Economía

Donald Trump y el adiós al mundo de Barack Obama

Es un fracaso de los tecnócratas liberales pensar que la razón dicta el comportamiento de las personas.

Por: Edward Luce, Financial Times | Publicado: Lunes 28 de noviembre de 2016 a las 17:54 hrs.
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Fue tentador creer que la historia ya había pasado la página. Por desgracia, la posteridad podría considerar la elección de Barack Obama en 2008 un desvío del camino que EEUU, en su ira posterior a los atentados del 11 de septiembre, decidió tomar. Obama llamó a un diálogo abierto con el mundo musulmán. Donald Trump y su equipo le han declarado la guerra al islam. Obama creía que no había ningún problema que la razón no pudiera resolver. Trump tiene instintos opuestos. Independientemente de la forma precisa que adopte la administración de Trump, hasta ahora sabemos esto: Habrá una purga del legado de Obama. En muchos casos, todo lo que se necesitará es un plumazo de Trump.

La desaparición del legado de Obama irá mucho más allá de la anulación de las leyes nacionales, o los acuerdos con países extranjeros. Trump derogará el Obamacare, o lo modificará tanto que ya no será posible reconocerlo. "Mantendrá una mente abierta" sobre si retirar a EEUU del acuerdo de París sobre el cambio climático o no y muy probablemente anulará el acuerdo nuclear con Irán. Estos actos podrían deshacer los logros más visibles de Obama. Los menos obvios, tales como la prohibición de las perforaciones en el Ártico y las técnicas mejoradas de interrogatorio y la intención de cerrar la prisión de Guantánamo (nunca se llevó a cabo completamente) también serán relegados al olvido. Será como si Obama nunca hubiera sido presidente.

Lo raro es que los mismos estadounidenses que eligieron a Trump ya extrañan a Obama. Esto les sucede a menudo a los presidentes salientes. Pero en el caso de Obama es inusualmente fuerte. El 55% de aprobación de su trabajo es equivalente al de Ronald Reagan en el mismo punto, y mejor que el de Bill Clinton. Es más de 20 puntos superior al de George W. Bush. Mientras más viscerales se vuelven los mensajes de Twitter de Trump, más valoran los estadounidenses la tranquilidad con la que Obama sopesaba los pros y los contras. Obama incluso está pidiendo que se le dé a Trump la oportunidad de tener éxito. "Creo que nada es el fin del mundo hasta que sea el fin del mundo", dijo a la revista New Yorker.

Sin embargo, sí es el fin del mundo como lo conoció Obama. Él debe asumir alguna responsabilidad por su desaparición. Asumió el cargo en un momento en el que el orden mundial encabezado por EEUU estaba en juego. Las mal planeadas guerras del Bush en Irak y Afganistán habían destrozado el prestigio estadounidense en el Medio Oriente y más allá. La crisis financiera de 2008 posiblemente había causado el total descrédito del "consenso de Washington", creado por EEUU, de la ortodoxia del libre mercado. El poder estadounidense estaba en decadencia, pero no era demasiado tarde para hacer algo al respecto.

Obama tomó posesión de su cargo en un punto de inflexión geopolítico. Conforme se prepara para dejar el cargo, muy pocos disputan el hecho de la relativa decadencia estadounidense. A pesar de todas sus nobles aspiraciones, Obama no pudo detener el proceso. ¿Puede Trump revertirlo? Uno de los rasgos fundamentales del actual mandatario es creer que la razón rige el modo de actuar de la gente. El perenne fracaso de los tecnócratas liberales es suponer que los problemas humanos se resuelven mediante argumentos racionales.

Cuando la gente no veía los méritos del caso — ya fueran legisladores republicanos, o líderes extranjeros —Obama se retraía en un silencio lesionado. El mundo ha sido una decepción para el presidente. Cuando la Rusia de Vladimir Putin se anexó Crimea en 2014, John Kerry, el secretario de estado saliente, dijo: "En el siglo XXI uno simplemente no se comporta a la moda del siglo XIX invadiendo otro país sobre la base de pretextos fabricados". Pero así es como el mundo a menudo funciona. EEUU le acababa de hacer eso mismo a Iraq en el siglo XXI.

EEUU suele elegir presidentes cuyas personalidades son opuestas a las de sus predecesores. Obama, el pensador, sustituyó a Bush, el decisor Trump es un completo embustero. Al igual que hace en sus negocios inmobiliarios, el presidente electo va a engatusar, abusar, halagar, y sobornar a cualquier persona con la que trate. Cuando falle — lo cual sin duda sucederá — declarará su éxito y desviará la atención de la gente. De eso tratan sus escandalosos mensajes de Twitter. Cuando las personas dicen la verdad sobre él, las llama mentirosas. Cuando lo alaban, las llama genios. Cuando estalla una crisis, toma decisiones viscerales. El remordimiento del comprador se apoderará del público estadounidense. El índice de aprobación post-presidencial del Obama probablemente se mantendrá elevado.

Pero Trump no revertirá el declive relativo de EEUU. Probablemente lo acelerará dramáticamente. El papel global que Obama heredó — e intentó, hasta cierto punto, defender — ahora está en ruinas. Sería difícil exagerar la trascendental importancia de la elección de Trump. EEUU encabezó el orden internacional como lo conocemos durante 70 años. La era de la política de grandes potencias está de regreso. Una exuberante Rusia, encabezada por el autócrata Putin, y la cada vez más confiada China, encabezada por otro autócrata, Xi Jinping, tratarán con un EEUU herido y encabezado por el autócrata Trump. La trayectoria a largo plazo está relacionada con China. Pero el drama a corto plazo se centrará en las relaciones del Trump con Putin. El rumbo que puedan tomar es desconocido. Pero ciertamente, Europa saldrá perdiendo junto con el prestigio de EEUU.

Obama era un líder muy inteligente, y fundamentalmente decente, quien intentó defender la cooperación internacional ante un mundo que realmente no estaba prestando atención. Obama llegó con esperanzas. Se va haciendo advertencias contra el miedo. Pero la atención del mundo se ha extraviado. La gente está muy temerosa, y con razón.

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