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Sergio Urzúa: “La Ley de inclusión de Bachelet se hizo más mirando a Finlandia que a Conchalí"

El economista radicado en EEUU, autor junto a Fontaine de “Educación con patines”, defiende la selección, la competencia en base al mérito y el papel de los liceos de excelencia para diversificar la elite.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 25 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Ha sido uno de los protagonistas del debate político y técnico en torno al proyecto "admisión justa" del gobierno. Cartas y columnas con títulos provocativos van y vienen en los diarios por la iniciativa del Ejecutivo que busca reformar el sistema de admisión escolar que se implementó en la administración de Michelle Bachelet –en el marco de la Ley de Inclusión–, que determinó entre otros asuntos que los liceos pueden seleccionar por mérito solo al 30% de sus estudiantes. Un sistema centralizado –un algoritmo– que buscaba terminar con la discriminación para ingresar en el sistema escolar del Estado, pero que –a juicio de sus críticos– adolece de varios problemas.

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"Nunca los estudiantes de colegios privados habían tenido tantas ventajas como las que tienen hoy en Chile", señala Sergio Urzúa (Santiago, 1977) –economista de la Universidad de Chile, doctorado en Chicago y académico de la prestigiosa facultad de Economía de la Universidad de Maryland, donde lo reconocieron con una cátedra vitalicia– que apoya y defiende el rol del mérito académico en el sistema educativo. Experto en políticas públicas sociales –es el coordinador de esta área en CLAPES UC–, no considera desafortunado el momento para abrir el debate, como han apuntado los críticos. "Un gobierno de cuatro años no tiene mucho tiempo", señala Urzúa, que esta semana estuvo de paso algunos días en Santiago por motivos de trabajo. "Dadas algunas de las dificultades en la implementación del sistema de admisión centralizado en regiones, el debate inconcluso en materia de selección académica, sumado a la situación penosa de los liceos emblemáticos de excelencia, el mérito es un tema ineludible y urgente. Basta mirar las imágenes. Como padre, no optaría por un colegio de excelencia en el que están pateando en el suelo a un carabinero. ¿Qué clase de animales son educados en un establecimiento de esas características?, se pregunta Urzúa, autor junto a Arturo Fontaine del libro "Educación con patines".

Es un hijo de la educación pública y la meritocracia. Sus padres no fueron universitarios titulados, creció en un block de departamentos en una villa de Maipú, pero hasta sexto básico fue un alumno de 7 en la Escuela D-274 General Bernardo O'Higgins, colegio público al lado del templo votivo. Su excelencia le permitió entrar al Instituto Nacional, un hecho que considera fundamental en su biografía: muchos amigos del barrio de la infancia –un lugar que visita con frecuencia– no lograron romper el cerco. De ahí que insiste en que es importante hacerse cargo de los desafíos de todos los estudiantes. "El mérito académico es sólo una dimensión de un problema en extremo complejo", plantea.

Casi cuando finaliza esta entrevista en una de las salas de CLAPES UC, en la Alameda, Urzúa recuerda emocionado una anécdota que vivió en las primeras semanas en el Nacional, su liceo, cuando era un alumno brillante de 13 años acostumbrado a ser el mejor: "'Urzúa y Zúñiga, a la pizarra', nos dijo el profesor de castellano. Había que analizar oraciones: sujeto, verbo y predicado. Zúñiga eligió la fácil y luego pasé adelante y me quedé con la difícil. Hice el ejercicio y el profesor dijo: 'Urzúa tiene un 2'. Y se acabó la clase. ¡Nunca en mi vida me habían puesto un 2! Era un alumno de 7 parejo. Me fui para la casa a pasarlo mal todo el fin de semana. El lunes siguiente, con la cola entre las piernas: a estudiar y a revertir esa nota. Fue una prueba de humildad que me proporcionó un Instituto Nacional con un sistema competitivo en el que se valoraba el mérito académico", relata el economista, que en el primer gobierno de Sebastián Piñera regresó a Chile por un año y medio para trabajar en Hacienda.

–El encendido debate sobre el proyecto "admisión justa", ¿tiene componentes ideológicos? La ministra de Educación, Marcela Cubillos, habló el fin de semana de defender las convicciones...

–Nosotros hemos tratado de aportar en el debate desde el punto de vista académico y técnico, pero por cierto que esta discusión tiene un componente ideológico importante.

El economista dice que esta discusión sobre el sistema de selección escolar trasciende lo educativo: "La enmarco en una discusión general acerca del mérito, que tiene un trasfondo de competencia. De alguna forma, trata sobre el incentivo que se genera a partir de la posibilidad de los individuos de salir a explotar todas sus posibilidades. ¿Por qué? Porque reconocen que en toda economía moderna, competitiva y global se deben tener las habilidades para poder jugar un papel importante. En ese marco, la discusión actual se engloba en un general desprecio que tuvo la administración de la presidenta Bachelet por la competencia, un elemento fundamental para efectos de una sociedad como la chilena que busca salir del subdesarrollo, tratar de igualar la cancha y las oportunidades. La construcción de ciudadanos desconectados de la realidad es un lujo que Chile no se puede dar".

Según él, "hemos entrado en la lógica de que el mérito casi es como el lucro de la educación".

–Uno de los argumentos de los defensores de la Ley de Inclusión de Bachelet apunta a que las escuelas son, en definitiva, un espejo de la situación económica de las familias, lo que debe romperse.

– En Chile, Colombia, Corea del Sur, Singapur, Francia, EEUU, Holanda existe una asociación entre las características socioeconómicas de los hogares y el desempeño académico de los estudiantes. Hay diferentes niveles, por cierto, pero no he encontrado un caso en que el sistema educativo rompa completamente con el trabajo que las familias realizan durante toda la formación de sus hijos. La familia es fundamental, un componente esencial del proceso de formación de los estudiantes. Pero en Chile lo que se estigmatizó fue la selección académica, sosteniendo que era la culpable de la segregación. El debate fue apresurado. La reforma fue deficiente.

–Si la selección no es la culpable, ¿por qué se produce la segregación?

–Como lo han mostrado mis investigaciones, el problema de la segregación en el sistema educativo es un tema de primer orden. De acuerdo a la evidencia, un elemento fundamental para entenderla es la segregación residencial. Es la gracia precisamente de establecimientos educacionales como el Instituto Nacional o el Carmela Carvajal, que rompían la barrera del viaje, del tráfico. Santiago –aunque no solo Santiago– tiene características peculiares que facilitan la segregación, lo que ha sido estudiado profundamente por expertos en el tema.

–¿Cómo se resuelve?

–Con educación pública de calidad. Esto lo hemos planteado siempre. El debate sobre el mérito es un elemento clave, pero no el de mayor importancia en el desafío de mejorar la educación pública. Es necesario ofrecer oportunidades a todos los estudiantes, potenciar el talento, fomentar los intereses, remediar las dificultades y atrasos y romper realmente con esta transmisión intergeneracional de la desigualdad en Chile. ¿Cómo? Invirtiendo tempranamente. Pero el gobierno de la presidenta Bachelet en lugar de ocuparse de la educación preescolar y escolar en serio, apostó por gastar miles de millones de dólares –no solo hoy, sino en el futuro– en gratuidad en educación superior. En adornar un penthouse cuando la torre tiene sus bases torcidas. Chile perdió una oportunidad importante. ¿Están todas las cartas echadas? No.

El autor de "Educación con patines" defiende lo de mascar chicle y caminar al mismo tiempo. Lo de las cuerdas paralelas. Por una parte, trabajar por un sistema que promueva la inclusión educacional: "Evidentemente, es esencial ofrecer educación de calidad a quienes no entran a los establecimientos de excelencia, de los estudiantes que no logran destacar por sus notas". "Una educación de calidad debe ayudar a todos y todas, reconociendo talentos, intereses y dificultades"

Pero el economista aboga para que, en el intertanto, se proteja lo bueno del sistema público, como el Instituto Nacional, que debe seguir teniendo la posibilidad –a su juicio– de seleccionar a sus estudiantes y no sólo al 30%, como define la normativa del gobierno anterior: "La Ley de Inclusión de Bachelet se hizo a tontas y a locas. Más mirando a Finlandia que a Conchalí o Pudahuel", señala Urzúa. Fue una de las razones, piensa, que pueden haber contribuido a la derrota de la Nueva Mayoría en las elecciones: "El chileno promedio entiende que la base para poder progresar es el mérito. Es muy natural en una sociedad que ha logrado crecer, que ha encontrado una senda en el progreso y que está ávida de poder continuarlo".

"Los estudiantes que muestran desempeño académico alto se juegan ahora su futuro con una moneda al aire", critica el académico de Maryland, que en su libro con Fontaine identifica al menos tres aspectos que han contribuido a una lenta muerte de establecimientos de excelencia: las paralizaciones de actividades, el problema del ranking de notas –los colegios exigentes se han visto perjudicados, sostiene– y la crítica a la lógica del mérito. "El discurso político de los que critican la competencia en base al mérito es fatalista: 'Si usted nació en La Pintana, discúlpeme, no va a poder lograrlo'. Me sorprende la perspectiva negativa del mensaje", señala Urzúa, que defiende el papel histórico que han cumplido estos establecimientos en la sociedad chilena.

–Usted apunta a la importancia de los liceos de excelencia en la construcción de una elite de mayor diversidad...

–¿Cuán plausible era generar movilidad social en el contexto de un liceo de excelencia? La evidencia muestra que el Instituto Nacional, por ejemplo, fue un motor de debate y generó intelectuales, poetas, escritores, científicos, políticos... Eso es una realidad. Hoy los colegios públicos están poniendo menos estudiantes en las carreras más competitivas en Chile. Eso es un problema. ¿Cuáles van a ser las consecuencias? Va a ser más difícil poder competir en el mercado laboral y en la esfera pública para aquellos que vienen de colegios públicos y va a ser más difícil para ellos entrar a la elite, permearla.

–¿Qué ocurre con la educación privada?

-La Ley de Inclusión de Bachelet fue una gran noticia para los colegios particulares privados, que hoy tienen menos competencia, sacando ventaja a la pública y particular subvencionada. Con el desprestigio que ha tenido el mérito y los cambios que se realizaron, la educación privada nunca había tenido un campo más amplio para avanzar y lo está haciendo: el aumento de la matrícula en los colegios privados existe y es producto, justamente, de que al final de los días a las familias se le dieron menos y no más opciones. Como lo hemos planteado junto a Arturo Fontaine, con los cambios en la administración pasada, quienes buscaban derribar el capitalismo terminaron bajando de los patines a muchas familias chilenas.

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