Economía

La paradoja de precios: cuando los diamantes cuestan más que el agua

¿Un objeto es deseable porque es escaso o simplemente porque es costoso?

Por: Tim Harford | Publicado: Viernes 27 de marzo de 2015 a las 04:00 hrs.
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Un vaso de agua cuesta muy poco, un diamante cuesta mucho. Sin embargo, no hay nada más útil que el agua, mientras que los usos más apreciados de los diamantes son decorativos. Esta aparente paradoja ha puesto a prueba a algunas mentes brillantes. La respuesta de Adam Smith a la paradoja fue que los diamantes eran caros debido a que cuesta mucho trabajo hallarlos y desenterrarlos. Eso parece acercarse a la verdad, pero no es la manera en que la economía moderna ve el problema.

El nombre usual para este acertijo es la "paradoja del valor" o la paradoja "del agua-diamante", aunque prefiero llamarlo la "paradoja Button Gwinett". Gwinnett nació en el Reino Unido y emigró a la colonia de Georgia a mediados de 1700. Fue un fallido hombre de negocios y un político poco conocido del movimiento independentista en EEUU. Sin embargo, fue uno de las 56 signatarios de la Declaración de Independencia.

Puede parecer una figura de menor importancia en comparación con nombres como Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin. A pesar de esto, una firma de Button Gwinnett es bastante más valiosa que la de Jefferson o Franklin. La simple razón es que los coleccionistas desean poseer el set completo de 56 firmas. Ben Franklin vivió hasta los 80 años y fue un corresponsal prolífico, por ello no hay escasez de sus firmas. Gwinnett murió en un duelo al año siguiente de firmar la Declaración de Independencia.

Benjamin Franklin puede ser uno de los más destacados seres humanos de la historia, pero cuando se recolectan las firmas de la independencia, es la de Button Gwinnett la pieza final del rompecabezas. Cualquier persona que venda una firma de Gwinnett encontrará muchos compradores ansiosos.

Lo que nos lleva de vuelta al agua y los diamantes. Los diamantes son caros porque en el punto en el que el suministro de diamantes se seca, hay muchos compradores dispuestos a pagar generosamente, y compiten entre sí. El agua es barata porque luego de satisfacer nuestra demanda todavía hay mucha. El valor de los primeros litros de agua puede ser incalculablemente alto, pero el valor marginal de un litro más es muy bajo, y es este valor el que fija el precio.

Hasta ahora, todo ha asumido que nuestro deseo por un objeto –un diamante, un vaso de agua, una firma de Gwinnett– es un hecho. Los diamantes son costosos porque nosotros los deseamos, ¿Pero qué si eso no es cierto?, ¿Y si los diamantes son deseables porque son costosos?. El economista Thorstein Veblen acuñó el término "consumo conspicuo" para describir situaciones donde un objeto es atractivo simplemente porque es caro. Un reloj de diseñador o un auto lujoso es valioso porque es un indicador creíble de que tenemos recursos para gastar.

Otra posibilidad es el "sesgo de precios". Si no diferenciamos un buen traje o una buena botella de vino de una mala, tendemos a usar el precio como pista. Esta no es una lógica estricta, después de todo se puede duplicar el precio de lo que se está vendiendo, pero el sesgo de precios existe. Estudios muestran que la gente calificará a un vino más alto si creen que es más alto.

La palabra final la debería tener un equipo liderado por Laurie Santos en el laboratorio de cognición comparativa en Yale. Santos ha pasado tiempo enseñando a monos capuchinos cómo usar el dinero, para cambiarlo por comida y entender la idea de que la comida puede tener un precio alto o bajo. En un reciente trabajo con Robin Goldstein de la UC Davis, el equipo ha estado tratando de averiguar si los monos también muestran sesgo de precios. Parece que no.

Luego de una serie de pruebas donde a los monos se les permitió comprar golosinas baratas y caras, fueron soltados en un buffet libre para ver si gravitaban hacia los artículos costosos. No lo hicieron. A los monos no les podría importar menos lo que cuesta un objeto. Les gustó lo que les gusta. En esto, no sólo se diferencian de los humanos, sino también de los estorninos: Alex Kecelnik y Barnaby Marsh, zoólogos, han descubierto que los estorninos prefieren comida más costosa.

Mi conjetura es que los monos tienen poco interés por una firma de Button Gwinnett. ¿Y esas brillantes publicidades para diamantes y carteras de diseñador? Evidentemente, son muy sofisticados para el gusto de los capuchinos.

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