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A un mes del 10 y 11-A: los metros finales de las elecciones que reordenarán el tablero

Las elecciones de gobernadores, municipales y constituyentes darán pistas relevantes para la presidencial y lo que viene.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 12 de marzo de 2021 a las 04:00 hrs.
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Rocío Montes

Con la triple elección del segundo fin de semana de abril –gobernadores, municipales y constituyentes–comenzarán a develarse algunas de las principales incógnitas que han marcado la política chilena desde las revueltas.

Aunque nos encontramos en un panorama incierto y cambiante –todavía en medio de una crisis social, política, sanitaria y económica– existen algunos elementos que permiten concluir que lo que suceda en un mes, sobre todo con la elección municipal, anticipará las fuerzas con miras a la presidencial de noviembre próximo.

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Las municipales han sido, desde 2008 a la fecha, un buen predictor de las presidenciales.

En 2008, por ejemplo, la derecha obtuvo un aumento a 144 alcaldes, mientras la Concertación bajó a 147. Fue el preludio de la victoria de Piñera en 2010.

En 2012, la derecha bajó a 121 y la Concertación subió a 167. El resultado fue el anticipo de la victoria de Bachelet en 2013.

En 2016, en tanto, la derecha se quedó con 145 alcaldías, mientras que la Nueva Mayoría obtuvo 141. Fue el primer antecedente de un nuevo y amplio triunfo de Piñera en 2017, su segundo gobierno.

Lo que suceda en abril de 2021, por lo tanto, debería seguir en la misma línea: los resultados darían luces importantes acerca de la carrera a La Moneda, a apenas siete meses de la primera vuelta presidencial del 21 de noviembre.

En un mes sabremos, en paralelo, la medida de la movilización electoral de la ciudadanía. En el referéndum de octubre pasado –por el “Apruebo” o “Rechazo” a una nueva Constitución–, hubo un 50,9% de participación, es decir, subió un punto y tanto en comparación a la segunda vuelta presidencial de 2017.

Los que vieron el medio vaso vacío concluyeron que Chile seguía estancado en un 50% de abstención, pese a que en el plebiscito estaban en juego asuntos cruciales y se trataba del proceso electoral de mayor importancia desde 1988. Los que miraron el medio vaso lleno argumentaron que el 50,9% de participación fue un buen porcentaje, porque se dio en un contexto de pandemia, estado de excepción constitucional –con toque de queda– y con el país sufriendo un “abstencionismo estructural”, como lo llaman en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En Chile, la baja participación fue un fenómeno que se acrecentó desde que se implementó el voto voluntario en 2012 (la participación cayó desde el 87% en 1989 hasta el 49% en la segunda vuelta presidencial de 2017, con un mínimo histórico del 36% en las municipales de 2016).

Los que siguen teniendo mayor rango para crecer siguen siendo los jóvenes, que tienen las tasas de participación electoral más bajas. En las últimas municipales de 2016, solo votó un 14% los que tenían entre 18 y 19 años: cuatro veces menos que las personas mayores. Es decir, según el estudio Diagnóstico sobre la participación electoral en Chile, de octubre de 2017 del PNUD, casi 700.000 de estos jóvenes recién salidos del sistema escolar decidieron quedarse en la casa y no sufragar. Si se le suman las personas de hasta 29 años, fueron 3.000.000 los que se abstuvieron. “A pesar de corresponder a menos del 25% del padrón, los jóvenes entre 18-29 años representan el 34% del total de la abstención del país”, indica la investigación.

En la elección de abril próximo sabremos, adicionalmente, si se consolida el comportamiento de los sectores populares de Santiago, que en el plebiscito salieron a votar. En La Pintana, por ejemplo, la participación pasó del 36% al 50%.

Un tercer asunto de crucial importancia será la elección de convencionales, porque en abril conoceremos si la elección de la convención constituyente logrará conducir institucionalmente el proceso chileno, como fue la apuesta de buena parte del mundo político con representación en el Congreso y el propio gobierno de Sebastián Piñera.

¿Logrará la elección de convencionales estar a la altura de las inmensas expectativas sociales que apuntan a la novedad y la llamada derrota de los poderosos de siempre? ¿Serán desconocidos los convencionales o, en cambio, saldrán electas las figuras clásicas de los mal valorados partidos, dada las reglas mismas de la elección? El fantasma de la frustración comienza a sobrevolar las cabezas de los dirigentes de lado y lado.

Resultaría realmente una sorpresa que la derecha no alcance un tercio de su composición –central para el debate por una nueva Constitución–, porque los bloques desde los 90 han estado bastante empatados. Lo que resultaría sorpresivo, en cambio, sería que la oposición obtuviera dos tercios de los votos, por el grado de dispersión con que se presenta el sector. El escenario complejo se les repite en la elección de gobernadores, las primeras. El grado de movilización que el mundo político alcance en las primarias legales presidenciales en julio será un desafío con miras a quedarse con La Moneda.

Las preguntas comenzarán a responderse en abril próximo. No ayudará a aplacar la incertidumbre la crisis sanitaria que ha mostrado signos de complejizarse en los últimos días.

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