Gobierno

El problema de Piñera está a su derecha

En la instalación de su segundo mandato ha habido más de dulce que de agraz.

Por: Rocio Montes | Publicado: Viernes 13 de abril de 2018 a las 04:00 hrs.
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Nadie podría decir que ha sido una instalación conflictiva. El primer mes del segundo mandato de Sebastián Piñera –incluso considerando los puntos débiles del arranque– ha jugado a favor del gobierno.

Controla la agenda, tiene en la otra vereda a una oposición fragmentada y la gestión parece reflejar, a su vez, el cambio que ha experimentado el propio Presidente en los cuatro años de su primer período y los cuatro que estuvo en la oposición.

Partiendo por Piñera:

En esta instalación ha experimentado mayor madurez política que en 2010. No exhibe la soberbia que hace ocho años resultó irritante para la centroizquierda –parte de las tensiones Bachelet-Piñera se explican por esa actitud inicial– y las primeras semanas han estado marcadas una cierta sobriedad congruente con los ritmos que el propio mandatario le pretende imprimir a su gobierno. Pausa, control, meditación, menos errores. Un primer punto a favor: el Presidente ejerce de Presidente y su presencia –guste o no– llena un espacio que estaba medio vacío.

Porque como segundo punto: Piñera llegó dispuesto a ejercer un papel presidencial que Bachelet ejercía desde un espacio menos público, como se reconoce en la propia oposición. Ella se mostraba poco y, en ocasiones, parecía como alejada de los conflictos, como sucedió con la crisis de Carabineros. En contraposición a una presidenta que parecía disparar desde la oscuridad –dicen en el progresismo–, la figura de Piñera se observa presente.

Lo tercero tiene relación con el Presidente y sus decisiones. Frente a los conflictos de su propia coalición –tensiones que existen y que ciertamente ha marcado este primer mes–, el mandatario ha tomado posición mostrando autoridad. Sucedió esta semana con la polémica en Chile Vamos y la identidad de género. Finalmente, el gobierno optó por fijar su postura –aunque La Moneda podría haber esquivado el bulto– y fue el propio Piñera el que señaló estar porque los menores de entre 14 y 18 años puedan optar por el cambio de sexo registral “con el acuerdo de los padres y exámenes”. Algo parecido sucedió con la propuesta de reforma migratoria: se puede estar o no de acuerdo con su contenido, pero había consenso ante la falta de norma y Piñera, en un gesto decidido, antes de cumplirse el primer mes de esta Administración propuso el camino a seguir.

Parece consiente de su papel decisional y pretende cumplirlo. Como analizan incluso desde el Frente Amplio, el Piñera de este primer mes se ha mostrado hábil y, por lo tanto, difícil para la oposición.

El peligro del Portazo

Uno de los grandes aciertos –el llamado a buscar acuerdos en cinco grandes temas, partiendo por la infancia y la seguridad– es paralelamente uno de los asuntos de mayor complejidad que está en juego y cuyo final se desconoce. Porque lo de las mesas de trabajo pre legislativo es una apuesta arriesgada. Efectivamente, el liderazgo del Ejecutivo al convocar al diálogo en materias que parecen urgentes, logró dividir a la oposición (haya sido o no un propósito inicial de La Moneda). Luego de un periodo político crispado, la ciudadanía –a juzgar por el resultado de las elecciones, un dato irrefutable– apostó por la propuesta de rectificación y de diálogo que propuso como candidato Piñera.

Pero con las mesas de trabajo, Piñera y su gobierno se expone y se compra posibles problemas. Un diputado

Gabriel Boric abandonando con un portazo la instancia sería un fracaso para el Ejecutivo. El gobierno no tiene otra opción que pavimentar el camino a las discusiones legislativas que se darán en un Congreso donde no tiene mayorías, pre legislar, por lo que en las mesas de trabajo tendrá ciertamente que soltar

 En la instalación de su segundo mandato ha habido más de dulce que de agraz.

El problema de Piñera está a su derecha la rienda en algunos aspectos para avanzar en su agenda. Se debate entre cumplir su programa por el que votó un 54% del electorado y conseguir los acuerdos necesarios para no fracasar en el Parlamento. Sea como fuere, en cualquier caso, es una historia que se está escribiendo. Quizás con equipos técnicos de todas las sensibilidades se habría disminuido la tentación de algunos de incendiar la pradera en cualquier momento.

En cuanto a los reveses del gobierno en este primer mes, probablemente el de mayor impacto y consecuencia ha sido el de Salud y los cambios en el protocolo de objeción de conciencia de la ley de aborto en tres causales. La línea gubernamental ha sido explicar que esa ley de despenalización está aprobada y que, por lo tanto, se respetará. Que, de mantenerse las cosas como estaban, serían los mismos pacientes los perjudicados: las objeciones de conciencia en las interrupciones del embarazo resultaban incompatibles con los convenios de estas instituciones privadas con el Ministerio de Salud para otorgar prestaciones ginecológicas y obstétricas.

Pero queda en el ambiente la de que existe un asunto ideológico que subyace al tomar una decisión de este calibre –que acomoda a unos más que a otros en el propio gobierno– y que se trata de un intento de pasar las motosierras políticas y administrativas de las que habla el presidente del PS,Álvaro Elizalde.

El ministro de Salud, Emilio Santelices, será interpelado en mayo, convirtiéndose en el primer secretario de Estado en problemas. Porque pese a los malos presagios con algunos dirigentes del nuevo gabinete, como el canciller Roberto Ampuero, el resto del equipo de Piñera ha asumido con propiedad y serenidad.

 Incluso el ministro de Educación, Gerardo Varela, parece gozar de buena salud política, pese a sus declaraciones desafortunadas con las que debutó: “El tiempo de las marchas ya pasó”.

Se sabrá el próximo jueves, el día de la marcha nacional por la educación.

Oposición descafeinada

A nivel político, el problema de Piñera no está en la vereda del frente, en la oposición, sino a su derecha.

La ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio están enredados. El gobierno no tiene mayores contrapesos. Apenas ha transcurrido un mes desde el inicio del año político, pero en el Congreso todavía no se observan liderazgos fuertes.

La única figura que tiene la oposición ahora mismo sigue siendo Michelle Bachelet, de cuya reconstrucción a nivel local se sabe poco y nada.

 Como dicen en el progresismo, la expresidenta podría constituirse en una especie de cactus en medio del desierto (¿para qué? ¿para defender el legado?). En cualquier caso, la oposición tiene un buen adjetivo: está descafeinada.

La centroizquierda y la izquierda viven sus propios movimientos internos. El PS como partido fuerte de la ex Nueva Mayoría en el Congreso busca constituirse como el eje de una centroizquierda, aunque en el camino hacia ese objetivo le hayan dado vuelta la espalda a la ciudadanía que –nuevamente a juzgar por los resultados de las últimas presidenciales– decidió en diciembre sobre el modelo de sociedad que anhela. Al restarse del diálogo de una manera poco sofisticada –con el bochornoso episodio del senador José Miguel Insulza de por medio–, el PS queda en la misma acera que el PC y que el sector radical del Frente Amplio. Ni siquiera dirigentes como Boric, ciertamente de izquierda, han quedado entrampados en la lógica de negar la sal y el agua.

Para el Frente Amplio es evidente: el PS pretende disputar el puesto de la verdadera izquierda en una especie de reedición del frente anti-fascista que, como es obvio, involucraría plegarse. Pero los frenteamplistas parecen no estar dispuestos a participar de una especie de ceremonia de funeral y –esto es lo que increíblemente no han entendido los socialistas– lo que buscan en superarlos. Son buenas noticias para el Frente

Amplio la buena recepción de posiciones políticas como la de Boric y el alcalde Jorge Sharp de Valparaíso. Tienden a barrer con el fantasma de la ingobernabilidad, aunque no les esté resultando nada de fácil entenderse dentro de la coalición en el Congreso.

Pero el problema de Piñera está a su derecha, en los sectores conservadores de Chile Vamos y en figuras como la de José Antonio Kast, que le interesa menos la construcción de una alternativa nacional como la formación de un bloque pequeño, pero incidente, de la derecha-derecha. Es un presidente pragmático que está dispuesto a mantener el orden y a entregar señales de autoridad, pero a su vez debe mantener el orden y realizar un esfuerzo enorme por mantener ciertos equilibrios. No hacer demasiadas  concesiones hacia un lado o hacia el otro –no tirar el mantel–, aunque no son los grupos liberales y las nuevas camadas de la nueva derecha, representados por el ministro Gonzalo Blumel, los que podrían encabezar determinadas rebeliones.

Sea como fuere, hay quienes sostienen que Piñera deberá terminar este gobierno  con la supremacía clara de un sector. Que difícilmente podrá quedar neutral si lo que quiere es proyectar a su coalición.

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