Economía

Abdullah Gül: Una agenda de paz para Oriente Medio en 2017

Por: Abdullah Gül Ex presidente de Turquía | Publicado: Martes 3 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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En 2016, los conflictos en Oriente Medio siguieron proliferando mucho más allá de la cuestión palestino-israelí que había dominado durante tanto tiempo la política regional. De cara a 2017, cuatro países clave -Irak, Libia, Siria y Yemen- se están desgarrando en guerras civiles.

Estos conflictos están afectando de manera directa o indirecta al resto del mundo, al exportar terrorismo y refugiados, productos que contribuyen a un populismo y un autoritarismo resurgente en Occidente, del que no se ha librado casi ningún país. En el próximo año, el mundo se encontrará bajo una presión mayor que nunca para empezar a resolver los conflictos de Oriente Medio y sus peligrosos efectos secundarios.

Para empezar, reanudar el proceso de paz entre Israel y Palestina debe ser una máxima prioridad. Si bien el conflicto no ha recibido tanta atención en los últimos años como en el pasado, no es menos importante poner fin a la ocupación de los territorios palestinos y la consiguiente crisis humanitaria.

Un asentamiento acordado -basado en términos claros y respaldado por las Naciones Unidas, la Unión Europea y el resto de la comunidad internacional- garantizaría la seguridad de Israel y normalizaría sus relaciones en la región, particularmente con sus vecinos árabes. Esto crearía oportunidades de cooperación regional y global, a la vez que le devolvería la credibilidad que el propio sistema internacional tanto necesita.

Es de esperar que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, reanude los esfuerzos de paz de su país, y que su retórica de campaña sobre Palestina y el estatus de Jerusalén no se transformen en propuestas políticas. Francia, a su favor, ha manifestado interés en reanudar el proceso de paz, a pesar de que soporta ataques terroristas promovidos por el Estado Islámico. Rusia también ha intentado recientemente llevar a los líderes israelíes y palestinos a la mesa en Moscú, a pesar de que ayuda al presidente sirio, Bashar al-Assad, en la guerra civil en su país.

Las recientes propuestas de estas naciones dan cuenta de que la comunidad internacional está impaciente por resolver el conflicto en curso más antiguo de Oriente Medio, para ayudar a frenar la ola de terrorismo y otros problemas globales que emanan de la región. A fin de hacer progresar el proceso de paz en 2017, la comunidad internacional debería abrazar la Iniciativa de Paz Árabe, presentada por el difunto rey Abdullah de Arabia Saudita en 2002. La iniciativa ya ha sido bien recibida por todas las partes involucradas en el conflicto, y ha sido respaldada por la Liga Árabe.

Con respecto a Irak, Libia, Siria y Yemen, la comunidad internacional debe seguir coordinando campañas militares conjuntas contra los bastiones terroristas en cada país. Pero la resolución de estos conflictos exigirá soluciones políticas. Y aunque ya se han formulado propuestas para la división de estos estados, éstas no se pueden implementar sin que todas las partes las hayan aprobado. Por cierto, no es obvio que la formación de nuevas naciones vaya a ser más sencilla que integrar los ya existentes.

Interlocutores extranjeros y ex líderes irresponsables de Oriente Medio abrieron la caja de Pandora en la región, empezando por la guerra en Irak. Algo que el mundo debería haber aprendido de esta debacle es que la división de países puede tener consecuencias geopolíticas de amplio alcance e impredecibles. Ciertas facciones en Irak y Siria todavía están capitalizando los vacíos de poder en esos países y persiguen objetivos maximalistas que sólo provocarán un mayor revanchismo e irredentismo en la región. Cualquier acuerdo que obligue a la gente a entregar territorios o recursos que consideran parte de su patrimonio nacional no hará más que agravar las cosas.

Se suele describir a las guerras subsidiarias que tienen lugar en Irak, Libia, Siria y Yemen como conflictos sectarios entre musulmanes chiitas y sunitas. Pero un factor importante que apuntala las luchas sectarias es la desconfianza entre Irán y Arabia Saudita. Resolver las diferencias entre estas dos potencias regionales tendría efectos positivos posteriores en muchos de los feudos locales de la región.

Los conflictos sectarios, por ende, deberían resolverse a través de esfuerzos políticos de alto nivel que abracen modelos conciliatorios como la “Iniciativa de Proximidad Islámica” presentada en abril por Turquía y Kazajstán en la decimotercera Cumbre de la Organización para la Cooperación Islámica en Estambul. Sin duda, la relación entre Irán y Arabia Saudita es tensa; pero los dos países se han puesto de acuerdo en muchas cuestiones en el pasado, y no faltan los ejemplos históricos de una convivencia pacífica entre chiitas y sunitas.

Sin un esfuerzo ambicioso de reacercamiento, las guerras civiles y el terrorismo le seguirán infligiendo una inmensa destrucción a Oriente Medio. El comercio, la industria y el transporte se han estancado en gran parte de Irak, Libia, Siria y Yemen, lo que afecta a la economía regional más amplia. Un informe reciente del Fondo Monetario Internacional describe hasta qué punto los conflictos armados están afectando el crecimiento e impulsando la inflación en toda la región, y advierte que, si bien estos costos se pueden contener mediante determinadas intervenciones políticas, no existe un “santo remedio”, excepto poner fin a la violencia.

Los conflictos de Oriente Medio no sólo están destruyendo la infraestructura económica y las plantas industriales; también están haciendo estragos en los sistemas de atención médica, los servicios de educación, los sitios de legado cultural y muchas otras instituciones sociales. Según un informe alarmante de UNICEF, millones de niños y jóvenes desplazados nunca recibieron educación y quedaron ociosos, lo que podría tornarlos no aptos para trabajar, con los consiguientes costos económicos y sociales incalculables en el futuro.

Cualquier esfuerzo exitoso en el próximo año para poner fin a los conflictos de Oriente Medio tendrá que estar acompañado de un proyecto de reconstrucción de gran escala -basado en el Plan Marshall que reconstruyó Europa después de la Segunda Guerra Mundial- para impedir que los países vuelvan a caer en una guerra. Y los reformistas políticos en la región deben colocar principios como los derechos humanitarios, el régimen de derecho, la transparencia y la buena gobernancia en el tope de la agenda regional. En 2017, les corresponderá a los países que han logrado evitar el conflicto armado preservar su relativa estabilidad, para poder ayudar a devolverle la estabilidad a toda la región.

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