Economía

La globalización, en una encrucijada

Por: Gordon Brown, ExPrimer Ministro de Gran Bretaña | Publicado: Miércoles 2 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Se dé uno cuenta o no, es posible que 2018 haya sido un punto de inflexión histórico. Una globalización mal manejada llevó a movimientos nacionalistas que hablan de "recuperar el control" y a una creciente oleada proteccionista que está debilitando el orden internacional liderado por Estados Unidos desde hace 70 años. Están dadas las condiciones para que China desarrolle sus propias instituciones internacionales paralelas, lo que presagia un mundo dividido entre dos sistemas de gobernanza global competidores.

Pase lo que pase en los próximos años, ya está claro que el decenio 2008-2018 marcó un cambio trascendental en el equilibrio del poder económico. Cuando presidí la cumbre del Grupo de los Veinte (G20) en Londres en plena crisis financiera global, Norteamérica y Europa comprendían alrededor del 15% de la población mundial, pero representaban el 57% del total de la actividad económica, el 61% de las inversiones, alrededor del 50% de las manufacturas y el 61% del gasto global de los consumidores.

Pero luego el centro de gravedad económico del mundo se desplazó. Mientras en 2008 se encontraba fuera de Occidente cerca del 40% de la producción, las manufacturas, el comercio y la inversión, hoy es más del 60%. Algunos analistas predicen que en 2050 Asia representará el 50% de la producción económica global. Y aunque es posible que en esa fecha el ingreso per cápita de China siga siendo menos de la mitad del de Estados Unidos, el mero tamaño de la economía china planteará nuevas cuestiones en materia de gobernanza global y geopolítica.

Por varias décadas desde su creación en los años 70, el Grupo de los Siete (G7), formado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, fue básicamente la fuerza dominante de la economía mundial. Pero en 2008, algunos comenzamos a discernir un cambio de guardia.

A menudo estos debates eran acalorados. De un lado estaban los que querían mantener al grupo con pocos miembros; del otro estaban los que querían un grupo tan inclusivo como fuera posible. Todavía hoy los resultados de esas primeras negociaciones no se comprenden del todo. Cuando en abril de 2009 el G20 se reunió en Londres, en realidad incluía a 23 países, además de la Unión Europea. Sin embargo, incluso ese G24 de facto no era un fiel reflejo de la velocidad con que cambiaba el mundo. Hoy Nigeria, Tailandia, Irán y los Emiratos Árabes Unidos tienen cada uno una economía más grande que la economía más pequeña del G20 (Sudáfrica), pero ninguno de esos países es miembro del bloque.

El actual conflicto comercial entre Estados Unidos y China es sintomático de una transición más grande en el poder financiero global. En la superficie, la confrontación del gobierno de Trump con China se refiere al comercio. Pero los discursos de Trump dan a entender que la batalla real es por algo más grande: el futuro del dominio tecnológico y del poder económico global.

Trump al menos detecta la creciente amenaza a la supremacía estadounidense, pero no se dio cuenta de la estrategia más obvia para responderle: en concreto, presentar un frente unido con los aliados y socios de Estados Unidos en todo el mundo. En vez de eso, Trump se arrogó la prerrogativa de actuar unilateralmente. Como resultado ha dejado tras de sí un rastro de ruina geopolítica.

Para tener una ilustración todavía más nítida de los peligros planteados por el proteccionismo y por las políticas fiscales expansivas de Estados Unidos basta pensar en lo que sucedería en caso de producirse una nueva desaceleración económica global. En 2008 los gobiernos de todo el mundo pudieron reducir los tipos de interés, introducir políticas monetarias no convencionales y apelar al estímulo fiscal. Además, estas iniciativas se coordinaron a escala internacional, para maximizar el efecto.

Veamos ahora lo que podría suceder en la década de 2020, cuando habrá mucho menos margen de maniobra monetario y fiscal. Es casi seguro que los tipos de interés serán demasiado bajos para que las autoridades monetarias puedan proveer un estímulo eficaz; y los inflados balances heredados de la última crisis habrán puesto a los bancos centrales en guardia contra una mayor flexibilización cuantitativa.

Sin embargo, no es necesario que el futuro esté signado por la confrontación entre grandes potencias. La carrera espacial comenzó como una competencia de suma cero en plena Guerra Fría, pero luego se convirtió en un área de colaboración internacional permanente. Hoy los programas espaciales de Rusia y Estados Unidos son tan interdependientes que los astronautas estadounidenses no pueden llegar a la ISS sin los sistemas de lanzamiento rusos y los cosmonautas rusos no pueden sobrevivir a bordo de la estación sin la tecnología estadounidense.

No hay que perder las esperanzas. La Guerra Fría duró cuatro terribles décadas, sobre todo porque la Unión Soviética se negó a reconocer el valor de los mercados y de la propiedad privada y rehuyó el contacto con Occidente. Pero no puede decirse lo mismo de China. Cada año estudian en el extranjero más de 600.000 estudiantes chinos y 450.000 de ellos lo hacen en Estados Unidos y Europa.

La globalización está en una encrucijada. De un modo u otro, los organismos internacionales y los marcos multilaterales tendrán que adaptarse a los nuevos "polos" de poder geopolítico que están apareciendo.

Lo más leído