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Los pilares de la política de los consensos de Piñera

Blumel, la coordinación con Chile Vamos y el trabajo prelegislativo son las armaduras con las que el gobierno pretende avanzar con su agenda en un Congreso sin mayorías.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 16 de marzo de 2018 a las 04:00 hrs.
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Luego de los anuncios del domingo del presidente Sebastián Piñera, en la línea de restablecer las confianzas y convocar a grandes acuerdos nacionales -infancia, seguridad, salud, superación de la pobreza y paz en la Araucanía-, con el arranque del nuevo periodo legislativo esta semana se comienza a observar la forma en que el Ejecutivo piensa aterrizar esos intentos de entendimientos en el Congreso.

La oposición, en paralelo, empieza a mostrar sus nuevas dinámicas, internas y externas. La instalación de los liderazgos que quedan parados. Con la Nueva Mayoría desaparecida, los acuerdos con el Frente Amplio de conformación de las mesas de la Cámara y el Senado parecen menos la extensión de una alianza política que los estertores de una coalición quebrada y extinguida.

En los primeros días de la semana se observó una especie de luna de miel entre el Gobierno y la oposición, al menos en el Congreso, pero en ambos lados de la acera se tiene consciencia de que este período será bastante estrecho.

La diputada del Partido Humanista Pamela Jiles habló de los Blumel Lovers, en referencia a determinadas señales del Frente Amplio con el titular de la Segpres, Gonzalo Blumel, como la visita del lunes a La Moneda de nueve de sus 20 diputados para pedir una reunión de trabajo con el secretario de Estado. Pero no pasará mucho tiempo, dicen en el oficialismo y la oposición, para que el ambiente en el Parlamento deje de ser amistoso, para tranquilidad de Jiles.

Esta segunda administración de Piñera, como está a la vista, no quiere repetir los errores de 2010-2014. En los cuatro años del primer gobierno, la relación entre La Moneda y su propio sector político fue compleja. El fuego amigo fue eficiente y hubo parlamentarios que finalmente terminaron de ministros como una forma del presidente, probablemente, de calmar los balazos desde Valparaíso. La nueva gestión, consciente de que ese escenario no puede repetirse, ha dado importantes señales de empatía hacia Chile Vamos. La última fue hace menos de 24 horas, en Cerro Castillo, en una reunión liderada por el Presidente con su coalición para coordinar al oficialismo al comienzo del período legislativo.

El gobierno no tiene ni una receta ni una fórmula para alcanzar los acuerdos nacionales a los que aspira Piñera. En otras palabras, no habrá un formato único. Pero existen algunas directrices fundamentales.

Por una parte, no se trabajará sobre la base de una hoja en blanco ni en comisiones técnicas como las impulsadas por Michelle Bachelet, con una buena cantidad de miembros y amplios plazos de trabajo. Se entiende que el gobierno ganó las elecciones con un 54% sobre la base de un programa, por lo que tiene un mandato democrático para llevar a cabo su proyecto. Fue un texto trabajado durante los cuatro años en la oposición, coordinado por el propio Blumel, que contiene los fundamentos de un plan de trabajo que la derecha pretende respetar en la medida de lo posible.

Diálogo: Institucional y no a cuentagotas

Pero el oficialismo no está en condiciones de imponer nada en un Congreso sin mayorías, donde la oposición no solo tiene las presidencias de la Cámara y del Senado -en manos de los socialistas Maya Fernández y Carlos Montes, respectivamente-, sino que las presidencias de todas las comisiones (salvo la de Zonas extremas, que presidirá la diputada RN Aracely Leuquén). Con esta dificultad adicional -con una oposición que maneja de alguna forma los ritmos del debate-, el gobierno tiene en su poder la herramienta de las urgencias pero, sobre todo, la necesidad del diálogo.

A partir de las propuestas elaboradas y del propio programa, los cinco grandes acuerdos nacionales se comenzarán a trabajar, por lo tanto, antes de que lleguen al Parlamento. Es decir, el trabajo pre legislativo será fundamental. Los acuerdos se comenzarán a buscar en la casa propia, Chile Vamos, para luego ampliarse a la oposición. El Ejecutivo busca formar equipos de trabajo de unas ocho a 10 personas, constituidos por parlamentarios, ex dirigentes y la propia sociedad civil para que se trabajen desde el punto de vista político, no solo desde una perspectiva técnica.

Lo que busca La Moneda no es que estos grupos debatan sobre la base de un proyecto de ley específico, sino en relación de determinados temas. En el caso de seguridad, por ejemplo, deberían trabajar sobre la reforma a las policías, el papel de los municipios y sociedad civil, la reinserción y rehabilitación, la Ley Antiterrotista y los cambios a la Ley de Inteligencia. Priorizarlos y llegar a determinados acuerdos antes de su aterrizaje en Valparaíso.

En esta primera semana de relación gobierno-oposición en el Congreso, el Ejecutivo se ha encontrado fundamentalmente con tres grupos.

Hasta ahora los que han mostrado una mayor apertura al diálogo han sido los parlamentarios de la DC, que incluso presentaron un proyecto de resolución que pide a la Cámara pronunciarse a favor de grandes acuerdos con el Ejecutivo. Con un reducido número de parlamentarios, 14, es un intento de ganar posición en el tablero y de liderar un diálogo con La Moneda.

Un segundo grupo estaría conformado por parlamentarios PS, de izquierda, pero con un perfil institucional, como el senador Montes, por ejemplo. Se han mostrado abiertos a las conversaciones, pero no a una entrega gratuita. Un tercer grupo es el Frente Amplio, donde se encuentran las mayores reticencias. Aunque algunos de sus líderes se han mostrado abiertos -como Gabriel Boric en Twitter respecto del acuerdo por la infancia-, en este sector parecen tener guardada la pintura de guerra en el bolso.

En cualquier caso, el plan del gobierno es llevar a cabo un diálogo institucional, no a cuentagotas, no voto a voto. En las próximas semanas, progresivamente, se comenzarían a conformar los grupos de trabajo en los dos temas prioritarios: infancia y seguridad.

Un verano de Whatsapp

Junto al trabajo pre-legislativo y la coordinación con Chile Vamos -gestos y pretensiones de armonía y empatía-, el tercer pilar del Ejecutivo para aterrizar con su agenda en el Congreso es el ministro Blumel. Su perfil, apuesta el gobierno, ayudaría en esta etapa donde imperan las desconfianzas mutuas. Aunque no tenga experiencia en el cargo.

Asume el cargo con 39 años. Trabajó en La Moneda en 2010-2014 con el ministro de la Segpres Cristián Larroulet, fue asesor legislativo y coordinó el programa presidencial desde la fundación Avanza Chile, pero el nuevo secretario de Estado todavía no maneja los códigos y las formas de la acción política que se gana con la experiencia. Su subsecretario, Claudio Alvarado, por lo tanto, es uno de sus puntales.

Lo que aparentemente es una desventaja en varios aspectos, sin embargo, representa su principal ventaja: Blumel genera menos anticuerpos en el Congreso. En otras palabras: para el acto de Chacarillas de 1977, el ministro ni siquiera nacía. No es un liderazgo tradicional y, ante un Congreso rejuvenecido, su figura despierta mayor apertura al diálogo.

Tampoco viene de la estratósfera. Junto con su experiencia política desde 2010 en adelante, durante el verano Blumel trabajó para fortalecer los vínculos con dirigentes y parlamentarios de Chile Vamos y, posteriormente, para tender puentes con los de la Nueva Mayoría y el Frente Amplio. A algunos frenteamplistas -como Sebastián Depolo y Miguel Crispi- los conocía de paneles de radio, debates, foros. Pero fue un verano de mucho café, reuniones y Whatsapp. Blumel no llega al Congreso de cero.

El gobierno de Piñera se esfuerza por reeditar la política de los acuerdos de los noventa, aunque es evidente para unos y otros las diferencias que se han producido en el escenario político chileno en estos casi 30 años. En los primeros gobiernos democráticos, los dirigentes políticos tanto de la Concertación como de la derecha actuaban sobre todo por miedo. La centroizquierda a un nuevo golpe de Estado. La oposición, las Fuerzas Armadas y el empresariado sabía -como quienes estaban en el poder- que tenían mucho que perder. Los incentivos para negociar aumentaban en ese ambiente.

Actualmente no existen riesgos de la dimensión de la década de los noventa. Salvo uno: el peligro de la polarización. Los acuerdos, en 2018, impedirían las inclinaciones bruscas hacia la derecha y a la izquierda, como no busca ni el gobierno de Piñera ni el grueso de lo que era la Nueva Mayoría, que a estas alturas debería haber concluido que el asunto del centro en Chile “no es aritmético, sino político”.

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