Política

Sri Mulyani Indrawati: Los países en desarrollo deben adueñarse de la frontera tecnológica

Los gobiernos deberían empezar por reconocer que el desafío no sólo tiene que ver con una “política digital”. Más bien, exige una estrategia para “toda la economía” y no para “gran parte de la sociedad”.

Por: | Publicado: Viernes 27 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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La rápida transformación tecnológica será una característica clave de la economía en el futuro. A nivel nacional, regional y global, las tecnologías de frontera ofrecen nuevas oportunidades alentadoras, pero también introducen nuevos retos en materia de políticas.

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El avance de la innovación tecnológica ha estimulado durante mucho tiempo el desempeño económico, mejorado la eficiencia, acelerado el ritmo de la globalización y transformado a la sociedad humana en el proceso. Pero, al ser una cuestión que define nuestros tiempos, la revolución digital exige una cooperación política renovada en todos los niveles de gobernanza. Después de todo, la última ola de cambio tecnológico es especialmente amplia, y llega a toda velocidad, alterando esencialmente la manera en que se intercambian los productos, los servicios y las ideas. Y, en tanto la caída acelerada de los costos hace que las tecnologías digitales sean cada vez más asequibles y accesibles, seguirá transformando la vida y la subsistencia de la gente.

Sin embargo, existe el peligro de que estos logros no lleguen a la gente más pobre del mundo. Se calcula que tres mil millones de personas podrían seguir sin acceso a Internet en 2023, y muchas más tendrán pocas oportunidades, o ninguna, de recoger los frutos de las tecnologías digitales. Eso significa que no podemos demorarnos en abordar el problema de la exclusión digital.

Afortunadamente, la Comisión Senderos hacia la Prosperidad sobre Tecnología y Desarrollo Inclusivo, que copresido junto con Melinda Gates, ha demostrado que los países en desarrollo todavía pueden sacar partido de la nueva ola de tecnologías de frontera para bien de todos. Las tecnologías digitales han destrabado nuevas rutas para la prosperidad a través de la agricultura, la industria, el comercio en servicios, la vinculación de los sectores informales y formales y la interconectividad doméstica. Los países de ingresos bajos y medios en todo el mundo hoy tienen la oportunidad de construir nuevas industrias, ofrecer mejores servicios y mejorar la vida de la gente.

Sin embargo, las tecnologías digitales también pueden afianzar las formas existentes de exclusión, alterar las subsistencias y ofrecer nuevas herramientas para que los poderosos abusen de los débiles y los exploten. Los países en desarrollo, en particular, parten de una posición difícil, porque ya están lidiando con los desafíos del bajo capital humano, de instituciones ineficientes y de un entorno comercial difícil. Aun así, los responsables de las políticas no deben paralizarse frente al cambio. En lugar de volverse observadores pasivos de la revolución tecnológica, deben tomar las riendas de los futuros económicos de sus países.

Todos los países en desarrollo y las economías emergentes deberían poder aprovechar al menos algunas de las nuevas oportunidades disponibles. Como ha demostrado la Comisión, los gobiernos tienen varias opciones de políticas para lograr un crecimiento más inclusivo. Pero la tecnología por sí sola no garantizará el éxito. Los responsables de las políticas también deben tener en cuenta los contextos y condiciones locales, para poder crear ecosistemas sociales, políticos y económicos en los que la tecnología cree empleos e impulse el crecimiento inclusivo.

Para competir a nivel global, todos los países necesitarán prepararse para las tecnologías nuevas e inminentes, maximizando la integración y guiando a los mercados hacia los tipos correctos de innovación. Los gobiernos deberían empezar por reconocer que el desafío no sólo tiene que ver con una “política digital”. Más bien, exige una estrategia para “toda la economía” -y no para “gran parte de la sociedad”-. Y como la inclusión es la clave para el éxito, habrá que introducir un respaldo de los grupos marginalizados en el proceso de políticas desde el principio.

Con ese fin, los gobiernos nacionales deberían planificar la preparación digital en cuatro áreas: infraestructura, capital humano, políticas y regulación, y finanzas. Estos son los pilares técnicos de la economía futura.

Al mismo tiempo, los responsables de las políticas a nivel regional –particularmente en la región Asia Pacífico- necesitan empezar a darle impulso a la cooperación en materia de políticas, que será necesaria para aprovechar las tecnologías de frontera en aras de un mayor beneficio de todos. De la misma manera, a nivel global, las cuestiones transfronterizas asociadas con las tecnologías de frontera necesitarán abordarse de manera multilateral.

Eso significa que las propias organizaciones multilaterales deberían estar desarrollando una antena para identificar nuevos desafíos tecnológicos y para el desarrollo. Ya está claro que hay que hacer mucho más para mitigar las alteraciones tecnológicas en el empleo, impulsar la inversión en capital humano y garantizar una tributación justa en la nueva economía digital.

No deberíamos subestimar el poder del multilateralismo. Durante décadas, los países se han venido uniendo en los foros globales para salvaguardar los bienes públicos y buscar la prosperidad colectiva. De todos modos, la arquitectura existente para el multilateralismo necesitará adaptarse para reflejar las necesidades cambiantes. Para captar los beneficios de la Cuarta Revolución Industrial, también necesitaremos fortalecer las alianzas público-privadas y hacer que nuestras economías sean más eficientes y flexibles. Ante la proyección de que la población mundial llegue a diez mil millones de personas a mediados de siglo, la gobernanza global se volverá aún más compleja de lo que es hoy.

Por su parte, Indonesia reconoce la necesidad de políticas para manejar la nueva economía digital. Además de abordar el impacto de la alteración tecnológica y garantizar una tributación justa, la clave será colocar a la gente en el centro de la agenda. Más allá de dotar a los trabajadores de las capacidades apropiadas, debemos crear un mundo digital donde toda la gente tenga voz y donde quienes no se están beneficiando con el cambio reciban el apoyo que necesitan.

Como suele suceder, el desafío que enfrentamos también es una oportunidad. Las tecnologías digitales y de frontera tienen el enorme potencial de mejorar la administración de gobierno y el suministro de servicios públicos. Es hora de un nuevo tipo de conversación, que involucre a los gobiernos, a los líderes empresariales, a los innovadores, a las organizaciones de la sociedad civil y a los ciudadanos por igual. Para los países en desarrollo, la tarea es clara: debemos surcar la ola del cambio tecnológico, en lugar de esperar a que se nos venga encima. 

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