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La oposición sin Bachelet, segunda parte

Como entre 2010 y 2014, Bachelet deja el país y a su sector, ahora dividido entre el centro y la izquierda. Pero ahora el panorama es distinto.

Por: Rocio Montes | Publicado: Viernes 10 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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Como sucedió en 2010, cuando Michelle Bachelet abandonó Chile por estas mismas fechas para radicarse en Nueva York, como directora de ONU Mujeres, nuevamente la expresidenta abandona el país, en esta ocasión para instalarse en Ginebra, como nueva Alta Comisionada de los Derechos Humanos en la ONU. Un cargo que dura cuatro años, renovable, que es el segundo puesto en la línea de mando del organismo internacional.

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Pero el escenario que se configura –con una oposición nuevamente sin Bachelet–, es distinto al de hace ocho años. Y por varias razones.

Es verdad que, como en 2010, la socialista sigue siendo la principal figura del sector. Es cierto, también, que su nuevo cargo en la ONU demuestra que a la comunidad internacional le importa poco la interna de la política chilena. Pero a nivel local, Bachelet no es la misma de 2010. Cuando dejó por primera vez la presidencia, lo hizo con un 84% de apoyo, según la Adimark. Ahora, de acuerdo a la misma encuesta, cerró su gobierno con un 39%. Es cierto que la figura presidencial al parecer nunca gozará de los índices del pasado –es una tendencia que se observa desde el primer gobierno de Sebastián Piñera–, pero Bachelet internamente no goza de la misma fuerza de hace ocho años. Aunque la expresidenta siga siendo para la oposición el único espejismo en medio del desierto.

Pero no hay que confundirse. Aunque los principales líderes partidarios de la ex Nueva Mayoría acostumbran a rondar en torno a su figura –en la premiación de la Alianza Progresista de abril o en la reciente inauguración de su fundación– para los partidos opositores finalmente representa un alivio la salida de Bachelet del cuadro político nacional: parece un árbol que da demasiada sombra.

A diferencia de hace ocho años, cuando desde los propios partidos se mantuvo un inmovilismo asombroso a la espera del retorno de la socialista para regresar a La Moneda, ahora en la primera línea de las dirigencias existen varios presidenciables (Álvaro Elizalde del PS, Heraldo Muñoz del PPD…). Que Bachelet se radique en Ginebra despeja el camino para la generación de nuevos liderazgos en la oposición, aunque está por verse si es un proceso fructífero. Si hace ocho años era popular, nunca cerró del todo la puerta al regreso y esa posición dificultó una renovación, ahora la expresidenta se ha esmerado en enfatizar que no habrá una tercera candidatura.

En el círculo de Bachelet saben de las reticencias que, finalmente, despierta la expresidenta en los partidos de su propio sector político. Finalmente, eso explica que, al presentar su fundación, por ejemplo, haya recalcado que se trabajaría en colaboración con las instituciones y centros de pensamientos de los partidos políticos, a modo de complemento. Como explica un dirigente cercano a Bachelet: “En política, es peligroso hacerse el peligroso”.

Pero el sector ha cambiado mucho en esta última década. Ahora, a diferencia de 2010, se encuentra en una crisis de mayor profundidad. La oposición no solo no tiene líderes –que Bachelet se haya apartado del camino no asegura de ninguna forma que exista una renovación exitosa–, sino que el centro y la izquierda rompieron su alianza histórica que se fundó a mediados de los ochenta. Hace ocho años, la inclusión del PC empujada por Bachelet prometía recuperar una mayoría política que la Concertación había perdido. Ahora, la centroizquierda –dividida en el centro y la izquierda– no tiene política de alianzas. El centro está totalmente debilitado, en un escenario que solo fortalece al Frente Amplio y a que la derecha se mantenga en el poder.

Con Bachelet en Ginebra, ¿quién defenderá ahora el legado de su segundo gobierno? ¿No jugará ningún papel en la recomposición del sector? ¿Está totalmente descartada una tercera candidatura?

En su círculo señalan que nadie podría negar que el programa de gobierno de Bachelet es el eje articulador de la oposición, pero lo cierto es que con la expresidenta afuera, parece improbable que desde los partidos se aboquen con entusiasmo a esa labor. La fundación que deja tampoco parece una plataforma política para el retorno, como era Dialoga de la época de Rodrigo Peñailillo.

Desde marzo a la fecha, Bachelet no había jugado ningún papel protagónico en la recomposición de su sector, pero se había mostrado dispuesta a colaborar desde sus posibilidades y entregado algunas luces. En abril habló de la necesidad de que “las generaciones de antes y las de ahora” sigan empujando las causas de la justicia social y las libertades, en un claro guiño al Frente Amplio, donde la valoran tanto como a Ricardo Lagos. Había manifestado su interés en el modelo portugués, donde el primer ministro socialista gobierna con la ayuda de los comunistas y el bloque de Izquierda en el Parlamento, pero sin que estas dos fuerzas lleguen a formar el gobierno (en un segundo guiño el Frente Amplio). Con Bachelet fuera de Chile, sin embargo, deberá guardar silencio sobre la política coyuntural y no jugará ningún papel en la resurrección de un sector en problemas.

Sobre una tercera candidatura a La Moneda, se cierran los espacios. En diciembre de 2021 el actual secretario general de la ONU, Antonio Guterres, cumple su periodo y la próxima carta para liderar el organismo corresponde a una figura de América. El interés de Bachelet parece estar menos en Chile que en el extranjero, pero en política nunca se sabe.

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