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Los desafíos del PS sin Bachelet

El partido está en la oposición y sin coalición ni Bachelet en el horizonte. En una colectividad que tiende a la fragmentación y a las luchas intestinas, al menos seis dirigentes corren a La Moneda.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 1 de marzo de 2019 a las 04:00 hrs.
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No es nada nueva la complicada vida interna del Partido Socialista. Es un partido que tiende a las fracciones y a las alianzas entre unos y otros que van y vuelven. La que antes era una dupla de hierro, por ejemplo, hace tiempo está rota: la del exsenador Camilo Escalona y el exministro Osvaldo Andrade, que lideran respectivamente el “escalonismo” y una corriente llamada “convergencia”. La Nueva Izquierda, la de antes, por lo tanto, no es ahora la misma. Tampoco es una sola la Renovación Socialista, que este 2019 cumpliría 40 años: Jorge Arrate lleva 10 fuera del partido y sus principales líderes, como el exsenador Ricardo Núñez, parecen haber optado por no cumplir un papel de primera línea (aunque esta semana se le ha visto en animadas conversaciones políticas con los líderes de la juventud, lo que algunos interpretan como un regreso a las canchas con miras a los meses cruciales que vienen para el PS). Ahora se habla de la renovación de Fernando Krauss, renovación de Aguilera (los partidarios del alcalde de San Ramón, expulsado) y la renovación del diputado Marcelo Schilling. No existe, por lo tanto, una sola corriente renovada.

En definitiva, para comprender las cambiantes fuerzas intestinas del PS conviene tener a mano un lápiz y un papel, pero serviría de poco: no resulta nada nítida la postura de unos y otros, lo que hace pensar que lo que está en juego no son distintas miradas de fondo, sino sobre todo disputas de poder. ¿No es acaso la falta de propuestas sustanciales que sintonicen con la ciudadanía una de las causas de la grave crisis de los partidos, que parecen condenados a la irrelevancia? No es un asunto que competa solo al PS, por cierto, pero tampoco el PS ha tenido éxito –de haberlo intentado– en la transformación de la política. Las intrincadas luchas internas y los personalismos son probablemente síntomas de alguna crisis mayor. Aunque podría leerse como una virtud, el PS tiene al menos ¡seis! posibles nombres para La Moneda 2022, aunque ninguno aparece entre los presidenciales de la última encuesta CRITERIA: José Miguel Insulza, Máximo Pacheco, Fernando Atria, Álvaro Elizalde, Carlos Montes, Juan Gabriel Valdés…

Para ordenar el naipe interno: el senador y presidente del partido, Álvaro Elizalde –que pertenece a la corriente de los terceristas, la de Ricardo Solari, y tiene en su mesa a Andrés Santander como secretario general y a Escalona como vicepresidente– fue respaldado por el 66% en el XXI Congreso del PS de enero pasado. Como suele suceder, hubo distintas lecturas acerca del resultado: para la disidencia –que es otra caja de Pandora, compuesta por grupos diferentes– el 31% de rechazo hacia la gestión de Elizalde representó una incipiente muestra de fuerza de quienes no apoyan a la actual directiva con miras a las elecciones internas del próximo 26 de mayo. El desafío para los grupos minoritarios dentro del partido será lograr en las próximas semanas –hasta mediados de abril, la fecha límite para definir las postulaciones– una articulación que les permita constituir una alternativa competitiva.

Por el lado de la disidencia existen distintos nombres dando vueltas: el diputado Schilling y el diputado Marcelo Díaz (de la corriente Alternativa Socialista). La fracción Izquierda Socialista, de Atria y Ernesto Águila, es otra fuerza relevante que deberá jugar un papel en las semanas que vienen. Como todavía Elizalde no despeja si apostará por ser nuevamente presidente –aunque es altamente probable, con lo que quedaría con la primera opción de triunfo– en el PS se habla de que podría surgir una mesa de consenso liderada por el senador Carlos Montes (aunque requeriría del apoyo de los sectores mayoritarios y del propio Elizalde).

¿Por qué importa tanto esta elección interna? Porque será la nueva directiva del PS la que liderará el partido hasta al menos mayo de 2021, en una época de importantes definiciones electorales: en octubre de 2020 son las elecciones de gobernadores y municipales y, luego, en noviembre de 2021, las parlamentarias y presidenciales. La mesa del PS elegida en mayo próximo deberá en buena parte tomar las principales decisiones en materia presidencial, que han comenzado a tomar forma. En febrero, Escalona propuso que la colectividad debería realizar unas primarias internas y cerradas para la militancia antes de las municipales de octubre de 2020. De esa forma, explicaba el ex senador, el candidato del PS podía recorrer el país en campaña.

A la actual directiva de Elizalde se le reprochan las definiciones presidenciales en la última elección, incluyendo el sangramiento público de Ricardo Lagos –para muchos innecesario– y la apuesta fallida por el senador Alejandro Guillier. Se le enrostra la falta de un análisis profundo sobre las razones de la derrota en la última elección. La estrategia de judicializar la política –con las presentaciones a la Contraloría del primer semestre de 2018- son objeto de debate. Lo mismo que la decisión de restarse de las comisiones convocadas por el Gobierno, cuando hasta dirigentes del Frente Amplio fueron parte de las instancias. Los disidentes a Elizalde y compañía hablan de la irrelevancia del PS, de la falta de una estrategia política…

Desde el oficialismo socialista, en tanto, se indica que el PS es el partido que tiene la mayor bancada de la exNueva Mayoría, que tiene las presidencias de ambas cámaras, que la unidad de la oposición no solo depende del PS y que no son pertinentes las críticas sobre la irrelevancia del partido, cuando la colectividad y el propio Elizalde son interpelados continuamente por el Gobierno y el Presidente, que los han llegado a acusar de obstruccionistas y antipatriotas.

No es fácil el escenario para el PS, que está en medio de una oposición dividida y a diferencia de lo que ocurrió en 2010-2014, no tiene a Michelle Bachelet en el horizonte. Por tanto, parece no ser adecuada la fórmula que desplegaron los socialistas en el primer gobierno de Sebastián Piñera: sostener la estantería mientras la doctora regresaba de NYC. En medio de una crisis general de la política y sin figuras fuertes para disputar La Moneda, la colectividad tiene una labor compleja por delante. ¿La discusión sobre la política de alianzas que termine definiendo el partido, desde la DC al Frente Amplio, privilegiando el vínculo con la DC o con la izquierda? Tampoco parece haber nada de fondo en aquel debate.

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