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Eugenio Tironi: comenzamos a dejar atrás el capitalismo oligárquico

Aborda el efecto del caso colusión en la imagen del empresariado: “Los hace caer del pedestal, a temer a las leyes y a las autoridades, en fin, a sostener una relación menos soberbia y más horizontal con el resto”.

Por: Paula Vargas M. | Publicado: Lunes 9 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Varios son los heridos que ha dejado en el camino el destape de la colusión de las papeleras. Pero quizá el más damnificado hasta el momento es Eliodoro Matte, el líder de uno de los grupos más respetados de la escena empresarial criolla.


Por qué la opinión pública no le cree y por qué sus pares han sido tan lapidarios a la hora de juzgar la conducta de la CMPC, son algunos de los temas que abordamos en esta entrevista con el sociólogo Eugenio Tironi, quien ad portas de tomar un avión con destino a Brasil analizó la coyuntura con Dario Financiero, donde ve un escenario bastante menos adverso para la figura del empresario y del modelo en su conjunto, el que nunca antes había estado más cuestionado que en estos momentos, justo cuando el mundo privado estaba en una intensa campaña por volver a legitimarse tras los escándalos políticos-empresariales del último tiempo. Es más, Tironi apuesta a que este episodio, más que marcar un quiebre entre sociedad y empresa, va a acercar a estos dos mundos.


"Lo que se acaba -y ya era hora- es la noción de que la empresa, los empresarios y los ejecutivos de empresas eran seres diferentes al resto de los humanos, emancipados de toda tentación o pulsión destructiva", advierte.


-¿Por qué este caso de colusión ha generado tal nivel de indignación en la sociedad, superior incluso al de otros similares, como por ejemplo el de la colusión avícola o el mismo caso farmacias?


-Son varios factores. El primero es la acumulación: el hecho de que sean tantos casos dificulta presentarlos como excepcionales. El segundo es la naturaleza misma del hecho, que atenta contra el principio de justificación del capitalismo: la libre competencia, y ésta en beneficio del consumidor. El tercero es que se trate de la "papelera", que es el buque insignia del capitalismo chileno, la empresa que simbolizó su defensa ante el gobierno de Allende. Y cuarto, el hecho que esté envuelta la familia Matte, la cual ha tenido y tiene un lugar central en el establishment criollo, precisamente por algo que aquí parece haber sido transgredido: la contención de la codicia.


-¿Qué pasa con la sociedad que no acepta el perdón de la compañía personalizada en Eliodoro Matte?


-Es comprensible. Como el propio Eliodoro Matte lo dijo, su versión es poco creíble. Contradice flagrantemente la imagen que los propios empresarios presentan de ellos mismos, como personas diligentes, astutas y dedicadas. El hecho que sea poderoso, tanto económica como social y culturalmente, lo hace una figura atractiva para los inquisidores. Pero la cuestión no se puede reducir a si le creo o no le creo. Lo importante es que pidió perdón, que no esperó a que "las aguas se aquieten", que no se refugió en justificaciones alambicadas -como la tradicional-, que es acusar de "persecución política", que está dispuesto a colaborar con la justicia y a reparar a los damnificados. Me quedaría con esto.


-¿Debió Eliodoro Matte dar un paso al costado de todas sus funciones, tanto en la papelera como en el CEP?

-No creo. Prefiero un mundo de pecadores y arrepentidos que uno de santones soberbios y altaneros. En otras palabras, prefiero a gente que tenga heridas de guerra a las que se presentan a sí mismas como vírgenes. Por lo mismo, preferiría que Matte siga adelante con lo suyo, mostrando lo que ha aprendido del dolor y la vergüenza. Esto es lo que todos deberíamos aprender de lo sucedido en estos meses, tanto en la política como en la empresa: que todos somos humanos, una combinación de ángeles y demonios; y que la peor tentación es olvidarlo y creernos omnipotentes. Este es el pecado de Milton Friedman, que en el mundo empresarial chileno llegó a propagarse como una peste: el de suponer que la gestión de la economía y de la empresa podían emanciparse de cualquier juicio moral y, por consiguiente, debían librarse de cualquier regulación, toda vez que éstas encarnan los estándares morales de una sociedad.

El boicot


-¿Cuál es la lectura que hace de este boicot de la población a los productos de las firmas coludidas?


-Éste es un principio básico del capitalismo: el castigo por la vía del "exit", como le llamara Albert Hirshman; esto es, por la vía de buscar otras opciones. Pero este camino tiene límites muy estrechos. Se requiere también del "voice", esto es, la protesta y la defensa organizada de los derechos, en este caso los derechos del consumidor. Y se requiere, sobre todo, de la acción de la justicia y la vigilancia permanente de los fiscalizadores. Como bien dijo el fiscal nacional económico, Felipe Irarrázabal, es imposible evitar la colusión, pues es una pulsión inherente al capitalismo; de lo que se trata es de desbaratarla y castigarla cuando es descubierta. Y esto, en Chile, comienza a ocurrir. Es un inmenso paso adelante. Comenzamos a dejar atrás el capitalismo oligárquico.


-¿A qué atribuye que ninguna de las señales de la compañía hayan sido suficientes de cara a la opinión pública y el mundo empresarial?


-Hay de todo. Hay mucha gente que quiere cobrar viejas cuentas pendientes. Otra que se aprovecha del pánico para disparar contra el capitalismo y la empresa -lo mismo que ocurre cuando a raíz de casos de corrupción en política se dispara contra la democracia-. Pero hay también otra cosa: que por la vía de condenar a otros creemos estar confirmando nuestra propia virtud. Vale decir, mientras mayor es mi indignación moral ante los actos ajenos y mientras la expreso con epítetos más gruesos, más puro me siento, menos contaminado, más blindado ante las tentaciones y el pecado. Dicho de otro modo, tras todo inquisidor hay alguien que se cree santo, lo cual, a mí al menos, me cae fatal, venga de donde venga.


-¿Cree usted que este caso marca el quiebre definitivo entre empresa y sociedad? ¿Cuáles son los riesgos de lo que pareciera ser una separación irreconciliable?


-No creo. Lo que se acaba -y ya era hora- es la noción de que la empresa, los empresarios y los ejecutivos eran seres diferentes al resto de los humanos, emancipados de toda tentación o pulsión destructiva, que solo rendían cuenta ante la hoja de estado de resultados, y no debían ser tocados ni con el pétalo de una rosa. No es así. Son como cualquiera de nosotros, y deben ser tratados igual que a cualquiera, sin privilegios pero a la vez sin discriminación. Lo ocurrido hace caer al empresariado del pedestal, a temer a las leyes y a las autoridades, en fin, a sostener una relación menos soberbia y más horizontal con el resto de sus compatriotas. Es lo mismo que le ha pasado a los políticos y a la propia Iglesia. Todo esto -aunque suene paradojal- terminará acercando la empresa a la sociedad, no alejándola.


-En este escenario, ¿cómo recuperar la confianza en el empresariado y en un modelo económico en entredicho?


-No es una cuestión de confianzas. No es una cuestión de sentimientos. No es una cuestión moral. Es una cuestión de comportarse de acuerdo a las reglas. Y para que esto ocurra, éstas deben ser eficaces, deben haber autoridades que las hagan cumplir, deben haber sanciones duras, y debe haber también misericordia, pues el mundo (y el capitalismo) es mejor a partir del fracaso, el arrepentimiento y el perdón.

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