Economía

Francis Fukuyama: “Esconder estos escándalos a la larga sería más dañino para la credibilidad y la legitimidad de toda la clase política”

Que la gente perciba que la ley se aplica por igual para todos es un primer paso para recuperar la confianza en las instituciones y los políticos.

Por: Renato García Jiménez | Publicado: Martes 24 de marzo de 2015 a las 04:00 hrs.
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El "Fin de la Historia" era sólo el comienzo. En su emblemático libro, que marcó el debate político en la década de los '90, Francis Fukuyama planteaba que la caída de la Unión Soviética representaba el triunfo del ideal democrático occidental, que se había impuesto como el sistema al que las sociedades tenderían necesariamente por sobre los totalitarismos.

Pero el final de la Guerra Fría no se ha traducido en una nueva era de estabilidad mundial y en su último trabajo "Orden Político y Decadencia Política", el doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard explica el porqué.
La democracia no es un estado definitivo y suficiente sino que los sistemas políticos pueden avanzar o retroceder. "La legitimidad de los gobiernos, ya sean democráticos o no, depende en gran medida de su capacidad de entregar a la gente lo que ésta demanda. Esta es una advertencia para los gobiernos democráticos en todo el mundo, que si no cumplen las expectativas de la gente, de crecimiento económico e inclusión social, van a perder el apoyo". Y esta amenaza, particularmente viva en Latinoamérica, también afecta a Chile, asegura el académico, que se encuentra en nuestro país invitado por Banco Santander para exponer hoy en el seminario "Construyendo Confianza para el Desarrollo".
- Latinoamérica es una región donde la democracia ha demostrado ser particularmente inestable, con crisis de gobernabilidad actualmente en Venezuela, Argentina, y Brasil. ¿A qué lo atribuye?
- Hay algunos factores que son particulares de cada país y elementos que son comunes. Entre los problemas transversales a la región más relevantes, el principal es el elevado nivel de inequidad subyacente, que es la principal razón de las políticas populistas en Venezuela, por ejemplo.
Otro factor es la debilidad de los Estados y su incapacidad para distribuir imparcialmente los bienes y servicios públicos sin corrupción y clientelismo, que es el problema en Brasil y que está provocando las masivas protestas contra el gobierno de Dilma Rousseff. Y en Argentina, bueno, ellos tienen muchos problemas particulares pero es un país que prácticamente define la palabra clientelismo. Existe un gobierno populista que ha corrompido muchas de las instituciones públicas y ha dejado al Estado más débil de lo que era antes.

El caso chileno
- Chile era visto hasta hace poco como un ejemplo aparte en la región en materia de corrupción, pero a raíz de una serie de casos recientes ¿cree que el país está perdiendo esta posición?
- Pese a los últimos escándalos los niveles de corrupción en Chile son significativamente distintos que en otras partes de Latinoamérica, pero estos casos nos demuestran que no es una excepción completa a estos problemas.
- ¿Estamos en riesgo de seguir la senda de otros países en la región?
- Un sistema democrático requiere una prensa libre que sea capaz de develar los malos manejos de los funcionarios públicos y luego un sistema judicial que pueda actuar sobre ellos y estos dos elementos han funcionado en Chile. Así que no diría que en Chile las instituciones hayan fallado. Uno de los problemas en Chile, como le ocurre a muchos otros países en la región, es que el rápido crecimiento de una clase media bien educada y con acceso a medios sociales ha elevado drásticamente las expectativas que la gente tiene de sus autoridades, y en muchos casos no han sido capaces de seguir el ritmo de esas demandas.
- Algunos observadores aseguran que los casos revelados recientemente están tan extendidos que no se podrá investigar hasta el final porque el precio sería la ingobernabilidad. ¿Qué cree usted?
- Yo soy muy escéptico de que eso pueda funcionar, porque en el mundo de hoy es muy difícil esconder este tipo de escándalos y a la larga eso sería mucho más dañino para la credibilidad y la legitimidad de toda la clase política. Hay que permitir que el proceso político funcione por sí mismo y llegue hasta el final y que la gente que realizó malos manejos sea castigada, más allá de sus partidos o la cantidad de personas involucradas.
- ¿Cómo puede una democracia recuperar la confianza en sus instituciones y autoridades después de un caso como éste?
- El hecho de que la gente perciba que la ley se aplica por igual para todos es un primer paso. Puede que no sea suficiente pero es el punto de partida.
- En el centro del debate en Chile está el financiamiento a las campañas políticas. ¿Qué fórmula se debería adoptar en el país?
- Debe haber límites al gasto de campaña y a la cantidad de dinero privado que puede usarse. Una posibilidad es acortar el período de campaña, pero hay muchas cosas que se pueden hacer. Uno de los mayores problemas en Estados Unidos es que la Corte Suprema dijo que gastar dinero en la política es una forma de derecho de expresión y que está protegido por lo tanto por la primera enmienda. Esa fue una decisión muy equivocada que ha perjudicado a la democracia estadounidense en el largo plazo, porque sólo refuerza la posición de las personas con más dinero.
- ¿Deben ser las empresas las que aporten o los empresarios como personas naturales?
- Hay muchas formas de verlo, pero tener límites al dinero es mucho más importante que de dónde proviene el dinero.
- Incluso antes de esta ola de escándalos la clase política en Chile estaba muy desprestigiada. ¿Por qué cree que ocurre esto en un país que luchó tanto por recuperar su democracia?
- La legitimidad de los gobiernos, ya sean democráticos o no depende, en gran medida de su desempeño. Singapur es un buen ejemplo. Sin ser para nada una democracia perfecta los ciudadanos legitiman a sus autoridades porque estas tienen un alto nivel de cumplimiento en sus promesas de crecimiento económico, empleo y estabilidad. Las cosas básicas que la gente quiere. Esta es una advertencia para los gobiernos democráticos también, que si no cumplen las expectativas van a perder el apoyo y porque las expectativas de la clase media están aumentando permanentemente. Así que no es suficiente con sólo castigar la corrupción.
- ¿Cuál es en ese sentido su mensaje para las autoridades en Chile?
- El mensaje para los gobiernos en Latinoamérica en general y de Chile en particular es que hemos llegado a una agenda política distinta. En la generación anterior estaba enfocada en una lucha por la democracia, por contener al Estado y hacerlo obedecer la ley, pero ahora la agenda ha cambiado a elevar la calidad de los gobiernos para que estos proporcionen lo que la gente espera de ellos. Sin corrupción, sin favoritismo. Y ese es un conjunto de reformas más difícil que lograr la democratización del Estado.
- ¿Qué papel deben jugar los líderes políticos y cuánto afectan en estos grandes procesos de cambios sociales los liderazgos individuales?
- Mucho. Hay grandes fuerzas sociales generales, como la globalización, el ascenso de la clase media, grandes ideas que capturan la imaginación de la gente, pero en gran medida éstas pueden ser modeladas por líderes políticos individuales así que en mi libro hablo de algunos ejemplos muy malos, como en Argentina, lamentablemente, pero algunos países también han tenido líderes visionarios. Creo que Chile es muy afortunado en muchos aspectos en su regreso a la democracia porque tuvo la clase de líderes correctos para llevar al país a restaurar las instituciones democráticas. Otros países no han tenido tanta suerte.
- ¿Le preocupa el camino que están tomando las cosas en Brasil?
- No, en realidad creo que es una cosa buena lo que ha estado ocurriendo en ese país. Los problemas en Brasil no se van a resolver si no hay una movilización amplia en contra de la corrupción, que es lo que ha surgido en los últimos años. La única forma en que vamos a tener una aplicación efectiva de las reglas anti corrupción es que a la gente le preocupe eso.

Desigualdad y austeridad
- Usted mencionó entre los mayores problemas de la región la desigualdad. ¿Qué relación hay con la idea de las repatrimonializacion que usted plantea en su libro?
- La repatrimonialización es la capacidad que tienen las élites, ya sean familias o empresas, para usar su conocimiento sobre cómo funciona el poder para usarlo en su propio beneficio.
- ¿Cómo se diferencia de la idea de inequidad que ha plantado el economista francés Thomas Piketty?
- Piketty está más enfocado en la tendencia del capital de mejorar su propia posición y no sé si en el largo plazo está en lo correcto o no. Yo tiendo a pensar el problema de la desigualdad hoy no es una característica universal del capital sino que está más relacionado con la naturaleza de la tecnología y la globalización. De lo que yo hablo es un fenómeno político que no está limitado a las sociedades capitalistas ni a las democracias sino que universalmente en todas las sociedades los ricos y poderosos tienden a usar el sistema político para mejorar su posición y a menos que haya una corrección política continua esto va a seguir. Esto es lo que ha ocurrido en EEUU con el alza de grupos de interés extremadamente bien organizados que hacen muy difícil legislar en formas que los perjudiquen. Pero por el principio de una persona un voto, las democracias son esencialmente autocorrectivas y si las élites actúan así, debería haber una forma de sacarlas de sus posiciones a través de los votos. Aunque las democracias no siempre funcionan perfectamente.
- El debate sobre la desigualdad ha estado ligado a otra discusión que se fortaleció en la crisis, que es el de la austeridad. ¿Reducir el tamaño del Estado es la receta para el crecimiento?
- Si miramos en todo el mundo, vemos que en realidad no hay tanta correlación entre el tamaño del Estado y el éxito de un gobierno, así que en muchas partes del norte de Europa hay estados de bienestar muy grandes y aún así mantienen crecimiento económico, competitividad, bajas tasas de desempleo. Por otra parte, algunos de los países más pobres del mundo tienen niveles muy bajos de impuestos y muy poca regulación, porque sus gobiernos son muy débiles. Así que en último término, la calidad de los gobiernos es un determinante mucho más relevante para el éxito de una sociedad que el tamaño del Estado.
- En su libro usted plantea el caso de EEUU como un ejemplo de un sistema político que ha involucionado. ¿Por qué?
- Esto ha sido el resultado de un largo período de paz relativa y estabilidad bajo el cual los grupos de interés tienden a fortalecer sus propias posiciones. Sin choques externos los grupos de élite logran más poderes para protegerse a sí mismos. El mundo externo a veces puede afectar las cosas al proveer un shock que genere las reformas necesarias, pero no hemos tenido un shock tan fuerte como para estimular las reformas. Muchos pensaron que la crisis financiera de 2008 era una oportunidad para un esfuerzo más sistémico de cambios pero resultó que no.
- Usted ha manifestado su decepción con el presidente Obama...
- Obama se ha visto completamente frustrado en su capacidad de conseguir que algo de lo que él favorecía fuera implementado en el Congreso controlado por los republicanos así que ha usado su autoridad ejecutiva para hacer lo más posible. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ha hecho, así que creo que tanto el acuerdo de reducción de emisiones con China y la apertura de relaciones diplomáticas con Cuba son dos cosas importantes y que debían hacerse. Apoyé en principio la idea de darle un camino a la legalización de los inmigrantes en EEUU, pero creo que no actuó de manera constitucional y hacerlo a través de una orden ejecutiva refleja una falla del sistema presidencial. A medida que he ido envejeciendo he llegado a pensar que los sistemas presidenciales no funcionan tan bien como los parlamentarios.

"Grecia debería haber dejado el euro hace tiempo"

La nueva obra de Fukuyama concluye con un tono de advertencia algo pesimista. Los procesos de transformación democrática que dieron estabilidad a los sistemas políticos en el siglo XX fueron ayudados por violentos procesos externos, como la Segunda Guerra Mundial. Revertir la decadencia que ha experimentado EEUU, por ejemplo, en la paz de la postguerra tomará tiempo. Sin embargo, el ritmo más acelerado impuesto por las nuevas tecnologías significa que el tiempo se está agotando ahora más rápido.
- ¿Qué papel atribuye a las cambios tecnológicos y la integración de los mercados en la última crisis financiera?
- El gran problema en la economía global en los últimos 20 años es que hay mucho capital persiguiendo una demanda muy pequeña. A EEUU llegó una gran cantidad de liquidez desde Asia y de los países exportadores de petróleo, pero no había suficientes inversiones productivas, así que fueron a bienes raíces que crearon una gran burbuja. Y la tecnología ayudó a eso porque el dinero puede viajar mucho más rápido que los empleos, la gente o las inversiones de largo plazo y el sistema financiero ha sido tremendamente desestabilizador en todo el mundo, así que debe ser regulado de una manera más cuidadosa, pero internacionalmente no tenemos los mecanismos para hacerlo.
- ¿Y en Europa, ve progresos en la crisis?
- No creo que la Unión Europea haya solucionado el problema fundamental que es una unión monetaria sin coordinación fiscal. La política aplicada por Alemania ha sido desastrosas porque esta demanda por austeridad ha demorando la recuperación. Los griegos han contribuido a esto substancialmente. En mi opinión Grecia debería haber dejado el euro hace mucho tiempo. Vimos en Latinoamérica que la devaluación funcionó bien en países como Uruguay y Argentina.
- ¿No lo vería como una derrota para el proyecto europeo?
- No necesariamente. Si ayuda a restablecer el crecimiento económico en la eurozona, eso sería una cosa buena.

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