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Angrynomics, la economía de la ira, gana relevancia en la era de la pandemia

Hay una distinción entre la ira tribal y la indignación moral. Ambas son una reacción al vacío creado por el fracaso de la política tecnocrática, pero solo la segunda es una reacción saludable.

Por: Financial Times, Edward Luce | Publicado: Lunes 1 de junio de 2020 a las 11:59 hrs.
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Es inevitable sentir lástima por los autores que publicaron libros sobre el mundo actual antes del Covid-19, a medida que la pandemia ha puesto nuestras existencias de cabeza. Una característica sorprendente de Angrynomics en ese sentido es que bien podría haberse escrito ayer.

Todo lo que aborda el libro, las causas de la rabia en las democracias occidentales y cómo solucionarla, ha sido puesto de relieve por las cuarentenas y la parálisis económica resultante. Las grandes compañías beben en abundancia de la manguera de liquidez de los bancos centrales, mientras que sus contrapartes más pequeñas luchan por sobrevivir.

El coronavirus ha realzado las raíces de la ira populista de manera más evidente. Este libro es uno de esos raros escritos anteriores al Covid-19 que el virus ha hecho fortuitamente más relevante. Pero habría valido la pena leerlo de todos modos.

Los coautores, Mark Blyth y Eric Lonergan, han estudiado el populismo durante años. Lonergan es un administrador de fondos de cobertura macro que escribe sobre la filosofía del dinero. Blyth, que es un erudito en la Universidad de Brown, es autor de “Austeridad: Historia de las Ideas Peligrosas”, una punzante descripción de la respuesta a la crisis de 2008 que él calificó como "la mayor estafa de la historia humana".

Emociones primitivas

Los dos autores se embarcan en una serie de diálogos para dar sentido a "lo que a primera vista parece ser una incoherente efusión de emociones primitivas". La mayoría de nosotros damos por sentado que vivimos en un mundo enojado. Su libro presenta un optimista argumento sobre cómo podemos escapar de él.

La clave de su tesis es la distinción entre la ira tribal, que apela a nuestros instintos primarios, y la indignación moral, que protesta contra las injusticas cometidas por gobiernos ineptos y, a veces, corruptos. Ambas son una reacción al vacío creado por el fracaso de la política tecnocrática, pero solo la segunda es una reacción saludable.

Entre 1981 y 2017, el Producto Interno Bruto de Gran Bretaña se duplicó, mientras que el uso de los bancos de alimentos aumentó en 1.000%. En un mitin en Sunderland, hogar de la planta automotriz de Nissan, un político anti Brexit dijo que la retirada de Europa dañaría "nuestro PIB". A lo que alguien gritó: "¡Tu PIB!". Como escriben los autores: “La desconexión entre nuestra experiencia del mundo y el modelo utilizado para explicarlo ha llegado a un punto crítico… No podemos llevar a este sistema a la estabilidad por la fuerza".

Blyth y Lonergan dicen que las explicaciones culturales de la ira populista son circulares. Explicar el aumento del racismo por un incremento en el número de racistas es correcto, pero al mismo tiempo, también es una respuesta trivial. Y tampoco ayuda mucho. "Es más fácil castigar a los pobres por su racismo que hacer algo por su pobreza", escriben.

Centrarse en nuestras elecciones económicas y, específicamente, en la desigualdad, ofrece una hoja de ruta para salir del problema: buscar soluciones sencillas, hacer una diferencia y cruzar las líneas políticas.

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Soluciones creativas

Su principal propuesta es crear un fondo de riqueza nacional. Las tasas de interés negativas reales equivalen a descubrir petróleo. Cuando el costo de los préstamos es menor que el crecimiento del PIB, los gobiernos deberían emitir bonos e invertir en diversos activos, al igual que los fondos soberanos. Las ganancias a lo largo del tiempo deberían distribuirse entre las personas a través de fondos de inversión que puedan usarse en educación y salud.

La idea es simple, pero ingeniosa. Es una locura aritmética rechazar la oportunidad de que los bancos nos paguen por pedirles prestado. Las ganancias de un fondo nacional de riqueza redistribuirían la riqueza sin aumentar los impuestos a los ricos, que han perfeccionado un sistema de evasión fiscal a escala global.

También generaría buenos retornos. En 1998, la autoridad monetaria de Hong Kong inyectó US$ 15 mil millones en el Hang Seng para apuntalar los precios de las acciones. Inicialmente fue ridiculizado por interferir en los mercados, pero eventuales obtuvo elogios después de obtener grandes ganancias.

Otras soluciones incluyen un dividendo por datos en el que las grandes compañías tecnológicas, como Amazon, Google y Apple, deberían pagarnos por el uso de nuestros datos privados. Una vez más, esta sería una política mucho más fácil que dividir a los gigantes tecnológicos en empresas más pequeñas, y mucho más lucrativa para los ciudadanos comunes.

En los últimos años, la sensación tóxica de que las personas no tienen voz y sus reclamos son inútiles ha paralizado nuestras democracias. Angrynomics es una reprimenda a ese "fracaso de la mente". Si solo nos tomáramos la molestia de mirar, muchas soluciones están ocultas a simple vista.

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