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Piñera mira a Cameron: el plan estratégico de Desarrollo Social

Inspirado en el manifiesto conservador de 2015, el presidente electo retoma la protección social que Bachelet impulsó en su primer gobierno, pero que no priorizó en el segundo.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 2 de febrero de 2018 a las 04:00 hrs.
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La estrella del nuevo gobierno de Sebastián Piñera, que arranca el 11 de marzo, será el Ministerio de Desarrollo Social. Liderado por Alfredo Moreno –hasta hace poco líder de la CPC, que llegará a reemplazar a un ministro comunista, Marcos Barraza– promete ser todo lo sexy que no había sido en décadas una cartera considerada importante, pero de segunda línea.

El presidente electo ha dado al menos tres señales en su empeño de sacarle brillo y que se transforme en una de las columnas vertebrales de su segundo mandato. De Ministerio de Desarrollo Social pasará a llamarse Ministerio “de la Familia” y Desarrollo Social, de forma inédita lo integró al comité político de La Moneda y lo dicho: tendrá a Moreno –una figura fuerte, ningún recién llegado, una carta para una posible sucesión– que tendrá la responsabilidad de alcanzar las altas expectativas que se generan en torno suyo y a lo que hará en 2018-2022.

Pero, ¿de dónde sale este modelo? Nada demasiado nuevo, explican en el piñerismo. Se unen básicamente dos asuntos: la interpretación de la nueva sociedad chilena –Michelle Bachelet se equivocó en su diagnóstico en su segundo mandato, dicen los ganadores–, y las soluciones que han adoptado otros países para dar respuestas a los vacíos que deja la modernidad.

En Chile lo ha dicho Carlos Peña, el CEP, los informes del PNUD, la encuesta Bicentenario UC, entre otras, pero en el futuro gobierno incluso se remontan más atrás: la sociología clásica de Alexis de Tocqueville.

Un país que se moderniza y que transita a la clase media, que de un 20% en 1990 pasó a un 65% en la actualidad. La matrícula de la educación superior que se dispara: de 435.000 alumnos el año 2000 a 1,1 millones en 2010. Progreso, acceso a bienes y pasión por la libertad. Grandes aspiraciones de movilidad social, valoración de la meritocracia y rechazo a los abusos y privilegios. Pero, en paralelo, la aparición de grandes fricciones, temores, desilusión. La modernización genera grandes vacíos. Si se es parte de ese inmenso porcentaje de chilenos que dejó la pobreza –hace 30 años Chile tenía un 43% y actualmente, usando la misma metodología, un 7%– se vive con el miedo constante a que determinados “hechos vitales” devuelvan a las familias a la precariedad.

Bachelet en su segundo gobierno apostó por una agenda de cambio refundacional. Entendió que en Chile había un malestar intenso y que tenía su origen en las desigualdades. Llevó adelante una batería de reformas profundas, transformadoras, para un nuevo acuerdo social. A diferencia de la Presidenta, que con estas transformaciones habría generado incertidumbre, según los críticos, Piñera parece pensar que el camino es la seguridad social, en sentido amplio, y no las reformas estructurales que intentaron cambiar el estado de las cosas.

El ministerio del ciclo vital

Con este diagnóstico y luego de perder el poder en 2014, el presidente electo y sus equipos se preguntaban por las razones de la derrota y –planeando el retorno– por las políticas sociales que debería llevar adelante la derecha para intentar regresar nuevamente al poder.

Desde Avanza Chile, la fundación donde el piñerismo hizo guardia desde la oposición, se comenzaron a analizar los caminos seguidos por otros países como Alemania, Corea del Sur, algunos estados de Canadá. Sobre todo en el modelo del inglés David Cameron, que en las elecciones de 2015 lanzó un manifiesto que tenía tres ideas centrales: liderazgo fuerte, un plan económico claro y “un futuro más seguro y brillante”.

El líder de los conservadores prometió darle a la gente una buena vida y su plan incluía una serie de medidas que beneficiaban directamente a la clase media y media baja, con un concepto específico: apoyar a la familia a lo largo del ciclo vital. Una especie de invitación a caminar juntos: no te voy a llevar sobre los hombros, tienes que caminar, pero estaré a tu lado en el caso que tropieces en el camino, explican desde el entorno del presidente electo. En el caso chileno, inspirado en el modelo de Cameron, se identifican cinco momentos de temor, donde la mayorías de las familias se sienten vulnerables: enfermedades graves, desempleo, vejez, el acceso de los hijos a la educación superior y delitos de gravedad.

No es casual que se anteponga la palabra “familia” al Ministerio de Familia y de Desarrollo Social. No es un asunto de conservadurismo, dicen en el futuro gobierno, sino de querer dejar en claro que las familias son el sujeto y objeto de la política social. En esta cartera estará el corazón de las políticas sociales que seguirán a los chilenos desde la cuna hasta la vejez: todo el ciclo vital. Porque si uno de los énfasis del gobierno de Piñera estará en potenciar el crecimiento y el progreso –como fue evidente en su discurso de candidato durante la campaña–, un segundo impulso es que este crecimiento vaya de la mano con el bienestar de las personas. Recuerda, un tanto, al “crecimiento con equidad” de Ricardo Lagos en los años 2000.

La cartera no dejará de ocuparse de los dos a cuatro millones de chilenos que se hayan en situación de pobreza. En el piñerismo aclaran que seguirán siendo la prioridad. Pero el próximo gobierno volverá en paralelo su mirada sobre ese 65% de clase media que, quizá, hace 30 años era pobre.

El Ministerio de Familia y Desarrollo Social, por lo tanto, hará debutar un nuevo instrumento para aplicar la política social hacia estos grupos: la Red de Clase Media Protegida, que articulará los cinco grandes temores definidos por la administración de Piñera (enfermedades graves, desempleo, vejez, el acceso de los hijos a la educación superior y delitos de gravedad). Será un trabajo conjunto con Interior, Educación, Salud, etcétera, que tendrá en sus manos el conjunto de seguros sociales para abordar las distintas contingencias.

A la cabeza, quien eligió ese ministerio: el excanciller Moreno.

En la senda del Chile Solidario

Harald Beyer –exdirector del CEP y próximo rector de la Universidad Adolfo Ibáñez– ha dicho que fue la presidenta Bachelet quien empezó a hablar de protección social en la última etapa de su primer gobierno (2006-2010). Que ese discurso le hizo mucho sentido a la población y en un momento en que el capitalismo estaba en crisis en todo el mundo —en 2008 y 2009—, la clase media la respaldó. Que los chilenos –que en las protestas de 2011 demandaban mayor protección y no necesariamente un cambio de modelo— esperaban que Bachelet continuara con el camino trazado en su primer gobierno, pero que no encontraron eso en el período 2014-2018.

“Si la Presidenta hubiese insistido en la protección social y hubiese articulado en torno a ese eje un conjunto de reformas que hubiesen disminuido la fragilidad de la población, tendríamos una mandataria extraordinariamente popular, incluso a pesar del bajón económico. Debió haber sido continuista con la última parte de su primer gobierno, más que comprar esta idea refundacional, que no estaba entre las demandas ciudadanas”, señaló Beyer a mediados de 2017, en unos meses que se comenzaba a revisar la idea del malestar.

En esta línea, en el piñerismo se señala que la apuesta del próximo gobierno no arranca de cero. Y se recuerda el Chile Solidario de Ricardo Lagos, dirigido a las familias de extrema pobreza, o el Chile Crece Contigo del primer mandato de Bachelet, enfocado en el desarrollo y la crianza de los niños y niñas desde sus primeros meses de vida. Luego de un primer gobierno de Piñera enfocado en la reconstrucción tras el terremoto del 27-F y sobre todo en la gestión, seguido de un segundo mandato de Bachelet que no tuvo como prioridad la protección social del período 2006-2010, Piñera parece apostar a ser el primero que interprete correctamente los anhelos y temores de esa clase media emergente chilena que tanto le ha costado entender a la centroizquierda y a la izquierda.

En el piñerismo, como es obvio, no aceptan que el objetivo último sean los buenos resultados electorales. Pero es imposible desconocer que si este plan tuviera éxito –como temen en el actual oficialismo–, el presidente y su ministro Moreno podrían tener en sus manos la llave para los próximos cuatro años y los cuatro siguientes. La derecha pretende demostrar que la preocupación por los sectores vulnerables no les pertenece exclusivamente a la ex Concertación y ex Nueva Mayoría: Piñera ha hablado en reiteradas ocasiones de esa superioridad moral que no les concede, en distintos asuntos.

El Ejecutivo próximo arrancará con la transformación del ministerio –con el enfoque de la familia–, poniendo especial énfasis en la infancia y en los adultos mayores. Con la reforma a la política de infancia, por ejemplo, quedará en esta cartera la protección de la infancia vulnerable que hasta ahora está en Justicia. El segundo pilar será la Red de Clase Media Protegida y, un tercero, aquel conjunto de políticas sociales que abarcarán todo el arco de la vida de los chilenos, que todavía requieren de mayor precisión.

Cabe preguntarse –como temen en la centroizquierda– si esta apuesta le hará o no sentido a aquellos grupos medios que dieron vuelta la espalda al actual oficialismo en las pasadas elecciones.

Si los electores de Puente Alto –tan de Manuel José Ossandón como de Beatriz Sánchez– eran esto o no lo que esperaban.

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