Economía

México en la mayor elección de su historia

Más de 3 mil cargos públicos están en juego este domingo. El principal de ellos: la presidencia, que por primera vez podría no quedar en manos de los partidos tradicionales del país.

Por: Ignacio Gallegos F. | Publicado: Viernes 29 de junio de 2018 a las 04:00 hrs.
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En sus casi dos siglos de historia independiente, México nunca ha atravesado unas elecciones tan grandes como las del domingo, cuando los 89 millones de personas habilitadas para votar vayan a las urnas para escoger a 3.400 dirigentes públicos, entre ellos el próximo presidente de la República.

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Los comicios están fuertemente marcados por la violencia: 133 políticos han sido asesinados en la previa de la votación, 48 de ellos candidatos y la mayoría aspirantes o funcionarios de nivel local, según la consultora de riesgo Etellekt.

Pero también son especiales por otras razones. En la era de Donald Trump, cuya retórica anti inmigración y proteccionismo comercial han enardecido a los mexicanos, la relación del país con Estados Unidos también está al frente de las preocupaciones de los mexicanos.

A ello se suma la crisis de confianza que sufren los partidos tradicionales. El Partido de la Revolución Institucional (PRI), del actual mandatario, Enrique Peña Nieto, se encuentra golpeado por escándalos de corrupción que incluyen pagos a la consultora británica Cambridge Analytica y vínculos con la constructora brasileña Odebrecht, investigada por pago de sobornos en gran parte de América Latina y el mundo. Su rival, el Partido de Acción Nacional (PAN), no logra subir en las encuestas y también es indagado por financiamiento irregular.

En ese contexto, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, un exalcalde de Ciudad de México de 64 años, ve la oportunidad para hacerse de la presidencia en su tercer intento por conquistarla. Los últimos sondeos lo ubican con más de un 50% de apoyo, más que suficiente en un país que no tiene balotaje. México, la segunda mayor economía latinoamericana y el segundo país más poblado de la región, parece listo para dar un giro hacia lo desconocido.

La agenda AMLO

“Tengo una ambición legítima: quiero ser un buen presidente de México”, dijo el miércoles AMLO, en un masivo acto con el que cerró su campaña desde el Estadio Azteca, el principal coliseo del país.

La posibilidad de que su ambición se concrete, no obstante, asusta a los inversionistas, quienes desconfían de una agenda que incluye la revisión de concesiones y contratos públicos, además de un aumento del gasto social y el sueldo mínimo sin subir los impuestos. También podría ser más confrontacional con EEUU, en momentos en que se renegocia el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) junto a Canadá.

Aunque una eventual victoria de AMLO ya ha sido incorporada a precio en los mercados, una fuerte presencia en el Poder Legislativo de su coalición Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) podría “hacer caer el peso y gatillar más ajustes de política monetaria”, señaló ayer un informe de la consultora Capital Economics.

“Es imposible predecir si AMLO se convertirá en el demagogo populista que parecía representar al inicio de la campaña o el centrista moderado que ha mostrado en los últimos meses”, señaló el reporte. “La realidad probablemente estará en algún lugar en el medio”.

Las encuestas prevén que Morena quedaría levemente por debajo de una mayoría legislativa y el eventual mandatario podría construir una coalición. Cualquier resultado mejor que ese podría tomar a los mercados por sorpresa.

Decepción y giro

Pero la probable llegada de AMLO también viene cimentada por la incapacidad de Peña Nieto de cumplir con las promesas de combate a la corrupción y lucha contra el narcotráfico que lo llevaron al Palacio Nacional.

El jefe de Estado se prepara para dejar el cargo tras seis años en los que su popularidad pasó de un 60% a cerca de 12%, la más baja para un presidente mexicano en ejercicio desde que hay mediciones.

La carta de la continuidad, el exsecretario de Economía de Peña Nieto, José Antonio Meade, marca apenas sobre 20% en los sondeos y tampoco convence a los priístas más acérrimos, por ser un tecnócrata no militante carente de carisma. En su cierre de campaña, pareció apelar al “voto útil” de quienes no confían en la agenda de AMLO.

Esos votantes los disputará con el candidato del PAN, Ricardo Anaya, quien tiene un perfil más político, pero llega al domingo igualmente desprestigiado. Es acusado de participar en un esquema de lavado de dinero e investigado por la Procuradurá General. Él niega los cargos y culpa al gobierno del PRI. Pero mientras ambos partidos se apuntan los dedos, el país parece listo para dar un histórico giro hacia la izquierda más dura.

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