Economía

El annus mediocris de América Latina

Profesor global distinguido de Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos y del Caribe en la Universidad de Nueva York.

Por: Jorge Castañeda, exsecretario de asuntos exteriores de México (2000-2003), | Publicado: Martes 2 de enero de 2018 a las 04:00 hrs.
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Lo bueno, lo malo… y Trump. En resumidas cuentas, eso fue 2017 para América Latina.

Lo más destacado del año fue, sin duda, el histórico acuerdo de paz logrado en Colombia. Tras medio siglo de insurgencia alentada por narcotraficantes, cubanos y lavadores de dinero, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) depusieron las armas y se integraron al sistema político.

Aunque algunos colombianos sintieron que el presidente Juan Manuel Santos cedió demasiado para alcanzar el acuerdo, el final del más largo conflicto armado del hemisferio occidental es para celebrarlo. Tal vez Santos no disfrute en su país de la popularidad que se merece este logro, pero el acuerdo que promovió (y que le valió el Premio Nobel de la Paz 2016) promete ser duradero.

Otro punto destacado de los últimos doce meses en América Latina fue la continuidad de la lucha contra la corrupción, encabezada por el Lava Jato (“Operación Autolavado”) en Brasil. Esta investigación, iniciada en 2014, alcanzó en 2017 a numerosos políticos y empresarios de alto perfil, incluidos los expresidentes brasileños Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva; tres expresidentes de Perú; y un exdirector de la petrolera estatal mexicana, Pemex. Santos también tuvo que testificar, y negó estar al tanto de aportes a su campaña procedentes del conglomerado constructor brasileño Odebrecht.

Durante el año también fueron acusados de corrupción el presidente venezolano Nicolás Maduro, el presidente guatemalteco Jimmy Morales, varios exgobernadores de estados mexicanos y la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner (y varios miembros de su gobierno).

La cantidad de casos de corrupción es asombrosa y algunos temen que la estabilidad política de la región pueda verse afectada. En Brasil, por ejemplo, muchos temen que la tenacidad del poder judicial lleve a una dictadura militar o algo equivalente, sobre todo si el año entrante resultara electo presidente un exmilitar de extrema derecha.

No son inquietudes infundadas, dada la historia regional de autoritarismo. Pero por el perjuicio que causa la corrupción endémica al crecimiento económico y al Estado de Derecho en América Latina, las investigaciones en marcha son un bienvenido cambio al statu quo.

Igual que la mejor parte, lo peor para América Latina en 2017 es fácil de discernir: la crisis política en Venezuela. Las protestas que estallaron a mitad de año y duraron hasta fines de septiembre se saldaron con la muerte de más de 120 manifestantes opositores, muchos de ellos, a manos de militantes chavistas apenas encubiertos, los “colectivos”.

En julio, Maduro reemplazó la Asamblea Nacional electa con una asamblea constituyente designada a dedo cuyo propósito es modificar la constitución y consolidar su régimen. La crisis, alentada por la inmensa deuda externa del país, llevó a la interrupción efectiva de servicios públicos, y artículos de primera necesidad como alimentos, medicinas y papel higiénico siguen siendo escasos. Unos dos millones de venezolanos huyeron del país.

La mayoría de los gobiernos latinoamericanos se negó a reconocer el golpe de facto de Maduro (un ejemplo alentador de solidaridad democrática en la región). Pero Maduro sigue sin entablar negociaciones sinceras y la peor crisis de América Latina no tiene visos de solución.

Finalmente, está el efecto de la presidencia de Donald Trump sobre América Latina en 2017. Si bien su impacto se sintió en todo el mundo, ninguna región sufrió tanto como el vecindario de Estados Unidos al sur.

Pensemos en la crisis venezolana, que iba camino de resolverse hasta que Trump insinuó una posible intervención militar. Los imprudentes comentarios de Trump fueron (como expresó el ministro de defensa de Venezuela) “un acto de locura”, que obligó a varios gobiernos latinoamericanos a distanciarse de Estados Unidos. Al negarse a descartar una opción militar, Trump torpedeó cualquier esperanza de solución cercana y dio a Maduro la posibilidad de describir el incidente como prueba de que “el imperio” quiere derrocarlo.

Igualmente temibles fueron las políticas y declaraciones de Trump en materia de migraciones, sobre todo para México, Cuba y los países de Centro América, lugar de origen de la mayoría de los inmigrantes a Estados Unidos. Desde comprometerse a poner fin a un programa que protege de la deportación a jóvenes inmigrantes indocumentados, hasta la absurda promesa de levantar un “muro” en la frontera con México, Trump ha tenido una conducta profundamente inquietante.

Además de la cuestión migratoria, Cuba y México han estado en la mira de Trump por otros motivos.

En relación con Cuba, Trump revirtió buena parte de lo hecho por el presidente Barack Obama para normalizar las relaciones bilaterales. Aunque los cambios a las políticas de Estados Unidos, implementados a mitad de año, no fueron draconianos, es probable que basten para disuadir futuras inversiones estadounidenses. La decisión de Trump de reducir el personal de la Embajada de Estados Unidos en La Habana (atribuida oficialmente a una misteriosa enfermedad que se declaró en ella) no hizo más que agravar las preocupaciones de los inversores. Y como el Departamento de Estado sigue publicando advertencias ominosas para desalentar a sus ciudadanos de viajar a Cuba, es probable que el turismo estadounidense se reduzca en 2018.

En cuanto a México, la insistencia de Trump en renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue un golpe para el peso, desalentó la inversión extranjera y puso en un aprieto al sumamente impopular presidente del país, Enrique Peña Nieto. Tras las negociaciones en México, Canadá y Estados Unidos en 2017, se hizo cada vez más evidente el traslado de la estridente retórica de campaña de Trump a políticas reales que en su mayoría son inaceptables para los socios comerciales de Estados Unidos.

Fue un año bien cargado para América Latina. Terminó una guerra, densas redes de corrupción a alto nivel comenzaron a desanudarse, y el riesgo de un retroceso autoritario en algunos países resaltó el compromiso general de la región con la democracia.

Pero en el balance, el ingreso de Trump al escenario mundial hizo de 2017 un año olvidable para América Latina. Millones de latinos en Estados Unidos son blanco de deportación, e incontables más en México, Cuba y otros países sufrirán si Estados Unidos avanza con las propuestas del gobierno de Trump en temas migratorios y comerciales. Lamentablemente, la hipótesis más probable para 2018 y después. 

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