Economía

Taiwán: la pequeña potencia bajo el peso de un gigante

Beijing ha recurrido con frecuencia a las presiones económicas para afirmar su dominio sobre el territorio. Taiwán, en muchos casos, ha prosperado pese a los esfuerzos de su vecino por ahogar su crecimiento. Y lo ha hecho con mucho éxito.

Por: Renato García J. | Publicado: Viernes 2 de diciembre de 2016 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

“Nuestros compromisos no van a cambiar y nuestra buena disposición no va a cambiar, pero no nos vamos a someter a las presiones de Beijing”, resonaron enérgicas las palabras de la nueva presidenta Tsai Ing-wen, en la amplia explanada junto al bulevar de Ketagalan.

Una multitud se había reunido frente a la sede de gobierno para celebrar el aniversario número 105 de la República de China (Taiwán). El día era húmedo y caluroso, como es habitual en otoño en la capital, Taipei, pero la fina llovizna que caía sobre los asistentes no podía apagar su entusiasmo, mientras la mandataria reafirmaba la nueva política frente al vecino gigante. “Llamo a las autoridades de China continental a enfrentar la realidad de que la República de China (Taiwán) existe, y que tiene una fe inquebrantable en el sistema democrático”, dijo la mandataria. Y el público entonces estalló en aplausos cuando por la amplia avenida de Guiyang comenzó a aparecer el desfile de vehículos blindados y por sobre los edificios surgieron los enormes helicópteros.

Los efectivos marchaban en perfecto orden y todo el equipamiento era de última generación. Sin embargo, mientras pasaban los vehículos de rescate y las fuerzas de socorro, era evidente la ausencia de material bélico. Era una señal clara para Beijing. Taipei está decidido a afirmar su soberanía, pero no quiere retornar al camino de confrontaciones del pasado.

Aunque tienen una historia en común y a primera vista resulten parecidos, Taiwán es una democracia sólida, y las diferencias se notan. Los taiwaneses son directos al hablar y no temen decir lo que piensan. “Podemos tener buenas relaciones y podemos estrechar nuestros lazos, pero Taiwán simplemente no es China, y nunca lo va a ser”, decía uno de los asistentes a la celebración.

La confrontación puede parecer semántica. A un lado del estrecho se encuentra la República Popular de China. Al otro está la República de China, que surgió también en el continente, tras la caída de la última dinastía, pero que después de la derrota ante las fuerzas comunistas buscó refugio en la isla. Beijing exige que Taipei adopte la misma denominación de república popular. Sin embargo, las diferencias son mucho más profundas que un simple nombre.

Viviendo a la sombra

Para la mayor parte del mundo es difícil imaginar cómo es vivir a la sombra de la segunda mayor economía del planeta. El voraz apetito por materias primas de la potencia asiática ha impulsado el crecimiento de las naciones emergentes en la última década. En 2013, China continental aportó por sí sola un tercio del crecimiento global.

Para Taiwán, sin embargo, los vínculos con el continente no siempre han sido un motor de desarrollo, y por el contrario, Beijing ha recurrido con frecuencia a las presiones económicas para afirmar su dominio sobre el territorio. Taiwán, en muchos casos, ha prosperado a pesar de los esfuerzos de su vecino por ahogar su crecimiento. Y lo ha hecho con mucho éxito.

Taiwán es hoy una de las economías más dinámicas y competitivas del mundo. Con una extensión de apenas 36 mil kilómetros cuadrados, un quinto que Uruguay, y casi completamente desprovista de recursos naturales, el año pasado se ubicó en el puesto 22 entre las mayores economías globales, con un PIB de US$ 523 mil millones. Y los taiwaneses ocuparon el lugar 16 en PIB per cápita a paridad de poder de compra, con US$ 47 mil, el doble que los chilenos.

El triunfo de la presidenta Tsai ha marcado un giro en la isla. No sólo es la primera mujer en llegar al poder, sino que además, por primera vez, el control del gobierno y del poder legislativo están en manos de un mismo partido. Pero más importante aún, la líder del Partido Democrático Progresivo (DPP) dio un vuelco a la política de su predecesor del Kuomintang (KMT) respecto del continente.

El ex presidente Ma Ying-jeou lideró un acercamiento a Beijing, abriendo las puertas a los turistas e inversionistas chinos. Junto con ello, basó las relaciones con su vecino en el denominado “Consenso de 1992”, en que representantes de ambas partes reconocieron la existencia de una sola China, aunque cada uno con su propia interpretación. Las sospechas de que Ma buscaba una reunificación finalmente gatillaron la ola de protestas estudiantiles conocida como el “movimiento de los girasoles”.

Presiones internacionales

El nuevo gobierno ha modificado la posición sobre el Consenso de 1992, reconociendo el hecho histórico de que hubo un encuentro, pero negando que eso condicione la política exterior de Taiwán.

El nuevo enfoque desató la ira de Beijing, que ha usado su enorme peso económico para presionar a la isla, reduciendo las cuotas de turistas autorizados para viajar a Taiwán y permitiendo sólo las visitas a aquellas regiones manejadas por el KMT. Los arribos de viajeros chinos han caído más de 40% este año, golpeando una importante fuente de ingresos. De los más de 10 millones de visitantes que recibió Taiwán en 2015, 4 millones provenían de China, los que generaron la mitad de las ganancias del sector. Algunos operadores hoteleros y de transporte ya han advertido que si la tendencia continúa podrían verse forzados a cerrar.

Del mismo modo, los inversionistas chinos han dejado en suspenso millonarios negocios con empresarios de la isla. Agobiados por esta situación, algunos de ellos han levantado su voz para criticar la nueva política. A diferencia de China, en la pequeña isla existe una democracia vibrante, y el gobierno debe hacer frente a estas voces, que impactan sobre el debate político.

El 1 de noviembre, la presidenta del KMT, Hung Hsiu-chu, llegó a Beijing para reunirse con el mandatario chino Xi Jinping, evento donde, según medios chinos, habría expresado su respaldo al Consenso de 1992. “Es una situación preocupante. Si no se hace algo las cosas pueden terminar mal”, comentaba un residente de Taipei antes del encuentro, tras enterarse por los medios locales acerca de la próxima reunión.

Las empresas taiwanesas, que en las últimas décadas se convirtieron en líderes en el sector de Tecnologías de la Información (IT), han realizado millonarias inversiones al otro lado del estrecho, en fábricas y líneas de ensamblaje. Ahora, sin embargo, sufren por la intensa competencia de sus rivales locales, que han replicado sus procesos y productos. En muchos casos, los empresarios taiwaneses denuncian conductas desleales e incluso espionaje industrial.

La industria de paneles solares de Taiwán, por ejemplo, está pasando por momentos complicados debido al derrumbe de los precios, tras la proliferación de fábricas chinas, que de hecho ya han hundido a los productores alemanes y estadounidenses del sector.

Beijing también ha utilizado su enorme peso para imponer su visión sobre Taiwán a la comunidad global. En septiembre, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), una entidad ligada a Naciones Unidas, retiró su invitación a Taiwán para un encuentro en Montreal por presiones de China. “Beijing está regresando a sus antiguas maneras. No sólo quedó reflejado en el incidente de la OACI. Vemos que China está haciendo cosas para crear divisiones dentro de Taiwán”, lamentó la presidenta Tsai en una entrevista con el Wall Street Journal.

En la actualidad, poco más de 20 estados en todo el mundo reconocen diplomáticamente a Taiwán. América Latina es la región que mantiene mayores lazos con la isla, con doce estados que le confieren este estatus, pero la mayoría de ellos se concentra en Centroamérica. Chile no forma parte de este grupo, aunque en nuestro país existe una Oficina Económica y Cultural de Taipei. Pese a ello, Taiwán es el noveno destino a nivel mundial para las exportaciones chilenas, y existe interés en algunos sectores por impulsar un acuerdo de libre comercio, especialmente luego de que en 2015 el país sellara un pacto con Nueva Zelanda, cuyas frutas ingresan ahora a la isla sin arancel.

“A veces siento frustración, porque parece que la causa internacional de Taiwán no avanza, pero luego me da más ánimo para hacer mi trabajo”, decía una joven funcionaria diplomática, que tras un largo y riguroso período de capacitación ingresó al servicio. “No llegué a este trabajo para ganar dinero, sino para servir a mi país”, afirmaba con convicción.

Y su esperanza puede estar bien fundada. Pese a los obstáculos, el pasaporte taiwanés está en el puesto número 29 entre los “más poderosos” del mundo, considerando el número de países que sus ciudadanos pueden visitar sin necesidad de visa.

Mirando al sur

Para hacer frente a este escenario, el gobierno de la presidenta Tsai ha lanzado la “Nueva Política hacia el Sur”. El plan busca reducir su dependencia del continente reenfocando sus lazos económicos con el sur de Asia y el sudeste asiático.

La región, que cuenta con una enorme población, es además una de las más dinámicas del mundo, a medida que aumenta el poder adquisitivo de sus ciudadanos y se desarrolla su mercado interno. Según proyecciones de la OCDE, los países miembros de ASEAN registrarán un crecimiento promedio anual del PIB de 5,2% hasta 2020.

Los críticos han recordado que Taiwán ya antes intentó en dos oportunidades esta misma estrategia que, sin embargo, fue luego abandonada. Pero el gobierno de Tsai ha enfatizado que en esta oportunidad la propuesta va más allá de la simple instalación de manufacturas para aprovechar la mano de obra barata, y contempla fuertes inversiones en infraestructura y alianzas estratégicas.

La apuesta considera además varios otros puntos, como impulsar una nueva fase de desarrollo en la industria tecnológica, que apunta a productos que no puedan ser replicados por sus competidores chinos.

Para ello, Taiwán busca dar el salto desde las IT hacia la Internet de las Cosas (IoT), que según algunas estimaciones podría llegar a representar un mercado de US$ 6,2 billones (millones de millones) para 2025.

La propuesta se funda en un programa denominado 5+2, que incluye cuatro industrias innovadoras (maquinarias inteligentes, energías renovables, biotecnología y farmacéutica, y defensa). A ello se suma la decisión de desarrollar en la isla lo que se ha denominado como el Silicon Valley de Asia.

La segunda parte del plan se enfoca en los avances de la denominada nueva agricultura y la economía circular, que en el caso de Taiwán apunta a aumentar el valor añadido de su poderosa industria petroquímica.

Pero los planes de Taiwán no sólo pueden ser un buen ejemplo para que China recupere también su dinamismo perdido. La pequeña isla puede ayudar a su vecino gigante además a seguir el camino hacia la democracia y descubrir todo lo que podría llegar a ser si suma la apertura política a su poder económico.

Imagen foto_00000001

Lo más leído