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Sebastián Edwards: “Burgos y Valdés han logrado lo que se esperaba de ellos: que sean los adultos del gabinete”

El economista acusa una “ineficiencia alarmante” en el manejo de las políticas públicas. Hacia el segundo tiempo, sugiere no cambiar ministros pero sí reforzar las áreas deficitarias.

Por: Rossana Lucero V. | Publicado: Lunes 7 de marzo de 2016 a las 04:00 hrs.
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Decepción admite el economista Sebastián Edwards al evaluar la primera parte del gobierno de Michelle Bachelet. “Esperaba más”, expresa desde Estados Unidos, donde por estos días vive un exigente trimestre como parte de su cátedra Henry Ford II en la Universidad de California, Los Angeles.

Para mayor abundamiento, el académico y también escritor define estos dos años como “innecesariamente complicados” y “llenos de enredos”, con “una ineficiencia alarmante en el manejo de las políticas públicas”. Y resume: “Las reformas se han implementado en el orden incorrecto, y en forma ineficiente”.

- Si distingue entre lo positivo y negativo, ¿con qué se queda?

- Entre lo positivo, hemos tenido algunos avances en temas sociales, como la ley anti discriminación en los colegios y el Acuerdo de Vida en Pareja. Pero aún en esa área los avances han sido disparejos y el gobierno se ha movido con falta de imaginación. Mientras en los temas económicos se ha procedido en forma atolondrada, en los factores sociales ha primado la timidez. ¿Cuándo habrá matrimonio igualitario? ¿Cuándo una política cultural profunda?

- Usted ha sido crítico de las reformas impulsadas por el gobierno, ¿no eran necesarias o cuestiona la puesta en escena?

- El tema es este: Chile necesita seguir modernizándose; de eso no cabe duda. Necesitamos descentralizar el país, reducir la segregación y la discriminación, ser más tolerantes e inclusivos, reducir la desigualdad y crear un sistema de educación pública de calidad. Es menester que nos prepararnos para las tecnologías que vienen, las máquinas inteligentes, el “internet de las cosas”, los robots. Todo esto requiere de reformas profundas. Pero no las reformas que impulsa la administración, que se caracterizan por una enorme nostalgia.

- ¿Qué reforma le parece especialmente nostálgica?

- La laboral es una reforma trasnochada. Está pensada para un mundo manufacturero, tipo revolución industrial, un mundo que ya no existe, un mundo que los políticos de izquierda, ilusamente, quieren recuperar. En el mundo actual -y desde luego en el que viene-, todos los trabajadores hacen multifunciones, trabajan en paralelo con las máquinas inteligentes. En este gobierno hay una visión burocrática, muy siglo XX. Es una visión nacida de las instituciones internacionales, de las Naciones Unidas y el PNUD, instituciones que siempre han ido rezagadas, detrás del progreso.

Lo más grave es que nadie ha enfrentado esto, nadie ha dicho la verdad, nadie ha expresado con claridad que el mayor error del gobierno es no estar en concordancia con los tiempos actuales.

- Internamente ha habido mucho rechazo de sectores empresariales y economistas, en circunstancias que organismos como el FMI y el Banco Mundial han valorado, por ejemplo, la reforma tributaria.

- Eso no es así. Los funcionarios de esos organismos casi nunca critican a los gobiernos en forma pública, pero sí lo hacen en privado. Y cualquier persona informada sabe que han sido críticos de la forma en que la reforma tributaria se llevó a cabo. Su visión es esta: Chile necesita aumentar la recaudación impositiva, pero lo que se hizo con la reforma impositiva deja mucho que desear. Es excesivamente burocrática y compleja, no recaudará lo prometido y desincentiva la inversión.

- ¿Qué tanto daño hizo el caso Caval a la Presidenta?

- El caso Caval fue una puñalada por la espalda a la Presidenta. Una enorme distracción. Uno no puede sino sentir pena por toda la situación. Me imagino que la presidenta siente una gran impotencia, y una enorme rabia.

- ¿Cree que se debe seguir adelante con la reforma educacional y también la constitucional?

- Chile necesita una nueva Constitución, de eso no cabe duda. No porque la existente sea necesariamente mala, sino porque es claramente ilegítima a los ojos de la población. Debiéramos tener una constitución moderna, que se haga cargo de que estamos en el siglo XXI. Una constitución que proteja el mayor logro nacional: haber salido de la dictadura y haber podido vivir durante una generación en relativa armonía, casi cuadruplicando el nivel de ingreso de la población. También una constitución que proteja derechos amplios -incluyendo los sociales-, tomando en cuenta las restricciones presupuestarias. Hay antecedentes importantes: India y Sudáfrica, por nombrar dos.

- ¿Y la reforma educacional?

- La reforma educacional es mala, y la gratuidad es regresiva. Cuando en muchos años los historiadores se pregunten por qué en Chile no mejoró la distribución del ingreso en la segunda y tercera década del siglo XXI, la respuesta va a ser “la gratuidad”. Lo que tiene que hacerse ahora es enfocarse en los contenidos y en la calidad. Eso es de esencia.

¿Cambio de gabinete? “No veo urgencia”

- “Cada día puede ser peor” ha dicho la presidenta Bachelet, ¿esto puede ser un mal augurio para el segundo tiempo de su gobierno?

- No necesariamente. Yo lo leo como un refrán casero. Una frase que podría decir una tía o la amiga de la mamá; tal vez el abuelo.

- ¿Ve algún signo alentador que sugiera que lo peor de las desconfianzas ya pasó?

- Los ministros Burgos y Valdés se han consolidado y han logrado lo que se esperaba de ellos: que sean los adultos del gabinete, los que ponen pragmatismo y ordenan las cosas para que se pueda avanzar en forma efectiva y eficiente. A pesar de las críticas y de los embates que han sufrido, lo han hecho muy bien.

- ¿Es necesario un cambio de gabinete?

- Bueno, siempre se puede mejorar -otra frase que podría decir una tía-. Pero no veo urgencia. Mi recomendación es que mantenga el gabinete actual, y que se refuercen las áreas deficitarias. Por ejemplo, en los dos años que quedan podría hacerse un gran avance en política cultural. Este es un tema en el que Chile está al debe hace tiempo.

- ¿Hacia dónde va Chile desde una óptica política y económica?

- La mayoría de los analistas miran la situación en forma simplista. Pero lo que pasa en Chile es cualquier cosa, menos simple. La población está enojada y decepcionada y exige cambios y transparencia; no quiere más abusos. Pero al mismo tiempo hay un apoyo enorme a las bases del sistema. Nadie aboga por volver al proteccionismo, por tener un sistema donde comprar un IPad solo sea accesible a los súper ricos -como en Venezuela o en la Argentina de los presidentes K-, o donde la industria nacional sea ineficiente y protegida. Nadie quiere inflación elevada ni racionamiento de dólares. Lo que los chilenos quieren es un país transparente, sin abusos y moderno. El problema es que nuestros políticos son dados al secretismo, al abuso y al oscurantismo.

- ¿El ministro Valdés logrará levantar la economía en este segundo tiempo o debemos resignarnos a crecimientos del 2%?

- El rol del ministro Valdés no es levantar la economía. ¡Si los ministros pudieran hacer esto, el mundo sería muy diferente! Lo que sí puede hacer es darle un sentido lógico al plan para los próximos dos años, un sentido que reduzca la incertidumbre.

- ¿Es necesario un shock de medidas reactivadoras?

- Este no es un tiempo para shocks. Es tiempo de prudencia y orden.

- ¿Es razonable la preocupación del ministro por el déficit fiscal?

- Los observadores extranjeros están confundidos con lo que ha pasado en Chile. Para ellos es difícil entender que el país más exitoso de la historia de América Latina, desde la Independencia, vuelva las espaldas a sus propios logros. El ajuste fiscal tiene mucho de símbolo. Una señal al mundo de que Chile no ha caído en la locura colectiva, y que no ha tirado por la borda los esfuerzos de dos generaciones. Es una señal positiva e importante. 

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