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Columna de Mohamed El-Erian: Qué necesitan los mercados emergentes que haga Turquía

La respuesta inadecuada de Ankara está causando daños en otros países.

Por: Mohamed El-Erian | Publicado: Martes 14 de agosto de 2018 a las 11:00 hrs.
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La tentación que sufren los inversionistas con experiencia en mercados emergentes es responder a la corrida generada por Turquía utilizando un plan de juego que ha funcionado por muchos años. Pero antes de comprar canastas de bonos y monedas emergentes, deben entender un hecho importante: la respuesta de Turquía hasta ahora no se parece mucho a la que típicamente funciona para romper el circuito de riesgo de contagio a otros mercados.

Mientras más tiempo mantenga Turquía esta posición, mayor será el riesgo de que los efectos secundarios técnicos vengan acompañados por contagios económicos y financieros más disruptivos, tanto para el país como para los activos emergentes como grupo.

Las crisis cambiarias están lejos de ser poco comunes en los mercados emergentes, dadas las vulnerabilidades a tropiezos en la política doméstica y disrupciones externas. Las autoridades tienden a responder con fuerza debido al potencial de alterar el sistema financiero de un país y privarlo de capital.

Las respuestas pueden incluir una combinación de tasas de interés más altas (para contrarrestar la preferencia de personas y empresas por el dólar estadounidense por sobre la moneda local y atraer flujos de capital), medidas para restringir las políticas fiscal y crediticia (para disminuir los préstamos domésticos) y acceder a financiamiento externo excepcional que, en caso de programas del Fondo Monetario Internacional, también viene con respaldo de los ajustes de política interna.

Hasta que este tipo de visión de políticas públicas se afirme, los mercados emergentes como clase completa de activos tienden a ser vulnerables a salidas de capital, especialmente por parte de inversionistas "cruzados", que habían hecho apuestas fuera de índices de referencia y ahora vuelven a su hábitat natural. Ese contagio tiende a ser temporal y reversible, y crea una ventana atractiva para que capital menos proclive a la fuga asegure una combinación de altos rendimientos y  potencial de apreciación de capital.

La crisis cambiaria de Turquía comenzó de manera familiar, con factores internos y externos contribuyendo a lo que ha sido un colapso desgarrador de la moneda que amenaza con generar recesión, inflación, estrés bancario y quiebras corporativas. Pero en vez de optar por la respuesta convencional, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha rechazado tanto tasas más altas como recurrir al FMI.

En cambio, el banco central dio una serie de pequeños pasos el lunes para restringir el crédito y mostrar más paciencia regulatoria hacia los bancos. En tanto, no se han identificado fuentes creíbles de financiamiento, ya sea China, Rusia, Qatar o instituciones y países europeos.

Así, el gobierno ha sido incapaz de activar un cortocircuito, amplificando las olas disruptivas tanto dentro como fuera del país.

A no ser que Turquía esté dispuesta a permitir que la lira caiga aún más mientras intenta encontrar un piso -y, por tanto, arriesgue un daño financiero y económico de proporciones- la visión implementada hasta ahora sólo deja al gobierno dos opciones: una austeridad significativa y/o alguna forma de control de capitales.

Este hecho incentiva al sector privado a acelerar su desapego de la lira, a medida que los residentes buscan dólares, aumenta la fuga de capitales y los extranjeros repatrian su capital. Mientras más tiempo persista esta situación, más probable es que Turquía tenga que terminar acudiendo al FMI, que, a su vez, podría imponer condiciones sobre el país para movilizar fuentes adicionales de financiamiento, dado el tamaño de las necesidades anuales de financiamiento.

No olvidemos que todo esto está ocurriendo en el contexto de un estado global que está lejos de traer seguridad. Incluye el fin de la amplia liquidez global, a medida que la Reserva Federal sigue normalizando su política monetaria, creciente evidencia de que fuera de EEUU la economía mundial se está desacelerando y la continua incertidumbre sobre el régimen comercial internacional. Y luego está el potencial de eventos individuales de riesgos en relación a la política (Brasil), sanciones (Rusia) y exceso de endeudamiento (China).

Esto no significa que todo ocurrirá de manera lineal. Debido a la magnitud del colapso de la lira, algunos eventos (como la resolución del impasse político con EEUU) podría llevar a una recuperación significativa. Pero sin un relajamiento de las restricciones de Erdogan a la política de tasas de interés y sin acceso al FMI, esa racha podría terminar siendo una oportunidad de venta y no una opción sostenible de compra.

Todo esto prepara el escenario para un período continuo de contagio técnico de mercados emergentes y, con eso, el riesgo de que algunos de los países más vulnerables podrían ser empujados a su propio ciclo vicioso financiero.

Así, en vez de apresurarse a comprar la clase de activos completa, los inversionistas harían bien en mostrar paciencia y, luego, gran cuidado. Deberían esperar niveles más atractivos para invertir en bonos en moneda local y extranjera emitidos por países con posturas de política receptivas, grandes reservas internacionales y pocos problemas de deuda.

La buena noticia es que hoy el grupo de activos en mercados emergentes contiene más de éstos, especialmente en comparación con crisis anteriores.

* Mohamed El-Erian es asesor económico jefe de Allianz y ex CEO de PIMCO, el mayor fondo de inversiones en bonos del mundo.

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