Actualidad

Todos los rostros del candidato presidencial Alejandro Guillier

Reformista moderado o partidario de la retroexcavadora. Sus dichos contra los grupos económicos hacen aumentar la confusión sobre su perfil político.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 7 de abril de 2017 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Probablemente los principales asuntos que están en juego en las próximas presidenciales serán la continuidad de las reformas de este gobierno, la profundidad y velocidad de los cambios, y la necesidad del diálogo y los consensos para avanzar. El expresidente Sebastián Piñera, a quien se le conoce de sobra en el ejercicio del poder, ha explicitado en varias ocasiones que, de ganar, deberá “entrar a picar”. Con el candidato de mayor respaldo ciudadano del oficialismo, sin embargo, no resulta evidente su postura ni tampoco su posición exacta en el tablero político. En ocasiones, el senador Alejandro Guillier parece mostrarse como un reformista moderado y, en otras, como un partidario de la retroexcavadora que tanto daño ha hecho a la centroizquierda en este período.

Sus dichos esta semana contra los grupos económicos –“están bloqueando el desarrollo económico del país”, señaló–, hacen aumentar la confusión sobre su perfil político. ¿Quién es efectivamente el candidato del Partido Radical o, más bien, quién quiere demostrar ser para llegar a La Moneda?

Quienes lo conocen desde sus tiempos de periodista en los 90 siempre señalan que Guillier no es en ningún caso un revolucionario. Antes de que la competencia con el ex presidente Ricardo Lagos se volviera evidente, incluso en el radicalismo se explicaba que el senador era, en el fondo, un laguista. Partidario de los cambios y consciente de la necesidad de las reformas, pero dialogadas y paulatinas, se le describía finalmente como un clásico socialdemócrata que no reniega del mercado y de sus beneficios. Como Lagos en su gobierno, que impulsó las colaboraciones público-privadas y empujó las concesiones, Guillier no tuvo inconvenientes en 2006 para realizar un spot valorando el sistema de las isapres.

En enero pasado, Guillier revindicaba la política de los acuerdos. “Creo que con la derecha hay que llegar a acuerdos. Hay materias como la reforma previsional, ordenar la reforma educacional, que son acuerdos nacionales que deben ser muy profundos. Hay que meter cirugía mayor, pero eso requiere acuerdos. Y lo mismo en la salud”, señaló al diario La Tercera.

El senador agregaba: “La política democrática siempre es construir acuerdos, construir consensos. Con una característica: que hay momentos en la historia muy singulares. El año 90 fue un momento de ruptura, y hoy día creo que también es un momento de ruptura y hay que mirar horizontes de acuerdos para 45 años más, como lo hicimos en el 90”.

Guillier, en enero pasado, se mostraba contrario a la retroexcavadora: “Yo conversé alguna vez con el

exministro Rodrigo Peñailillo y le dije: ‘¿No vas muy rápido?’. Y me dijo ‘No, es que tenemos cuatro años…’. Pero yo creo que estas cosas requieren más construcción. La reforma a la educación, por ejemplo, no consiste en sacar un conjunto de leyes, porque después viene otro gobierno y te las echa para atrás”.

Hace algunas semanas, incluso, el candidato volvió a defender el diálogo político en entrevista con The Guardian: “Sí, soy popular porque desde hace 25 años, yo estaba en la televisión y la radio, llegando a los hogares y lugares de trabajo de los chilenos (...) Pero estoy tan distante de la administración Trump como por parte del gobierno de Venezuela. Para mí es importante construir un consenso”.

En sus recientes declaraciones y en el libro “De cara al país, conversaciones con Raúl Sohr”, sin embargo, el senador Guillier muestra un rostro menos moderado.

Un mundo en blanco y negro

En el libro de conversaciones con Raúl Sohr, el senador Guillier en varias oportunidades se refiere a los empresarios, los grupos económicos y el sector privado.

“Robar, para los grandes grupos económicos, es un gran negocio. La sanción real y efectiva que tienen es de una debilidad tal que llega a ser indignante porque no los obligan a devolver todo lo que obtuvieron ilegalmente, como sí ocurre en otros países”.

“La codicia del gran empresariado está destruyendo el sistema y golpeando a las pymes”.

“Si entras a una casa que no está habitada y te robas el refrigerador o el televisor, la sociedad te percibe como alguien peligroso, incluso más que los banqueros cuando te saquean con la tasa de interés o las farmacias cuando te engañan con los precios”.

“En Chile ni siquiera hay libre mercado: hay colusión. ¿De qué mercado estamos hablando?”.

“Para lo que estoy preparándome es simplemente para que los grandes empresarios no me presionen como lo hicieron con Bachelet”.

Las declaraciones de Guillier incluso han sorprendido a miembros de sus círculos políticos que respaldan su candidatura. Explican que efectivamente el senador tiene la intención de levantar una campaña presidencial centrada en la lucha contra los abusos, pero que probablemente por su esfuerzo por entregar las definiciones que le exigen ha mostrado tener serios problemas para matizar su discurso. En el relato del presidenciable aparece un mundo en blanco y negro que no siempre es funcional con los objetivos políticos de los candidatos, que frecuentemente prefieren relatos menos frontales si se piensa en el gobierno futuro. Guillier se ha lanzado contra los empresarios con los que, en el caso de ganar La Moneda, debería intentar tener un diálogo fluido y cordial considerando el periodo económico débil que se le viene a Chile por delante. Quiere terminar con los abusos –como una inmensa parte de los chilenos–, pero las dificultades para aterrizar sus propuestas le han hecho barrer con el sector privado.

Como si enemigos le faltaran –las declaraciones que han hecho contra él miembros de la Nueva Mayoría son heridas profundas, como cuando el senador DC Ignacio Walker lo calificó de populista–, el propio ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, criticó los dichos de Guillier sobre los grupos económicos. “Son una caricatura”, señaló el secretario de Estado.

No lo ayudan a clarificar su perfil político las diferentes versiones que existen sobre la reunión que sostuvo en 2016 en un restaurante de Vitacura con empresarios de la CPC y de la Sofofa. Mientras Guillier sostiene que les habló con franqueza y les dijo que si seguían abusando no llegarían muy lejos, varios de los empresarios asistentes al encuentro, como Óscar Guillermo Garretón, han señalado que no recuerdan que haya pronunciado esa frase, que la reunión fue muy cordial y que Guillier mostró siempre su valoración por la actividad privada.

En definitiva, nuevamente, no resulta claro ni evidente cuál de las almas predomina en el senador Guillier a la hora de hacer política.

¿A quién le habla Guillier?

Arropado todavía por su pequeño círculo liderado por su jefe de gabinete y con un comité político estratégico presentado esta semana que todavía no comienza a operar, antes de conformar un comando Guillier parece estar esperando la resolución que tome el PS este domingo. Después de una especie de teleserie que se prolongó durante meses, el comité central de los socialistas finalmente decidirá si apoya a Guillier o Lagos. Aunque con el transcurso del tiempo la resolución de partido cada vez pesa menos –no castigarían a los militantes que trabajen por una candidatura de la Nueva Mayoría diferente a la oficial– resulta conveniente hacerse del respaldo de la colectividad a la hora de pensar en unas eventuales primarias.

El escenario está bastante líquido y las presiones van y vienen en el PS, pero todo indica que la mayoría socialista respalda a Guillier. A no ser que se produzca una sorpresa, resultaría probable que este domingo los socialistas se decanten por el senador. Si la resolución se da en este sentido, quizás se configure el tablero para que Lagos baje su candidatura a la brevedad. Aunque para nadie resulta claro si él se animaría de todas formas a medirse en unas primarias legales solo con el respaldo del PPD, con el paso de las semanas adquieren fuerza los que señalan que el expresidente abandonaría la carrera y, por lo tanto, que la Nueva Mayoría no celebraría ninguna consulta ciudadana.

Si todo sigue como ahora y el tablero no se mueve, sería Guillier el candidato elegido por los partidos oficialistas para enfrentar a Piñera en noviembre.

De no haber primarias, como todo parece indicar, ¿a quién le habla Guilier con su discurso endurecido?

De acuerdo a la Adimark, el senador obtiene un 23% de respaldo, frente al 27% de Piñera, manteniéndose la diferencia de cuatro puntos respecto de la anterior medición. Hace dos meses, sin embargo, en la misma encuesta el periodista había superado por un punto al empresario, con 28% contra un 27%. Habiendo perdido la ventaja y lejos de tratar de encantar al electorado de centro que quedaría huérfano ante una eventual bajada de Lagos, Guillier parece cuidar su lado izquierdo ante la arremetida del Frente Amplio.

Desde la irrupción de Beatriz Sánchez como postulante de Red Democrática y el Movimiento Autonomista –que ha debutado con un nada despreciable 2% en la última Adimark de esta semana–, Guillier parece menos socialdemócrata y más izquierdista. No es claro que su comportamiento sea fruto de una estrategia política o precisamente por una falta de ella, pero coincide con la pérdida de adhesión en aquellos sectores. De acuerdo a la Adimark, el senador en el mes de marzo bajó 5% entre quienes se definen de izquierda, llegando a un 42%.

Sea como fuere la línea política de Guillier –pese a las ambivalencias públicas que confunden incluso a sus partidarios–, una vez que la campaña entre en tierra derecha el candidato debería definir el camino que propondrá a los chilenos de llegar a la presidencia. Si la ciudadanía y la clase política finalmente están a la altura de las circunstancias, pedirán a los candidatos que muestren claramente la ruta a seguir, sin ambivalencias.

Como Bachelet en 2013 al regresar de Nueva York, Guillier parece haber diagnosticado que la sociedad chilena es la que se expresa en las calles y que protesta contra las AFP y otras causas. Está por verse –quedarán muchos años para eso– si tanto Bachelet como el senador acertaron en ese diagnóstico.

Lo más leído