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Algoritmos que pueden decodificar los gestos humanos

Un científico está escribiendo el código universal de la comunicación no verbal.

Por: Anjana Ahuja, Financial Times | Publicado: Viernes 9 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Las cosas que no decimos dicen mucho. Está el lenguaje corporal que transmite el fuerte apretón de manos alfa; el coqueteo que se revela en el contacto visual un segundo más largo de lo normal; y el silencio prolongado con que se reciben nuestras ideas geniales, que significa que todos piensan que son pésimas.

Edward Sapir, el célebre lingüista y antropólogo fallecido en 1939, escribió: "Respondemos a gestos... según un complejo código secreto que no está escrito en ningún lado, que nadie conoce y que todos entienden". Ahora un científico está intentando escribir ese código aparentemente universal de la comunicación humana no verbal.

Ehsan Hoque de la Universidad de Rochester en Nueva York — quien se especializa en la 'informática emotiva', el estudio del papel de las emociones en las interacciones entre seres humanos y computadoras — ha desarrollado un "asistente conversacional" computarizado. El programa capta los movimientos de la mano, el contacto visual, los gestos de la cabeza, las expresiones y las pausas. Brinda información sobre la amistad, la entonación y el uso excesivo de ciertas palabras. La "asistencia interactiva de habilidades sociales en vivo", Lissa (por sus siglas en inglés), se le presenta al interlocutor como un avatar parecido a un humano y se basa en las respuestas de personas reales quienes han calificado estilos conversacionales de otros interlocutores. Esas calificaciones se han introducido nuevamente para hacer el proceso más automatizado y por lo tanto más rápido.

Hoque ha sido merecidamente nombrado por MIT Technology Review como uno de los principales innovadores menores de 35 años, un galardón que previamente se les ha otorgado a personajes como Jonathan Ive, jefe de diseño de Apple.

Las computadoras, piensa el Sr. Hoque, nos pueden enseñar a ser versiones más logradas de nosotros mismos. En teoría, Lissa podría ayudar a los oradores novatos, a las personas tímidas que tienen dificultades en sus citas o a los graduados que desean causar una buena impresión en sus entrevistas de trabajo. Pero ésa no es la razón por la que se inició en su carrera de informática emotiva. Él cuida de un hermano adolescente con síndrome de Down quien tiene habilidades verbales limitadas, y una de las posibles aplicaciones de Lissa es ayudar a las personas con dificultades de comunicación, como los niños en el espectro autista, a practicar la conversación. Los primeros estudios sugieren que a algunas personas les resulta menos doloroso que los juzgue una máquina que una persona. El Ejército de EEUU ha descubierto otro uso: detectar cuando los gestos y el lenguaje de una persona no concuerdan. Está financiando la investigación para determinar si la tecnología puede detectar las mentiras.

El hecho de que nuestros gestos puedan ser interpretados por algoritmos indica que somos libros abiertos, listos para ser leídos. Hemos sido "escritos" durante miles de años de evolución, generando un repertorio universal de gestos no verbales: el ceño fruncido y las fosas nasales ensanchadas típicas de la ira, y la cara distorsionada por una sonrisa típica del placer genuino. Incluso esa expresión clásica de impotencia y/o indiferencia — el encogerse de hombros — se encuentra y se entiende en todas las culturas. Semejantes acciones involuntarias son señales honestas de emoción, incluso aunque nuestros labios digan otra cosa.

Las muestras de orgullo también parecen ser parte de lo mismo. Desde las canchas de fútbol hasta los salones de transacciones, reconocemos a nuestros semejantes victoriosos por sus posturas erguidas, sus pechos henchidos y sus brazos extendidos, como Ronaldo después de un gol. La investigación muestra que, en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, tanto los atletas videntes como los atletas invidentes congénitos tienen estos gestos, lo cual contribuye a creer que estas posturas son innatas y espontáneas en lugar de aprendidas, y probablemente han evolucionado como un medio valioso para comunicar la posición.

Una vez que comenzamos a notar estas señales básicas no verbales, que surgen espontáneamente desde el día en que nacemos, podemos ver el verdadero rostro de las personas sin necesidad de preguntar mucho. Podemos calcular con mayor precisión al ejecutivo alfa quien profesa modestia a voz en cuello, y simpatizar con su colega beta relegado a una esquina, con sus hombros perpetuamente encogidos.

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