Política

Carlos Ruiz: “Lo que queda de izquierda está muy aturdida”

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 20 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Foto: Rodolfo Jara
Foto: Rodolfo Jara

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Para el sociólogo Carlos Ruiz, académico de la Universidad de Chile, presidente del centro de pensamiento Nodo XXI, “si se levanta la tapia de la izquierda, lo que hay son fragmentaciones y recriminaciones, nada más”. “Lo que queda de izquierda está muy aturdida”, agrega en referencia a todo el sector, incluido el Frente Amplio, del que desde su conformación fue uno de los referentes intelectuales. Dice que el estallido social del 18 de octubre, “desenfocó, sacudió y sobrepasó” a la izquierda. Es, según Ruiz, una explicación de las escenas que hemos visto esta semana en el Parlamento, donde la oposición ha protagonizado crudas guerras intestinas a propósito –esta vez– de la discusión constituyente.

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Pero según el autor de títulos como “De nuevo la sociedad”, para entender lo que ocurre hoy es necesario regresar a los años noventa: “La contraposición entre el Sí y el No del plebiscito de 1988 se construyó en la idea del Estado versus el mercado. En la medida que en los gobiernos de la Concertación fueron aumentando el gasto social en salud, educación, pero no para reconstruir los viejos derechos sociales, sino para ponerle voucher a clínicas o universidades privadas, empezó a crecer una especie de capitalismo al amparo del Estado. Esto diluyó esa identidad tan marcada en la política entre Estado contra mercado”.

–¿Ya no es un clivaje vigente?

–Hoy a este movimiento de 2019 no sacas nada con llegar y ofertarle Estado, porque claro: miren la gratuidad de Bachelet. No fue hacer gratuitos los servicios estatales, sino que dar un bono para comprar educación. Un subsidio estatal al lucro privado. La gente, por lo tanto, hoy siente una desidentificación con el Estado y la izquierda que todavía sigue en clave siglo XX –incluido el PC­–, sigue creyendo que el Estado es lo que resuelve el mal de todas las cosas.

–¿Qué demanda el individuo si no es más Estado, según usted?

– A la vez que pide derechos sociales universales ­–lo que implica cierta protección estatal–demanda autonomía individual, como las libertades sexuales. Y con este individuo nuevo, la izquierda que todavía está en los años ‘90 –que se ordena en la clave ochentera del Sí y el No­– no engancha. Porque la izquierda es buena para alzar la bandera de la igualdad, no la de la libertad.

–¿Qué pasa con la izquierda y el feminismo?

–El feminismo no está dentro del Frente Amplio, por ejemplo. Eso es una imagen muy equivocada de la gente. El feminismo no está en la izquierda ni en ningún partido. Corre solo por fuera a través de una serie de coordinadoras de movimientos. Entonces, esta masa desborda todo tipo de identidades…

–Y en las manifestaciones no se observan banderas de los partidos…

–No aparecen las banderas de los partidos ni aparecen los sindicatos, como la CUT de Bárbara Figueroa, comunista. Este tipo de organizaciones sociales antiguas tampoco representan. Están ancladas en el enclave izquierda-derecha, que es un clivaje que ya no le responde a este individuo, porque se desdibujó en la transición en la medida que fue rodando la democracia. En un régimen de responsabilidad individual, la ciudadanía sale a marchar con su cartel –“véanme”–, y lo que se asoma son una serie de coordinadoras estructuradas en torno al problema de los derechos: derecho al agua, derecho de pensiones, etcétera. Los argentinos no lo entienden.

–¿Qué ha escuchado?

–Mis colegas argentinos preguntan: “Y, che, ¿dónde están los sindicatos?”. Suponen que son los grandes líderes y que animan las marchas. Pero en la marcha aparece la bandera chilena, la bandera mapuche y los carteles de la gente.

–Y ahí es donde usted dice que la izquierda queda aturdida.

–Es que no logra tener una política de masas para enchufarse. Entonces al revés: queda aturdida, se encierra en el Parlamento, empieza a buscar soluciones, no se pone de acuerdo para encontrar esas soluciones y se empieza a fragmentar y recriminar, como lo hemos visto esta semana. Tomás Hirsch, Gabriel Boric, Daniel Jadue, por nombrar solo algunos. Tenemos finalmente un pueblo que se constituye gigantesco, pero apegado a las condiciones actuales y no a una izquierda que se quedó en una situación pretérita. En Chile hoy tenemos una especie de pueblo sin izquierda y una izquierda sin pueblo.

–¿Qué le queda a la oposición?

–El problema de la izquierda es apropiarse del presente, de las nuevas condiciones, de estos engendros sociales que construyó este neoliberalismo avanzado. Hay que construir una izquierda para el siglo XXI. La distancia entre política y sociedad se vino gestando largamente. La política vivió muchas décadas muy ensimismada y de ese ensimismamiento no se salvó tampoco la izquierda.

–¿La izquierda tampoco estaba en la calle?

–La izquierda tampoco estaba en la calle, por lo que la sociedad mira con mucha sospecha lúcida a la política. Entonces claro, logran un acuerdo para tratar de manejar la cuestión constitucional y la gente sospecha. ¿Y qué hace la izquierda? Se empieza a recriminar y dividir. A cada segundo se descuelga un lote nuevo.

–¿Y el Frente Amplio?

–El Frente Amplio, que nació como una promesa de poder refundar esa política ensimismada de la transición, esa política de la cocina, al final termina subsumiéndose en esa política. Es un poco la crisis de la generación del 2011: termina más a la cola de lo que se venía cayendo que de haber podido levantar una nueva manera de hacer las cosas.

–¿Cómo observa al PC?

–El PC tiene contradicciones y tampoco escapa a la fragmentación. Solo hay que fijarse en la votación de la ley por la que Giorgio Jackson luego pidió disculpas [la llamada ley antisaqueos]. El PC no votó homogéneo y ha pasado colado.

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