Economía

Venezuela: La jornada histórica en primera persona

Ya en 2017, la dirigencia había tenido a las masas movilizadas durante meses en protestas callejeras contra el chavismo que terminaron con más de un centenar de muertos. Pero una vez más, los políticos opositores zanjaron el asunto con un apretón de manos. Los venezolanos tenían razones de peso para ignorar el llamado de estos nuevos dirigentes a protestar... Pero no lo hicieron.

Por: Gabriela Caldera y Esteninf Olivarez Torrealba, Caracas | Publicado: Viernes 25 de enero de 2019 a las 10:52 hrs.
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Gabriela Caldera
Periodista venezolana

 

¿Es este el principio del fin?

 Para el venezolano promedio, creer es difícil y la paranoia es común. A pesar de ello, el 23 de enero, miles de manifestantes partieron de nueve puntos de Caracas para culminar en la avenida Francisco de Miranda y protestar contra el gobierno de Nicolás Maduro, en momentos en que la oposición sufre por su peor crisis de credibilidad.

Ya en 2017, la dirigencia había tenido a las masas movilizadas durante meses en protestas callejeras contra el chavismo que terminaron con más de un centenar de muertos. Pero una vez más, los políticos opositores zanjaron el asunto con un apretón de manos. Los venezolanos tenían razones de peso para ignorar el llamado de estos nuevos dirigentes a protestar... Pero no lo hicieron.

Sin apoyo de medios de los comunicación masivos, que están censurados, y con la pura organización que les permiten sus redes sociales, los venezolanos salieron a marchar y la nueva dirigencia, allí, en medio de la calle y con la asistencia de los diputados de la Asamblea Nacional, por primera vez tomó una acción política contundente y juramentó a un nuevo presidente: el diputado Juan Guaidó.

Factor Guaidó

Guaidó es, sin duda, el factor necesario en un país donde la oposición tibia ha ayudado a mantener en el poder a un régimen hegemónico. El ingeniero surgido del movimiento estudiantil y que era casi desconocido hasta ahora, es la nueva cara que se deslastra de los políticos que durante años han posado como opositores de una forma cómoda para el régimen: lo suficientemente activos como para decir que la oposición existe y laxos como para no generar un cambio real.

Guaidó también es la respuesta a la masa chavista descontenta, que ha reaccionado protestando espontáneamente contra un gobierno que le prometió patria y socialismo y en la práctica sólo le ha dado hambre, hospitales donde no hay ni siquiera una jeringa y una crisis tan dura que los venezolanos huyen de su nación a pie.

Cotiza y Petare, donde aún se ven murales con la cara de Hugo Chávez, fueron los primeros bastiones del chavismo que se alzaron durante los últimos días contra Maduro. Sin convocatoria política de nadie, sólo por descontento popular.

Se suman los chavistas

La fisionomía del manifestante promedio ya no es la del caraqueño del este, de punta en blanco con su ropa de marcas. Ahora es María Fernanda, la morena de trenzas largas que protesta para no seguir pasando hambre; es el señor con la bandera de Venezuela en la franela, muchas tallas más grande, que cuenta cómo es el único de su familia que queda en el país; es todo el mundo, porque si algo ha quedado claro es que no se trata de ciudadanos que protestan por corrientes ideológicas opuestas, sino gente común rebelándose.

Los mismos chavistas que antes no protestaban por miedo a perder sus bolsas de comida, manifestaron esta vez. Aunque salir a protestar en Venezuela es una ruleta rusa, con opciones tenebrosas: tragar gas lacrimógeno, ser herido por perdigones, recibir tiros, caer preso y juzgado por un tribunal militar e incluso torturado o muerto. Son miedos a los que todo venezolano se enfrenta cuando dice la típica frase de "nos vemos en el asfalto".

Pasada la 1 de la tarde del 23 de enero, la televisión abierta venezolana transmitía novelas, mientras Guaidó hacía su juramento presidencial. En la avenida Victoria de Caracas, una señora le preguntaba a otra en la cola del supermercado quién era ese nuevo presidente. Un chavista que asistía a la concentración de Maduro cerca de la plaza O'Leary preguntaba dónde estaba su pago por ir al mitin político y al otro lado de América, la Casa Blanca publicaba un comunicado reconociendo a Guaidó como mandatario.

En el aire, una pregunta flota casi palpable, como las guacamayas que atraviesan el cielo de Caracas mientras abajo la ciudad convulsiona: ¿Es este el principio del fin?

 

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Esteninf Olivarez Torrealba
Periodista venezolana

 

Dos tribunales supremo, dos fiscalías, dos Asambleas y ahora, ¿dos presidentes?

Frente a una multitud que lo aclamaba entre lágrimas y aplausos Juan Guaidó asumió la presidencia interina de Venezuela. La mano derecha alzada abrió las puertas a un capítulo inédito en la historia democrática de Venezuela, un país que sufre una crisis institucional que se agudiza ante la incertidumbre de sus ciudadanos.

Dos tribunales supremos, dos fiscalías, dos Asambleas y ahora, ¿dos presidentes? Se pregunta la gente en las calles y aunque la proclamación de Guaidó despertó la esperanza de la mayoría de los venezolanos, es mucho el camino por recorrer.

Basado en el artículo 233 de la Constitución Nacional, el también representante del parlamento asume las facultades inherentes al cargo, decretando la falta absoluta en la figura de "usurpación", ya que desde el pasado 20 de mayo de 2018 la oposición venezolana ha desconocido el proceso electoral donde Nicolas Maduro fue electo para el periodo 2019-2025 con profundas críticas, desde la convocatoria hasta la elección en sí, marcada por el ventajismo y condiciones parcializadas en favor del gobierno.

"Hoy 23 de enero del 2019, en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, invocando los artículos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ante Dios todo poderoso, juro asumir formalmente las competencias del ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación de Nicolás Maduro, un gobierno de transición y tener elecciones libres", dijo Juan Guaidó en la plaza Juan Pablo II en Chacao, municipio bandera de la oposición venezolana.

Desde el pasado 5 de enero cuando Juan Guaidó, respetando el acuerdo opositor del año 2015 asumió la presidencia del parlamento lleva consigo el peso en los hombros de ser quien inicie la transición en Venezuela.

Al ser representante de una AN -que no es reconocida por el gobierno de Maduro bajo la figura de "desacato"- definir una hoja de ruta es aún más cuesta arriba. Ante la desconfianza generalizada de la ciudadanía hacia el liderazgo, Guaidó se juega incluso su libertad.

Su juramentación generó reacción inmediata, el primero en reconocerlo fue el Presidente de EEUU Donald Trump, generando un efecto dominó: Argentina, Perú, Chile, Colombia, Brasil, Canadá, entre otros lo aprueban como Presidente Interino, transcurren las horas y continúan los pronunciamientos, el Grupo de Lima, Unión Europea y OEA apuntan hacia el desconocimiento del régimen y se comprometen en trabajar para el retorno de la democracia en Venezuela.

Un par de horas después de la proclamación de Juan Guaidó como encargado de la presidencia, Maduro respondió, cambió la locación de su discurso que sería una plaza pública al centro de Caracas y apareció en televisión nacional en el balcón presidencial, calificando de "farsa" la acción del dirigente opositor, alzó la voz y aplaudido por quienes lo apoyan, rompió relaciones con Estados Unidos por violar la soberanía nacional.

Mientras todo esto ocurre, en las calles de Venezuela crece la incertidumbre, se registran más de 18 fallecidos en protestas, hay represión de cuerpos de seguridad del Estado y saqueos a comercios. Así se han vivido las últimas noches que han resultado eternas a la espera de un giro en la vida política y económica del país.

Hoy el radicalismo marca la agenda, el todo o nada es el planteamiento en algunos sectores que apuestan a un pronunciamiento de las Fuerzas Armadas en favor de una solución al conflicto político. El ministró de Defensa Vladimir Padrino López reafirmó su fidelidad a Maduro, mientras los rumores de quiebre y división en rangos inferiores al generalato calan en la colectividad; algunos partidos más neutrales de la oposición apuestan por una negociación y reconciliación, pero el reconocimiento y la estabilidad -por lo menos en el corto plazo-  pareciera ser un escenario esquivo.

 

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