Economía

Joaquim Levy: La infraestructura climáticamente inteligente, una promesa económica

Por: Joaquim Levy Ex ministro de Hacienda de Brasil | Publicado: Martes 3 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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En las últimas décadas, la globalización generó un período inédito de crecimiento económico que ayudó a reducir la desigualdad global y crear nuevas oportunidades de desarrollo económico. Desde 1990, casi 1.100 millones de personas han salido de la pobreza extrema, y la cuota que representaban en la población mundial se redujo de 35% a menos de 10%, según estimaciones recientes.

Aunque innegables, los beneficios de la globalización no se repartieron en forma pareja, lo que motivó llamados cada vez más frecuentes al proteccionismo en algunos países. Pero alzar barreras y aislar las naciones no ayudará a los olvidados de la globalización, entre ellos los afectados por cambios tecnológicos que hoy están creando un mundo más (no menos) interconectado.

Los líderes mundiales deben defender mejor la globalización, elaborar políticas que permitan liberar todo su potencial para las economías avanzadas y explorar nuevas dimensiones que puedan hacer del mundo un lugar más seguro y equitativo. Una de esas dimensiones posibles es la ampliación de la inversión en infraestructuras transfronterizas, especialmente en países en desarrollo. La inversión en infraestructura (junto con la inversión en capital humano) es un modo eficaz de promover el crecimiento inclusivo y fomentar la resiliencia local a perturbaciones globales.

Dado el lento crecimiento en las economías avanzadas (reflejado en unos tipos de interés en mínimos históricos y una reducción del comercio internacional), también hay una necesidad de nuevas fuentes globales de dinamismo. La disminución del costo de endeudamiento en las principales economías avanzadas se adjudica en gran medida al aumento del ahorro como consecuencia del envejecimiento poblacional y a la reducción de la intensidad de capital gracias al cambio tecnológico, factores ambos de reducción de la demanda agregada. La falta de oportunidades de inversión atractivas reduce la confianza en el crecimiento futuro y deprime todavía más la actividad económica.

La inversión en infraestructuras (entre ellas, las transfronterizas) puede ayudar al mundo a responder al gran desequilibrio macroeconómico que hay hoy entre el ahorro y la inversión. En particular, el impulso a las infraestructuras “climáticamente inteligentes” reduciría la huella de carbono del progreso económico, aumentaría la productividad global y crearía flujos de ingreso duraderos para los inversores en sociedades que envejecen. Al mejorar las perspectivas económicas y reducir los riesgos del cambio climático, esas inversiones también pueden reforzar la confianza y aumentar en poco tiempo la demanda agregada en los países que inviertan, incluso si la construcción de esas infraestructuras lleva algún tiempo.

Pero la inversión en infraestructuras conlleva riesgos considerables, especialmente cuando se realiza en lugares remotos. A veces, estos riesgos son mucho mayores que lo que ahorristas de cierta edad pueden aceptar. En el Grupo Banco Mundial (GBM), estamos trabajando de diversas maneras para reducir esta divergencia entre el riesgo de la inversión en infraestructura y el apetito de riesgo de los inversionistas.

Para empezar, el GBM colabora con los gobiernos en la creación de un entorno legal favorable, la preparación de proyectos y la reducción de barreras informativas. Nuestros equipos mantienen un diálogo permanente con los países miembros. La Plataforma Global de Infraestructura (GIF) está trabajando para elaborar una línea de proyectos de infraestructura bien preparados y aptos para inversión. Y hace poco evaluamos el entorno para la creación de asociaciones público privadas en 82 países.

Además, el GBM se ha puesto la tarea de aumentar la claridad y comprensión de las diversas garantías que ofrecemos (en los niveles de proyecto y cartera), para mejorar el suministro de activos seguros con rendimiento positivo. Y estamos creando oportunidades de colaboración entre inversores institucionales y nuestra Corporación Financiera Internacional (IFC), orientada al sector privado, por medio del nuevo Programa de Carteras de Cofinanciamiento Administradas para Inversión en Infraestructura y varios fondos administrados por la Compañía de Gestión de Activos de la IFC.

Por último, apoyamos el desarrollo local de los mercados de capitales y la inversión institucional, para movilizar los recursos internos de los países y facilitar la inversión extranjera. Otras innovaciones pueden incluir el desarrollo de herramientas (por ejemplo, índices de renta fija para infraestructuras y bonos vinculados con infraestructuras para mercados emergentes) y la promoción del reciclado de activos en las cuentas públicas.

En general, la inversión en infraestructura no es necesariamente más arriesgada que los activos tradicionales, dado que la recuperación de activos es mayor y la volatilidad de los rendimientos menor, incluso en mercados emergentes. La difusión de esta realidad está llevando a que las autoridades regulatorias consideren la flexibilización de la carga de capital correspondiente a estos activos, especialmente tratándose de proyectos que cuentan con garantía de organismos multilaterales. Esto puede ayudar a ampliar el universo de activos disponibles para inversores institucionales locales e internacionales.

Para lograr una exitosa movilización de capitales privados a gran escala, tal vez sea necesaria cierta reducción de riesgos mediante la provisión de recursos públicos. En vista del beneficio económico, del aporte a la lucha contra el cambio climático y la pobreza, y de los potenciales aumentos de productividad derivados de esa movilización, esa aplicación de fondos públicos (por ejemplo, para facilitar la provisión de más garantías por parte de organismos financieros multilaterales) puede ser muy eficaz.

Llegó la hora de pensar creativamente y usar la inversión en infraestructuras “climáticamente inteligentes” como modo de renovar la agenda de la globalización. Eso nos ayudará a aumentar el potencial de crecimiento económico sin sobreexigir a nuestro planeta, alentar la prosperidad compartida y acercarnos al objetivo de eliminar la pobreza extrema en todo el mundo.

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