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La crisis en el PS: el Queen Mary en peligro de naufragio

Ha quedado al desnudo un partido clientelar con un proyecto colectivo desdibujado.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 3 de noviembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Se le atribuye a Carlos Altamirano la comparación: el Partido Socialista es como el Queen Mary, el

trasatlántico británico que, pese a los años, era imbatible. Lo repiten los dirigentes actuales: en todos los lugares de Chile –hasta en sitios recónditos–, resiste la clásica militancia socialista. No la del clientelismo que aparece acarreada de votación en votación interna para empujar la carrera de algún caudillo –que aún no tenemos identificados del todo–, sino la de los viejos cuadros históricos que incluso resistieron los 17 años de régimen.

El PS puede ser como el Queen Mary, pero desde los tiempos de Altamirano a los actuales ha pasado bastante agua bajo el puente.

No en Chile, sino en el mundo, las democracias sufren crisis de representatividad: un alejamiento entre representantes y representados que, a días de las parlamentarias y presidenciales locales, tienen a las autoridades y políticos chilenos cruzando los dedos porque la abstención no se siga disparando. De acuerdo a la última CEP, un 58% de los chilenos ni se identifica ni simpatiza con ninguna de las coaliciones y, como lo reflejan distintas preguntas, el interés por la política es mínimo.

En definitiva –seguramente con el pesar de don Carlos–, los trasatlánticos del pasado pueden dejar de serlo, simplemente porque comienzan a carecer de propuestas atractivas que identifiquen a la gente y están en constante riesgo de quedarse sin legitimidad ante los pueblos.

Pero del cuadro general, a los problemas particulares: el PS chileno –que al menos durante los 27 años de democracia ha sido uno de los partidos articuladores del entendimiento entre el centro y la izquierda, actualmente desaparecido–, en los últimos meses se ha mostrado como un partido clientelar sin proyectos colectivos nítidos. Algunos sectores comienzan a afilar los cuchillos con la mirada puesta en la directiva, encabezada por el exministro Álvaro Elizalde. Pero sin excusar a los actuales dirigentes, que han exhibido una gestión política deficiente en diferentes episodios entre 2016-2017, los problemas profundos del partido se arrastran desde hace bastantes años. Los responsables se hallan probablemente en cualquiera de las decenas de fracciones que “conviven” al interior del PS. Se trata de un problema de orgánica, sin duda: de un partido de cuadros y de militantes de base, como el PC, se pasó a un partido de masas con un modelo clientelar que hace a andar la máquina con determinadas coyunturas (como la búsqueda de firmas para candidatos presidenciales independientes).

Pero también se trata de un asunto ideológico y programático. Porque, ¿en qué cree el PS hoy?¿Es el partido pro Concertación –cuyos líderes parecen desplazados– o los pro Nueva Mayoría que son en parte responsables de la derechización del país?

Noticia en desarrollo

Como suele suceder en política, los escenarios no son blancos o negros. Aunque sea grande la tentación de presagiar un terremoto de magnitud en las filas socialistas post 19 de noviembre, conviene un poco de cautela. El sismo –de haberlo– dependerá en buena medida de los resultados que consiga el partido en las parlamentarias.

Salvo las escasas voces optimistas que todavía consideran posible el triunfo del senador Alejandro Guillier –sobre la base de la movilización del electorado de centroizquierda–, el cuadro de mayor realismo apunta a una derrota de la presidencial ante Sebastián Piñera. Para el PS, según detallan desde dentro de la colectividad, será importante la diferencia de votos que obtengan ambos candidatos en primera vuelta. Si la diferencia se acerca a los 20 puntos, como algunos pronostican, el escenario se complica para aquellas fuerzas internas que apostaron por el senador por sobre Ricardo Lagos.

Pero la presidencial, mal que mal, es una culpa repartida entre varios. En una eventual derrota tendría responsabilidad el propio candidato, su comando, el gobierno –la presidenta en especial–, y los partidos de la Nueva Mayoría. Aunque fue el PS quien selló la suerte de Lagos y José Miguel Insulza en aquel comité central de diciembre –donde de paso se sepultó la posibilidad de una primaria–, finalmente es una culpa repartida.

Donde se definirá la intensidad del terremoto –de haberlo–, será en la cantidad de diputados y senadores que logre elegir el partido.

Hasta ahora todo indica que en diputados se alcanzaría un buen resultado en la Cámara Baja. Actualmente tienen 17 y se habla de conseguir entre 20 y 24. De obtener buenas cifras, para algunos se daría por conseguida la ambición de los actuales dirigentes del PS de convertirse en la mayor fuerza de centroizquierda, por lo que apostaron a presentar duplas potentes en sus candidaturas a diputados.

Los problemas, como se sabe, están en la senatorial. Isabel Allende, Camilo Escalona, José Miguel Insulza y el propio Elizalde peligran seriamente. De resultar ciertos los negros vaticinios electorales –una derrota en cadena y el Sorpasso del PPD en el Senado–, los afectados inevitablemente comenzarán a buscar a los responsables. Nuevamente, hay dos posibilidades: cargar contra los que moderaron el partido durante 27 años o contra los que defendieron la existencia de la Nueva Mayoría y se resisten a aceptar que el diagnóstico sobre el que fue fundada estaba en parte equivocado.

Una tercera opción: si la presidencial se pierde –pero no llega a ser obscena la diferencia entre Guillier y Piñera en primera vuelta–, el PS consigue una buena cifra de diputados y al menos un senador, no se vislumbra que las fuerzas opositoras a la actual mesa tengan la fuerza para descabezar al partido. Pero todo esto es una película en desarrollo.

El PS en un Chile derechizado

La izquierda está fragmentada y actualmente es un archipiélago de una veintena de partidos o colectivos que tienen poca capacidad de dialogar. No es que la izquierda en Chile haya estado siempre unida –las tragedias del país están unidas a las divisiones de la izquierda, dice Carlos Ominami–, pero la descomposición del sector probablemente es el de mayor profundidad de las últimas décadas.

Chile –de acuerdo a la última encuesta CEP– se ha derechizado. Si hace justamente cuatro años un 14% de los chilenos se identificaba con la derecha, ese porcentaje ha subido a un 20%. Quienes se identifican con la izquierda, a su vez, han bajado de 25% a 16% si se compara el mismo período, septiembre-octubre de 2013 con septiembre-octubre de 2017. ¿El centro? El centro se ha socavado. Si a fines del gobierno de Piñera representaba un 35% –históricamente había estado en torno a un tercio–, ahora bajó a un 28%. Y todo esto sucedió –precisamente– durante los cuatro años de vida de la Nueva Mayoría, que intentó infructuosamente ser expresión de una izquierda minoritaria.

No es un panorama fácil para que el PS entre en la categoría de “recuperable”, en el sentido que sea. Con una izquierda fragmentada y con un país derechizado, aunque los resultados electorales del partido no sean desastrosos –como algunos pronostican y quieren–, al socialismo chileno le urge comenzar a responder la pregunta: ¿Qué es el PS hoy?

En el socialismo algunos todavía parecen incómodos con aquella renovación que dio por superados los estatutos de hace medio siglo que indicaban que se trataba de un partido anti mercado y anti capitalista. La colectividad desde fines de los 70 renunció a una economía centralmente planificada como la soviética y comenzó a aceptar el mercado como una buena herramienta de asignación de recursos que, con una regulación fuerte, fue la base de la política de la Concertación que ahora a algunos les avergüenza o al menos consideran superada.

Dado el rechazo que parece provocar esta línea –representaba por Lagos y que explica en parte que el partido le haya dado vuelta la espalda–, ¿es realmente viable que se restaure algo parecido a la Concertación?¿Es posible reconstruir ese encuentro entre los demócratas, la alianza entre la DC y el PS?¿Cuál es, entonces, la alternativa?¿Que la colectividad aspire a ser el engranaje central de la izquierda chilena desde la oposición, retomando una identidad perdida por casi tres décadas de travestismo político con los democratacristianos?¿Sobre la base del diagnóstico del descontento y la refundación?

El PS estará en una disyuntiva histórica porque lo que realmente no parece factible es una nueva alianza entre los comunistas y la DC. Pero cualquiera sea el camino por el que opte el PS en la larga noche en la que entrará la centroizquierda chilena luego del 19 de noviembre –va a cargar por muchos años con la culpa de haber bajado a Lagos–, deberá repensar si el partido resiste episodios como el de Atacama y las narcorredes. Sin capitanes a la altura, hasta un Queen Mary podría naufragar.

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