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Auge de las autocracias señala el fin de la supremacía global de Occidente

El orden basado en reglas posterior a 1945 está siendo erosionado y nunca volverá.

Por: Financial Times | Publicado: Jueves 7 de noviembre de 2019 a las 11:53 hrs.
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El auge de la autocracia y del populismo de derecha, su primo democrático occidental, ha generado una comprensible preocupación en cuanto a que los valores políticos liberales y el Estado de derecho están en camino de sufrir una decadencia terminal.

Sin embargo, ni a los Estados autocráticos como China y Rusia, ni a los líderes populistas de derecha en EEUU, Italia y otros países occidentales, todo les ha salido bien en 2019. Sus resultados mixtos sugieren que es prematuro descartar las perspectivas de una gobernanza global, aunque el orden basado en reglas construido después de 1945 —en gran medida según las especificaciones de EEUU— se esté desintegrando y nunca vuelva en su forma anterior.

En su anticipado informe anual titulado "Libertad en el mundo", Freedom House —una organización no partidista financiada por el gobierno estadounidense— declaró este año que la libertad global se había reducido durante 13 años consecutivos entre 2006 y 2018. Durante este período, alrededor de 116 países experimentaron una disminución neta de la libertad, y sólo 63 experimentaron un aumento neto. A EEUU se le clasificó como un país libre, pero estuvo detrás de Francia, Alemania y el Reino Unido como resultado de la erosión del Estado de derecho bajo la administración Trump.

Preocupaciones similares aparecen en el más reciente "Índice del Estado de Derecho" del Proyecto de Justicia Mundial (WJP, su sigla en inglés), una iniciativa de sociedad civil con sede en Washington. Según este estudio, los límites de los poderes de los gobiernos, como las judicaturas independientes, los medios libres y la supervisión legislativa de los ejecutivos, han disminuido significativamente en países como China, Egipto, Hungría, Filipinas y Turquía.

Una tendencia no menos inquietante es la amenaza a la libre expresión en forma de leyes de censura, de ataques a los editores de libros independientes y de presión oficial sobre los académicos que se niegan a obedecer las reglas según el Estado. Ziya Selcuk, el ministro de educación de Turquía, anunció en agosto que el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan había retirado más de 300 mil libros de escuelas y bibliotecas desde el golpe fallido de 2016, y que los había destruido. Bajo el presidente Xi Jinping, el líder supremo de China desde 2012, las autoridades han cerrado librerías que venden material crítico del partido comunista; han aumentado la presión sobre los autores académicos independientes; y han eliminado la mayor parte del acceso a información sin censura en el Internet.

Resistencia ciudadana

A pesar de estos reveses de las libertades individuales, del pluralismo político y del Estado de derecho, los autócratas del mundo y los líderes populistas de derecha han encontrado una creciente resistencia por parte de los ciudadanos y de las instituciones públicas en sus países durante el transcurso de 2019. Matteo Salvini, el líder de la Liga —el partido de extrema derecha de Italia—, perdió sus cargos como viceprimer ministro y como ministro del Interior después de sobreestimar su capacidad de forzar elecciones parlamentarias anticipadas y convertirse en el indiscutible hombre fuerte de su nación. Aunque la Liga retiene más apoyo que otros partidos, su popularidad se ha desplomado desde la fracasada táctica de Salvini, la cual coincidió con su fracaso de conducir a la victoria a un grupo de partidos de extrema derecha de la Unión Europea (UE) en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo.

Del mismo modo, Donald Trump posiblemente se encuentra en la más grave crisis de su presidencia después de implicarse en un intento de desacreditar a Joe Biden, el exvicepresidente demócrata y potencial rival en la carrera presidencial de 2020, con la ayuda de un gobernante extranjero, el presidente Volodymyr Zelensky de Ucrania.

Actualmente se está conduciendo una investigación de juicio político en la Cámara de Representantes a pesar de la negativa de la Casa Blanca a cooperar. Mientras tanto, las protestas públicas masivas en Hong Kong han evolucionado durante los últimos siete meses de ser una oposición a una ley de extradición a representar demandas más amplias de que el gobierno chino honre los derechos democráticos básicos que prometió respetar después de retomar el control del territorio en 1997.

Este año, Moscú se vio sumida en las manifestaciones antigubernamentales más grandes presenciadas en la capital rusa desde el invierno de 2011-12. El incidente que las desencadenó fue la decisión de las autoridades de prohibir la participación de los candidatos de la oposición en las elecciones del consejo municipal. Al final, el partido gobernante Rusia Unida, al cual pertenece el presidente Vladimir Putin, sufrió grandes pérdidas después de una campaña de oposición que recomendó la "votación inteligente", o votar por cualquier candidato que no fuera un autodeclarado partidario del Sr. Putin. El panorama más amplio indica que la popularidad del Sr. Putin está disminuyendo como resultado del descontento público con los estancados niveles de vida; con los cambios en el sistema estatal de pensiones; con el daño al medio ambiente; y con el imperioso comportamiento de la policía y de los servicios de seguridad.

Los Estados chino y ruso poseen extraordinarios instrumentos de violencia y de intimidación que les permiten suprimir la disidencia con facilidad, siempre que las autoridades tengan la fuerza de voluntad necesaria. El Partido Comunista de China mostró tal fuerza de voluntad en la Plaza de Tiananmén en 1989, y nunca se arrepintió de haberlo hecho, un inquebrantable estado mental que representa un mal augurio para los manifestantes de Hong Kong. Sin embargo, existe mucha menos tolerancia a la violencia relacionada con la política en las sociedades europeas, como lo demostró la negativa reacción pública en Eslovaquia en contra del asesinato de Jan Kuciak, un periodista de investigación, y de su prometida.

Si el populismo de derecha no lograra avances más profundos en los sistemas políticos occidentales, debido a sus promesas poco realistas y a la confusión de políticas cuando está en el poder, la interrupción deliberada del orden global posterior a 1945 pudiera desacelerarse. Esto particularmente se aplica a EEUU, donde es probable que una transferencia de poder después de las elecciones de 2020 significativamente reduzca la hostilidad y el escepticismo de la Casa Blanca en cuanto a las instituciones multilaterales globales. Los crecientes desafíos internos de los sistemas autocráticos en países como Rusia y como Turquía pudieran reforzar esta tendencia.

Sin embargo, las tendencias a largo plazo más importantes en las relaciones internacionales de los últimos 30 años han sido el ascenso de China y el acelerado cambio del poder económico del Occidente a la región de Asia-Pacífico. Esto, en sí, asegura que el orden posterior a 1945 diseñado por Washington, y construido principalmente para el beneficio de EEUU, Europa, Japón y sus aliados, dará paso a una forma más dispersa de gobernanza global. Para Occidente, la dura realidad no es que la autocracia triunfará y que la democracia fracasará, sino que la era de 500 años de supremacía global occidental está llegando a su fin.

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