefiere hacer otras cosas durante ese día. ¿Esa pasividad no es también política? Porque es desafección y desinterés.

- Sin duda. Si uno mira históricamente las elecciones en Chile, cuando los tiempos políticos eran normales y había credibilidad en los políticos, raramente la abstención pasaba el 25%, que uno puede decir es la gente que no le interesa. Pero cuando la abstención supera el 50%, hay un contenido político, porque claramente no todos son flojos. Cuando se llega al 70% de abstención, es porque hay un 50% de voto crítico, que es lo que hay que analizar. En el 30% que votó, descontaría casi la mitad de la gente que vota por tradición y responsabilidad cívica. Los que votan realmente por interés político, debe ser la mitad con suerte de ese 30%. Tampoco me extraña que haya ganado Evelyn Matthei y varias figuras de la derecha, porque la gente de derecha es más disciplinada para votar. Pero es ridículo que se sientan triunfantes, cuando ganaron con un tercio de gente que votó. Que la derecha cante victoria en esta elección, no significa nada desde el punto de vista histórico.

- Desde el punto de vista histórico, ¿qué tan riesgosa para la democracia es la alta abstención? Políticos han dicho incluso que el modelo político se puede desfondar.

- La democracia liberal está en crisis. Pero la democracia que quiere la mayoría de los ciudadanos, como no existe formalmente, no podemos decir que está en crisis. Son los políticos los que están a punto de hundirse y se dan cuenta. No los quieren. En todas partes les gritan ladrones. Ellos tienen miedo. Cuando dicen "se desfonda la democracia", es porque se desfondan ellos. Lo que la mayoría de la gente quiere es una democracia participativa. Pero no tenemos experiencia de eso, porque la democracia del 30' al 73' no era participativa, sino que 'peticionista'. Uno elevaba un pliego de peticiones y marchábamos pidiendo. Si no llegaba, protesta. Eso no es democracia participativa. Entonces, no sabemos lo que es participar. Estamos acostumbrados a marchar. Los estudiantes llevan 10 años marchando y recién se dieron cuenta que ellos tienen que presentar una propuesta de reforma. Ellos e imponerla. No esperar que los inviten a una mesa de diálogo, porque no se resuelve nada. No se sabe participar soberanamente, sí marchar por las calles y pedir. La ciudadanía tiene que tener este aprendizaje y eso es lo que falta. He tenido contactos con las asambleas de Magallanes, Calama, Freirina. Y las que siguen funcionando, lo que quieren es participar activamente en la administración y control de las grandes empresas que sacan las riquezas naturales de sus territorios. Que es lo que ocurre en Calama. En Freirina no quieren que les contaminen el aire y el suelo. Y quieren participar localmente. El miedo que tiene la clase política es perder su trabajo, porque la democracia que se construye desde abajo es mucho más democrática que la actual, que es 'pseudorepresentativa'.

- Algunos movimientos sociales deciden no participar del sistema democrático formal. Pero otro sí, y ocurre que salen viejos políticos y entran los Gabriel Boric, Camila Vallejo y Jorge Sharp. ¿Cómo analiza a quienes optan por este camino?

- Ese es un problema viejo de la historia de Chile. Todos los descontentos con el sistema político, desde 1830 hasta hoy, están molestos con el sistema, pero no saben cambiarlo. Entonces, la tendencia normal es aceptar el sistema, jugar sus reglas, participar en las elecciones, convertirse en diputados y senadores del sistema e intentar cambiarlo desde dentro. Eso hizo el Partido Liberal, en 1850 y 1860. Entró al sistema, se quedó adentro y no lo cambió. Lo mismo hicieron los partidos Radical, Democrático, Obrero Socialista, todos. Se pueden dividir en centro, izquierda y derecha, y queda bonito, pero a la larga juegan con eso y cuando hay que defender el sistema, lo defienden todos. Por eso, nunca los políticos han cambiado la Constitución.

- Pero hoy los políticos que provienen del mundo social sí plantean cambiar la Constitución.

- ¿Lo van a lograr desde dentro? Porque recordemos todo lo que intentó la Democracia Cristiana, con Frei Montalva, y la Unidad Popular, para cambiar el sistema desde su interior. Y Allende se la jugó entero por cambiar el modelo sin cambiar la Constitución e, incluso, la defendió. Si no lo hizo Allende y Frei Montalva, ¿espera que lo va a hacer Giorgio Jackson o el diputado Iván Fuentes, que era dirigente y hoy es un número más? Históricamente, en Chile nunca ha ocurrido eso. Partido que entra, se queda.

- Pensando en las elecciones presidenciales, pero con el antecedente de las municipales, ¿es legítimo un gobierno que es elegido con un 65% o 70% de abstención?

- Legal sí, constitucional sí; pero legítimo no, porque está siendo elegido por una minoría ciudadana, donde una mayoría no se manifestó sobre qué gobierno iba a elegir. Pero es legal y constitucional. Significa que esta crisis se va a alargar, porque gane quien gane la próxima elección, será electo por una minoría.

- En consideración del momento histórico, ¿es irrelevante que gobierne la derecha o la Nueva Mayoría?

- Si gobierna la derecha no harán cambios profundos, porque el modelo es de ellos. Harán reformas puntuales, de carácter populista. Lo que sí es claro, es que un gobierno de la Nueva Mayoría desconcierta más a la población que tiene espíritu crítico, que Sebastián Piñera. Sebastián Piñera concita un mayor rechazo. Puede radicalizar el movimiento popular ciudadano. En cambio, otro gobierno de la NM sólo lo desconcierta. De todas formas, no hay mayor incidencia, porque ambos son neoliberales, aunque con énfasis distintos. Ambos tienen cerca de 10% de aprobación. Lo más probable para los próximos años es la reiteración de la misma situación y la única variable es el lento proceso de desarrollo de la ciudadanía y los sujetos sociales. En todo Chile hay gente reuniéndose para pensar la situación, pero como ciudadanos. Algunos tímidamente, otros pensando en asambleas constituyentes. Pero todos están en reflexión.

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