Economía

“El Gran Colombiano”: el renacer del ex presidente que le declaró la guerra a las FARC

Tras liderar el triunfo del No en el plebiscito del domingo, el senador logró tres sillas en la mesa de diálogo y se reunirá con el presidente Santos.

Por: Ignacio Gallegos F. | Publicado: Miércoles 5 de octubre de 2016 a las 04:00 hrs.
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“Uribe ganó solito”, se escuchaba en las calles de Colombia, segundos después de que fuera evidente la sorpresiva victoria del No en el plebiscito sobre los acuerdos de paz firmados por el presidente Juan Manuel Santos y los líderes de las FARC.

Era el comentario obligado: sin apoyo institucional, sin desplegar una campaña de carteles y anuncios de televisión e, incluso, sin tener un protagonismo mediático en los días previos a la consulta pública, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe se alzaba como ganador de una elección en la que su nombre no estaba en la papeleta.

El hoy senador, quien gobernó el país entre 2002 y 2010, había protagonizado una protesta más bien modesta el día en que, en un acto ostentoso y lleno de líderes mundiales, Santos firmó el acuerdo con la guerrilla. Aunque siempre dijo querer la paz, criticaba que el que logró el jefe de Estado era un “mal acuerdo”; se oponía a la participación política de las FARC y al establecimiento de las penas alternativas para quienes hubieran cometido crímenes de lesa humanidad.

En campaña por el No, la única carta de Uribe fue su capital político. Llegó al senado con más votos que cualquier otra persona en la historia y, en 2013, los televidentes lo escogieron como “el Gran Colombiano”, en una votación organizada por History Channel en la que superó al Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, y al líder independentista Antonio Nariño, cuyo apellido da su nombre al palacio presidencial.

Su popularidad le bastó. Los argumentos que dio por el No fueron acogidos por el 50,21% de los electores en el plebiscito y su nombre volvió a las portadas colombianas e internacionales. “Uribe sigue siendo el rey”, destacó la web política de ese país La Silla Vacía, mientras la BBC lo describió como “el hombre clave para el futuro de Colombia”.

Santismo y uribismo

La relación de Uribe y Santos nunca fue demasiado cercana, según detalla el libro Enemigos de la periodista Vicky Dávila. En el texto, un ex asesor del hoy senador señala que “Santos, simple y llanamente, usó la figura de Uribe para ascender, para trepar políticamente”. Agrega que “la reelección es una figura encomiable dentro del constitucionalismo moderno, porque define históricamente a los malos gobiernos. Eso le pasará a Santos”.

Pero la distancia entre ambos también tenía motivos ideológicos. Tan pronto como inició su mandato, el hoy mandatario volvió a establecer relaciones diplomáticas con el gobierno venezolano de Hugo Chávez, a quien Uribe define como “dictador” y acusa de albergar terroristas, en referencia a los líderes de la guerrilla. Junto con ello, Santos puso en cargos estratégicos a personas que habían criticado la gestión de su antecesor, entre ellos el hoy vicepresidente, Germán Vargas Lleras.

En respuesta, y en una evidencia del quiebre definitivo con su ex ministro, Uribe lanzó en 2012 el Frente contra el Terrorismo y el Frente Democrático, ambos movimientos de oposición a la línea santista.

La política de la guerra

Desde su posición de conservador duro, Uribe ha ocupado los cargos de alcalde y concejal de Medellín, la segunda ciudad más grande del país, así como gobernador de la región que en la que se ubica: Antioquia. También fue senador entre 1986 y 1994.

Durante su presidencia, impulsó la guerra abierta contra las FARC. Instauró la llamada política de “seguridad democrática”, que unió al país contra el terrorismo, y dio grandes golpes a los rebeldes. El primero de ellos fue la captura de Simón Trinidad –el primer miembro del estado mayor guerrillero en caer en manos del gobierno–, así como del “Negro Acacio”, uno de los principales jefes militares.

En su administración, además, murió el entonces considerado número dos de las FARC, Raúl Reyes, en una acción militar llamada Operación Fénix en Ecuador. También se llevó a cabo la Operación Jaque, que terminó con la liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y tres agentes estadounidenses secuestrados.

Su política de ofensiva militar abierta le trajo roces no sólo con Venezuela, sino también con Ecuador y la mayoría de los países de la región. A él le importó poco.

Tampoco hizo caso de las denuncias que apuntaban a sus supuestos vínculos con organizaciones paramilitares. La fiscalía elevó esas acusaciones a la Justicia colombiana, pero, hasta ahora, no han existido suficientes pruebas para iniciar un proceso formal en su contra.

Sin sucesores

La principal fortaleza de Uribe es, quizá, su mayor debilidad: su popularidad es mucha pero no desborda hacia quienes se consideran sus hijos políticos.

Tras el quiebre con Santos, Uribe puso en la carrera presidencial al empresario Óscar Iván Zuluaga –quien fue ministro de Hacienda durante su gobierno– para evitar la reelección del hoy presidente. Su carta venció en primera vuelta, pero en la segunda fue vencido por más de cuatro puntos.

Frente a su incapacidad de posicionar a un sucesor, medios colombianos especulan con la idea de que Uribe coquetea con una nueva reelección, prohibida constitucionalmente tras cambios impulsados por Santos en su actual mandato.

Un cambio a la Carta Magna no es una idea nueva en el discurso uribista y podría ser el único punto de acuerdo entre la derecha y las FARC. Ambas facciones han puesto sobre la mesa la asamblea constituyente, como mecanismo para llegar a un acuerdo de paz y modificar el sistema político del país.

De concretarse, es un camino que tomaría varios meses, un tiempo en el que, a la luz del resultado del domingo, el ex presidente Álvaro Uribe tiene asegurado un rol protagónico.

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