Entre Códigos

¿Cómo ha sido el camino de los países que comienzan desde “cero” sus constituciones?

Una revisión de los casos y la literatura permiten bosquejar que más allá del debate de qué significa “la hoja en blanco”, la idea de reescribir la Constitución parece más bien algo simbólico.

Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Lunes 27 de enero de 2020 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

La nueva Constitución. Hay algo común en casi todos los casos: el nuevo texto ha servido para comenzar o concretar un cambio de régimen. Un caso emblemático es Kosovo, que con su constitución de 2008 dejó atrás el período de protectorado de la ONU y comenzó su vida como república independiente de Serbia. En la misma categoría puede colocarse a Egipto, Marruecos, Túnez, Libia y Siria, que adoptaron nuevas constituciones tras las protestas de la denominada Primavera Árabe. Un caso menos dramático, pero que implicó cambios estructurales, es el de Finlandia, que adoptó el texto de 1999 para adaptarse a su nueva vida como miembro de la Unión Europea.

No es el caso de Chile. El país, considerado (hasta octubre) el más estable y con mayor nivel de desarrollo de América Latina, se ha embarcado en un proceso de reforma constitucional, con el que un sector espera lograr cambios profundos. En “Procedimientos de reforma y estabilidad constitucional”, los académicos Bjorn Rash y Roger Congleton, explican que la demanda por reforma constitucional suele darse ya sea por mayorías temporales que buscan mejorar su propia situación (reelección presidencial) o cuando la ciudadanía descubre efectos indeseados de instituciones, o un cambio en sus valores. Esto suele resolverse con procesos de reformas puntuales, como los 11 que ha llevado a cabo Alemania o los 16 de Austria, desde 2000.

Hay quienes alegan, sin embargo, que la constitución chilena no debe seguir siendo reformada, sino reemplazada. Un argumento, que revisamos la semana pasada, fue el de la ilegitimidad de origen, por haber sido dictada en 1980. Argumento que es más bien simbólico, pues como se explicó en este espacio, el texto actual difiere casi en su totalidad al que se aprobó entonces.

Incluso si se acepta el valor simbólico de una constitución redactada en plena democracia, cabe preguntarse si la propuesta de reescribirla por completo es realista.

“No creo que sea posible (para Chile) comenzar de cero. Simplemente no es posible. Es querer reconstruir el barco en el que ya se está navegando”, afirma Tom Ginsburg, constitucionalista, profesor de la U. de Chicago, y autor de “Cómo salvar a la democracia constitucional”, entre otros títulos.

A diferencia de Egipto o Kosovo, en Chile la reforma constitucional no sería precedida por una guerra ni una revolución.

Sí sería, afirma Miriam Henríquez, profesora de Derecho Constitucional de la U. Alberto Hurtado, una salida política a la crisis actual. “Es la salida que se escogió para descomprimir la crisis política que se generó tras la crisis social”, agrega.

Para Henríquez sí hay una demanda por plasmar un nuevo pacto social en la Constitución, pero el uso de argumentos como “refundar” o “comenzar de cero” genera preocupación en algunos sectores y desconfianza en el proceso.

Especialmente si se considera que, excepto en casos verdaderamente fundacionales, las nuevas constituciones no suelen diferir tanto de los textos anteriores. Por ejemplo, a pesar de los numerosos cambios introducidos en 2008, la constitución ecuatoriana, en sus primeros puntos contiene los mismos conceptos y valores que su antecesora de 1998, aunque con otra redacción. La constitución argentina de 1994 también mantuvo intactos los primeros 35 artículos del texto de 1853. Incluso las tres constituciones de Egipto (1971, 2012, 2014) contienen los mismos valores en su preámbulo, una república islámica y árabe, orgullosa de su historia y su rol en la civilización, la defensa a la familia y el patriotismo.

Al igual que estos países, Chile tiene una historia y una tradición constitucional, agrega Henríquez. Una tradición que se enmarca, además, en el del constitucionalismo democrático. Como explican Rash y Congleton, este tipo de constituciones garantizan ciertos principios, como la independencia de los poderes del Estado, la protección a los derechos humanos, elecciones libres e inclusión de las minorías.

Por eso Henríquez cree que más que hablar de “comenzar de cero”, lo que debe hacerse es concentrarse en definir las numerosas incógnitas pendientes respecto al procedimiento, tanto del plebiscito de abril (voto en el extranjero, por ejemplo) como del eventual organismo constituyente.

Además, el argumento refundacional podría jugar en contra de sus propios promotores al crear altas expectativas difíciles de cumplir.

¿Cómo ha sido el camino de los países que comienzan desde “cero” sus constituciones?Una revisión de los casos y la literatura permiten bosquejar que más allá del debate de qué significa “la hoja en blanco”, la idea de reescribir la Constitución parece más bien algo simbólico.

Lo más leído