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Las claves del nuevo gabinete y lo que se juega Piñera

El presidente electo, a diferencia de hace cuatro años, parece valorar más la política a la hora de la conformación de su equipo.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 5 de enero de 2018 a las 04:00 hrs.
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El primer gabinete de Sebastián Piñera de 2010 estuvo compuesto en su mayoría por técnicos, ejecutivos exitosos y de escasa vinculación con los partidos de la derecha. Fue un gabinete de los gerentes –como se le llamaba extraoficialmente, con cierta distancia–, que recibió instrucciones en un pendrive y que asumió con un mandato específico: poner énfasis en la gestión.

El golpe de efecto logrado por Piñera hace ocho años fue indudable, porque logró sorprender. Era una apuesta atrevida que se perfilaba con la promesa de hacer algo distinto desde el Ejecutivo. El presidente electo pretendía abandonar el tradicional “cuoteo político” y definir un sello propio a través de la pretenciosa denominación de “el gobierno de los mejores”. Y con el convencimiento de que se podría avanzar en 20 días más de lo que otros habían avanzado en 20 años –causa de la irritación que todavía produce el estilo de Piñera entre sus adversarios–, logró instalar en la primera lína del gobierno a nombres que resultaban desconocidos para la ciudadanía: Camila Merino (Trabajo), Alfredo Moreno (Cancillería), Laurence Golborne (Minería), Ricardo Raineri (Energía), Felipe Morandé (Transportes) o Carolina Schmidt (Sernam).

Como era de esperar, la apuesta impactó y condicionó la relación del Ejecutivo con los partidos de su coalición. Y el relegado mundo político levantó críticas a La Moneda apuntando primero a problemas de comunicación, para luego sincerar el desgaste generado por lo que se consideró casi un “desprecio” de Piñera por la política.

Pero en 2011, antes de la mitad de su mandato, dio un giro. Las incorporaciones de figuras como Evelyn Matthei, Pablo Longueira, Andrés Allamand y, en particular, de Andrés Chadwick al gabinete fueron una señal inequívoca de que el mandatario había optado por enmendar el rumbo y su administración terminó –quizás demasiado tarde– con una relación más horizontal con el mundo de los partidos. Se reinstaló –si se quiere– una forma tradicional de ejercer la política.

En este paréntesis de cuatro años de Piñera fuera de La Moneda, el presidente electo demostró haber aprendido la lección. El Piñera de hoy es más político. Se le reconoce el mérito de haber dejado en la hábil muñeca de Chadwick la tarea de armar una coalición en que las colectividades (RN, UDI, Evópoli y el PRI) estuvieran representados y se sintieran acogidos. Hoy en día, existe cierto consenso en que Chadwick volvería a Interior en este segundo mandato.

La principal apuesta de estos días, por lo tanto, es que a diferencia de lo que ocurrió hace ocho años, el gabinete va a estar integrado en su mayoría por políticos con historia y por figuras con vínculos gruesos con los partidos de Chile Vamos. Una señal clara en ese sentido fue la decisión tomada hace meses por figuras como Alberto Espina, Hernán Larraín, Cristián Monckeberg y Nicolás Monckeberg de no haber respostulado al Senado y la Cámara: son nombres que, en las apuestas, corren con ventaja como futuros integrantes del nuevo gobierno.

Otra señal contundente es la manera en que se trabajó la conformación del nuevo equipo de gobierno de Piñera, para el cual se deben llenar casi 200 cargos de primera línea entre ministros, subsecretarios, intendentes y jefes de servicio. Si hace ocho años esta función quedó en manos de personas como Cristián Larroulet, María Luisa Brahm y Miguel Flores (de Libertad y Desarrollo, Instituto Libertad y Fundación Jaime Guzmán, respectivamente), en esta ocasión el primer filtro o las primeras sugerencias de nombres fue encomendado directamente a los cuatro partidos de Chile Vamos.

Las listas con sus respectivos candidatos ya fueron entregadas y en los próximos días, cuando Piñera anuncie su equipo de ministros, se sabrá en definitiva cuánto pesó la voz de las colectividades.

Proyección y negociación

La mayor valoración de Piñera por la política no responde solo a una mayor “madurez” del mandatario electo, sino que pesa también el pragmatismo que lo define en varios aspectos. La gran lección de su primer gobierno es que la sucesión fue un fracaso no solo porque la derecha tuvo al frente a una Michelle Bachelet imbatible, sino porque justamente ese descuido de la política que marcó su primera administración tornó inviable la generación de liderazgos potentes para proyectarse.

Hoy la postura de Piñera es diferente. De hecho, a las cabezas de los partidos de Chile Vamos les pidió que, al momento de elaborar sus listados, incluyeran posibles colaboradores que estuvieran dispuestos a asumir eventuales candidaturas. No solo pensando en las presidenciales de 2021, sino en particular en las primeras elecciones de intendentes, que se realizarían junto con las municipales de 2020.

La apuesta de este nuevo gobierno es asegurar el legado y no volver a entregar la banda presidencial a un adversario político al cabo de cuatro años, como lo deberá hacer la presidenta Michelle Bachelet.

Pero no es el único requisito que define a este nuevo gabinete. La capacidad de negociar y llegar a acuerdos es quizá de mayor importancia: en un vecindario donde ninguna fuerza política tiene mayoría absoluta en el Congreso, la articulación será una de las virtudes mejor recompensadas de los colaboradores del Presidente.

Piñera y sus colaboradores están atentos al debate en la DC luego de la disposición mostrada por ciertas figuras del partido para buscar entendimientos con el futuro gobierno, porque es una discusión abierta en varios sectores del actual oficialismo: la postura que asumirán cuando vuelvan a ser oposición. Con la Nueva Mayoría en pleno debate sobre su futuro, la posibilidad de que ciertos cuadros del centro o la izquierda se abran a acuerdos con la Administración piñerista no pasan inadvertidas para Apoquindo 3000. Conscientes de que la gobernabilidad no pasa solo por el orden en sus propias filas sino por la viabilidad de llegar a acuerdos políticos con parte de la oposición, el perfil de las futuras autoridades bien podría estar determinado por cualidades como la capacidad de negociación con el adversario.

Hoy en Chile Vamos se asume que el factor Frente Amplio y la crisis terminal de la Nueva Mayoría son factores que facilitarían el descuelgue de sectores de centro, sobre todo de la DC, que ven amenazada su propia identidad ante eventuales acuerdos con la izquierda radical. Los independientes y estos sectores críticos dentro del actual oficialismo, por lo tanto, serán el principal vehículo para la búsqueda de acuerdo puntuales en la futura administración.

Las expectativas

Otra clave importante para entender al nuevo equipo de gobierno tiene que ver con el manejo de expectativas, un factor que le jugó en contra a Piñera durante su primer mandato luego de una primera campaña presidencial en la que hizo promesas inalcanzables, como poner fin a la delincuencia.

Tras una reciente campaña en la que no hubo promesas grandilocuentes, el foco del primer año va a estar puesto en la reactivación económica en un período en que se presume habrá un reimpulso, sin duda una de las fortalezas más importantes de Piñera como candidato. Para ello será clave el papel de quienes lideren este equipo sectorial, donde nombres como el ex Banco Central Rodrigo Vergara o el economista José Ramón Valente suenan como cartas con importantes opciones.

Pero como entra con ciertas ventajas en este frente, el empresario tendrá que hacerse cargo de temas que no solo cruzaron la campaña de la segunda vuelta, sino que asoman como las principales banderas de movilización por parte de sectores como el Frente Amplio. En particular, la postura del gobierno respecto de la gratuidad en educación –donde el debate se centrará en dejarla hasta el sexto decil de menos recursos o aumentarla–, y la universalidad respecto de la educación técnica.

Piñera, asimismo, deberá resolver la compleja ecuación en materias de carácter valórico, donde no existen posturas unívocas en Chile Vamos y en las que uno de los nuevos stakeholders del conglomerado

–Evópoli– ha mostrado una apertura que incomoda a los sectores más conservadores de la UDI y RN.

Por último, tiene que hacerse cargo también de las expectativas internas: la carrera por la sucesión. Con cartas ya lanzadas de cara a 2021 como Felipe Kast, Manuel José Ossandón y José Antonio Kast, deberá mover con cautela las piezas del tablero ministerial, uno de los trampolines más eficaces a la hora de proyectar candidaturas presidenciales.

Los ejemplos más claros y frescos en la centroderecha están en que todos los aspirantes en la elección de 2013 salieron del gabinete: Golborne, Allamand, Longueira y Matthei.

En esta ocasión, ninguno de los Kast ni Ossandón están considerados como ministeriables, pero sí alternativas que también buscan perfilamientos propios: el exsenador y amigo personal de Piñera, Alberto Espina, es un ejemplo. Lo mismo el senador Francisco Chahuán. RN, además, incluyó en su listado al también miembro de la Cámara Alta, Andrés Allamand.

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