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Brasil y sus lecciones sobre la crisis del orden mundial liberal

Una política polarizada y el auge del nacionalismo en ambos lados es significativamente reminiscente del partidismo que domina al EEUU del Trump y al Reino Unido del Brexit.

Por: Gideon Rachman, Financial Times | Publicado: Miércoles 30 de agosto de 2017 a las 14:50 hrs.
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Fernando Henrique Cardoso ha presenciado épocas malas, épocas de auge y ahora de crisis. Como presidente de Brasil de 1995 a 2002, consolidó la democracia del país y reformó su economía.

Durante la siguiente década, el incremento de las fortunas de Brasil atrajo la atención del mundo, y al país se le concedieron la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos.

Pero sentado en su oficina en São Paulo la semana pasada, Cardoso, de 86 años, serenamente reconoció que Brasil enfrenta "una crisis moral y económica".

La economía se contrajo casi 8% en 2015 y en 2016. La presidenta Dilma Rousseff fue destituida del cargo el año pasado. El actual presidente, Michel Temer, y alrededor de 40% de los miembros del Congreso están bajo investigación por corrupción.

Esta crisis brasileña tiene implicaciones globales. Durante las buenas épocas, el país se convirtió en un símbolo del triunfo de la política y de la economía liberales a nivel mundial. En las malas épocas, sin embargo, la situación de Brasil se ha convertido en un síntoma de una crisis global en el orden liberal.

Auge y caída

Mediante la reducción de los subsidios, el control de la inflación, el impulso de la privatización y la apertura de la economía a la competencia, Cardoso sentó las bases para una larga expansión económica. Su sucesor, Luiz Inácio da Silva, conocido como "Lula", fue un izquierdista que construyó sobre esas bases de reformas liberales que él había heredado. En la era de Lula, se atacó la notoria desigualdad de Brasil a través de programas sociales que conquistaron elogios mundiales.

Como un país con una población de 207 millones —aproximadamente la mitad de Sudamérica— Brasil se convirtió en un portavoz informal para el continente y para un orden mundial emergente. A través del grupo BRICS conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, presionó por el logro de un reequilibrio global del poder, de una manera que parecía al mismo tiempo como algo que debía haberse hecho hacía mucho tiempo como inofensiva.

El expresidente estadounidense Barack Obama abrazó públicamente a Lula, diciendo: "Me encanta este tipo".

Pero este año, Lula fue condenado por corrupción, y es probable que ahora se le prohíba buscar una reelección en la votación presidencial del próximo año. Su caída es un símbolo de las decepcionadas esperanzas de muchos de los brasileños más pobres.

Con la economía en crisis, con la desigualdad nuevamente en aumento, y con el escándalo de corrupción "Lava Jato" en su apogeo, la clase política brasileña es ampliamente despreciada. Los votantes son cada vez más cínicos y están cada vez más profundamente polarizados.

Reacción explosiva

En un patrón actualmente familiar en EEUU y en Europa, los políticos populistas están utilizando la crisis para incorporarse en la política de sus países.

Una encuesta de opinión temprana de las elecciones presidenciales de 2018 muestra a Jair Bolsonaro, un nacionalista de extrema derecha, en segundo lugar detrás de Lula. Bolsonaro, un exoficial del ejército, tiene un estilo político que hace que Donald Trump parezca moderado. Él le dedicó su voto para enjuiciar a la presidenta al coronel Brilhante Ustra, quien dirigía una escuadra que torturó a Rousseff cuando era presa política durante la dictadura militar de Brasil.

Al igual que Rodrigo Duterte, el 'salvaje' presidente de Filipinas, Bolsonaro está aumentando su popularidad prometiendo luchar contra el crimen. El hecho de que Río de Janeiro esté en manos de una violenta oleada de crímenes hace que sus llamados a una restauración del "orden" sean ampliamente populares.

En Brasil la semana pasada, la mayoría de los expertos consideraban a Bolsonaro demasiado extremo como para ganar. Pero palabras tranquilisadoras que escuché en oficinas bien equipadas me recordaron de manera incómoda las conversaciones en Washington de 2015, cuando una victoria por parte de Trump se consideraba inconcebible.

Ya sea que Bolsonaro gane o no, su aparición como una figura política seria es un signo de la intensa polarización de la política brasileña.

Numerosos partidarios de la izquierda sostienen que tanto Lula como Rousseff son víctimas de un golpe de estado ilegítimo por parte de la clase dirigente derechista. La respuesta conservadora es que su Partido de los Trabajadores construyó su poder sobre la corrupción, sobre el apadrinamiento y sobre el gasto innecesario, los cuales arruinaron la economía.

La invectiva en ambos lados es significativamente reminiscente del partidismo que domina al EEUU del Trump y al Reino Unido del Brexit.

Un nuevo mundo de temor

La crisis de Brasil tiene sus propias causas y lógica internas. Pero también se ajusta a un patrón global. Las reformas de Cardoso tuvieron lugar durante una época en la que las ideas económicas y políticas liberales estaban en ascenso a nivel mundial.

Él se convirtió en presidente seis años después de la caída del Muro de Berlín y diez años después del fin del gobierno militar en Brasil. Otros países en desarrollo y de ingresos medios, como China, India, México y Polonia, también estaban siguiendo el camino de la reforma económica liberal. Y Bill Clinton, un orgulloso "globalista", estaba en la Casa Blanca.

Pero la crisis financiera de 2008 provocó una reacción contra el "neoliberalismo". El actual presidente estadounidense ahora denuncia el globalismo y predica el proteccionismo. Nacionalistas fuertes gobiernan en Beijing, en Delhi, en Moscú y en Ankara. Cardoso, un profesor multilingüe, pertenece a una época diferente en la que los tecnócratas y los académicos estaban a cargo.

Y, sin embargo, los liberales brasileños no están dispuestos a admitir una derrota. El escándalo de corrupción ha trastocado la política, pero muchos esperan que sea la base para un Brasil más justo y eficiente.

La profundidad de la actual crisis económica también puede que obligue a Brasil a retornar a la senda de las reformas económicas, con un renovado ataque en contra de los subsidios y del clientelismo.

Y Cardoso está convencido de que el progreso político de las décadas anteriores perdurará. En el pasado, comenta, "todos los brasileños conocían los nombres de los principales generales... Pero ahora todos conocen los nombres de los jueces y de los fiscales. Eso es progreso".

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