Política

Todos los errores del Presidente

En su segundo gobierno, Piñera ha mostrado en diferentes ocasiones que no ha cambiado tanto: su personalidad lo lleva a cometer reiteradas equivocaciones políticas.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 3 de mayo de 2019 a las 04:00 hrs.
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En la última campaña presidencial, desde diferentes frentes se insistió en los cambios que había sufrido, para mejor, el presidente Sebastián Piñera en los cuatro años que estuvo preparando su regreso desde Apoquindo 3000. Se apuntaba por cierto a la mayor experiencia, pero a su vez al autocontrol de ciertas características de su propia personalidad que lo llevaron, en reiteradas ocasiones en su primer período en La Moneda, a cometer errores políticos que terminaban dañando a su gobierno. Como la de parecer siempre omnipresente, sin dejar espacio de juego a sus ministros, a los que dejaba en una sombra peligrosa. Como el impulso medio incontrolable de querer arreglar los problemas personalmente, cuando percibía que determinados miembros del gabinete no estaban dando el ancho. Como el rasgo de querer ganar siempre –el primero del curso, en un lenguaje menos sofisticado– que resulta adecuado para los negocios, pero que no siempre queda bien en la política.

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Pero, ¿ha cambiado realmente el Presidente? A juzgar por varios de los episodios conflictivos desatados por el propio Piñera desde marzo de 2018 –incluidos los de la última semana–, resulta al menos dudable…

Dos hechos del pasado reciente: la decisión de nombrar a su hermano Pablo como embajador de Chile en Argentina –que se tardó en revertir– y la designación de su speech writer Mauricio Rojas como ministro de Cultura –obviando las evidentes reticencias que generaba­–, cuando sobre la misma mesa el Presidente tenía el currículum de Consuelo Valdés.

En la categoría desatinos-frases desafortunadas existen varios ejemplos. Si bien no generan grandes crisis políticas ni polémicas que se hayan sostenido ni una semana, obligan a dar explicaciones y distraen a un gobierno de apenas cuatro años sin mayoría en el Congreso que trabaja a contrarreloj para sacar adelante su agenda. Cuando a propósito de sus propios tics dijo que, a su juicio, los niños de ahora estarían sobre diagnosticados y que en su tiempo “una patada en el traste era mejor: santo remedio y además gratis”. La bandera chilena dentro de la de EE.UU. en la reunión con Donald Trump tampoco fue un capítulo gratificante para La Moneda.

Volviendo a la actualidad: los errores del presidente –del propio Presidente, no del gobierno del Presidente– son consecutivos y evidentes. Sin duda que el que mayor impacto tuvo fue cuando en un matinal de TV y al inicio de las críticas por la instalación de medidores inteligentes, sinceró a comienzos de marzo: “¿Quién lo paga? Digamos las cosas como son: el usuario paga todo”. La frase marcó un punto de inflexión. Hasta ese momento, el Ejecutivo buscaba traspasar el costo de la medida a los reales responsables: el gobierno de Bachelet y el Congreso, que es donde se definió la ley y la norma. Pero con sus dichos, el problema quedó irremediablemente asociado a esta administración.

De acuerdo a Cadem, el tema de los medidores tiene un alto interés ciudadano y un 95% de la gente está informada al respecto. El caso tuvo, por lo tanto, un alto impacto en la percepción de la gente sobre la gestión del gobierno en el ítem “desarrollo energético”: en febrero un 51% apoyaba esta área y en marzo bajó a un 35%, lo que aumentó levemente en abril a un 37% (un alza dentro del margen de error, quizás motivada por la decisión del gobierno de hacer voluntario el cambio).

Luego una nueva equivocación: al recibir a mediados de abril a la selección sub 17 que clasificó a un mundial a horas de hacer un Consejo de Gabinete, Piñera hizo una analogía diciendo que iba a mostrarle los goles a sus ministros, porque era necesario que algunos anotaran. Sus palabras se resintieron en La Moneda, porque lo señaló en un contexto en que se hablaba fuertemente de un cambio de gabinete que podría haber tocado incluso al ministro del Interior, Andrés Chadwick, que en otros momentos parecía inamovible. El propio Piñera, otra vez, generando ruido de manera innecesaria.

La guinda de la torta en esta seguidilla de errores reciente fue la gira a China y la participación de dos de sus hijos en la delegación. El asunto se instaló a partir del video de Nelson Pizarro, el presidente ejecutivo de CODELCO, criticando al gobierno porque no fueron invitados. No era algo que complicara mucho al Ejecutivo, que entendía que Codelco tiene una oficina enorme en Shangai y el gerente general de esta sede estaba considerado en todas las actividades, pautas y reuniones de la delegación. Pero las críticas por Codelco pusieron el foco de la prensa en los que estaban realmente invitados, entre los que estaban Cristóbal y Sebastián Piñera Morel.

La inclusión de los hijos abrió flancos nocivos para el gobierno, porque volvió a levantar críticas por nepotismo, que bastante daño causaron al comienzo del período por el nombramiento de su hermano Pablo como embajador en Argentina. Pero al mismo tiempo reforzó las críticas de los que señalan que este gobierno habla de mérito –­como argumento para defender proyectos emblemáticos como Admisión Justa, por ejemplo– y por otro lado privilegia a los de siempre.

En definitiva, el problema con los hijos de Piñera terminó opacando en buena parte el éxito de la gira, cuyos buenos resultados fueron reconocidos incluso por críticos duros de la oposición, como el senador del PPD, Jaime Quintana. Fue exitosa porque al Presidente lo recibieron los tres líderes de mayor importancia del gobierno chino y porque se firmaron importantes acuerdos en materia agrícola, de electro movilidad y tecnología, que lamentablemente se lucieron poco a causa de la polémica, como suele suceder.

Pero no fue el único error del Presidente en la gira a Asia: un desatino completo fue haber señalado en China que “cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, porque con estas definiciones debilitó evidentemente la postura de Chile frente a Venezuela.

Es el presidente Piñera en gloria y majestad que, en cualquier caso, con su aprobación en torno a un 40% no enfrenta un escenario demasiado distinto al de otros mandatarios, en tiempos de una opinión pública global de alta exigencia.

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