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Cómo puede China evitar una guerra comercial con EEUU

Beijing debe reconocer el cambio en las percepciones de los estadounidenses y hacer algunas concesiones.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 28 de marzo de 2018 a las 04:00 hrs.
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¿Cómo debería responder China a la política comercial agresiva de Donald Trump? La respuesta es: estratégicamente. Necesita manejar una oleada creciente de hostilidad de Estados Unidos. De los acontecimientos ocurridos en Washington la semana pasada, el nombramiento de John Bolton como principal asesor del presidente de EEUU en seguridad nacional puede ser más trascendental que el anuncio de una acción comercial de la “sección 301” contra China.

Sin embargo, el plan de imponer aranceles de 25% a los US$ 60 mil millones (aún no especificados) de exportaciones chinas a EEUU muestra la agresión de la agenda comercial de Trump. Los aranceles propuestos son sólo una de varias acciones dirigidas a las políticas de China relacionadas con la tecnología. Estas incluyen un caso contra China en la Organización Mundial del Comercio y un plan para imponer nuevas restricciones a sus inversiones en compañías de tecnología estadounidenses.

Los objetivos de las acciones de EEUU no son claros. ¿Se trata de detener una supuesta mala conducta, como las transferencias forzosas (o el robo total) de propiedad intelectual? O, como lo sugiere el etiquetado de China como “competidor estratégico”, es para detener por completo el progreso tecnológico de China: un objetivo inalcanzable y ciertamente no negociable.

El problema

Trump también enfatizó la necesidad de que China reduzca su superávit comercial bilateral con EEUU en US$ 100 mil millones. De hecho, su retórica implica que el comercio debe equilibrarse con cada uno de sus socios. Este objetivo es, una vez más, inalcanzable e innegociable.

La visión optimista es que estos son los movimientos de apertura de una negociación que terminará en un acuerdo. Una perspectiva más pesimista es que esta es una etapa de un proceso interminable de negociaciones tensas entre las dos superpotencias a futuro. Una visión aún más pesimista es que las discusiones comerciales terminarán en un ciclo de represalias, quizás como parte de hostilidades más amplias. Lo que resulte también depende de China. Debe reconocer el cambio en las percepciones de EEUU, de las cuales la elección de Trump es un síntoma. Además, en el comercio, los demócratas son mucho más proteccionistas que los republicanos.

¿Cuáles son las fuerzas que impulsan este cambio? El ascenso de China ha hecho que EEUU tema la pérdida de su supremacía. La autocracia comunista china está ideológicamente en desacuerdo con la democracia estadounidense. Lo que los economistas llaman “el impacto de China” ha sido real e importante, aunque el comercio con esa nación no ha sido la razón principal de los cambios adversos experimentados por los trabajadores industriales estadounidenses. EEUU tampoco ha proporcionado la red de seguridad o el apoyo activo que necesitan los trabajadores y las comunidades afectadas.

Además, el acuerdo alcanzado cuando China se unió a la OMC en 2001 ya no es aceptable. Como dice Trump, EEUU quiere una “reciprocidad” estricta. Finalmente, muchos empresarios argumentan que Beijing está “haciendo trampa” en pos de sus objetivos industriales.

La experiencia muestra que las quejas nunca terminarán. Hace una década, las quejas se referían a los superávit de cuenta corriente de China, el tipo de cambio subvalorado y las enormes acumulaciones de reservas. Todo esto se ha transformado: el superávit de cuenta corriente ha caído a sólo 1,4% del Producto Interno Bruto. Ahora las quejas se han desplazado hacia desequilibrios bilaterales, transferencias forzosas de tecnología, exceso de capacidad y la inversión extranjera directa de China. China es exitosa, grande y diferente. Las quejas cambian, pero no el hecho de quejarse.

La solución

¿Cómo podría China manejar estas fricciones, exacerbadas por el carácter de Trump, pero arraigadas en profundas ansiedades? En primer lugar, tomar represalias con contramedidas específicas, precisas y limitadas. Como todos los matones, Trump respeta la fuerza. De hecho, respeta a su par chino Xi Jinping.

En segundo lugar, desactivar las quejas legítimas o aquellas cuya reparación beneficia a China. La liberalización de la economía china es en el interés propio de China, como demuestran los asombrosos resultados de 40 años de “reforma y apertura”. China puede y debe acelerar su liberalización interna y externa. Entre las quejas ampliamente compartidas de las empresas extranjeras, se encuentra la presión excesiva para transferir conocimientos técnicos como parte de las actividades comerciales en China. Tales “requisitos de desempeño” son contrarios a las normas de la OMC. China necesita actuar decisivamente sobre esto.

Tercero, hacer algunas concesiones. China podría importar gas natural licuado de EEUU. Esto reduciría el superávit bilateral, y sólo reasignaría el suministro de gas en todo el mundo. Pero hacer lo mismo con commodities en los cuales China es el mercado dominante a nivel mundial sería mucho más problemático, ya que perjudicaría a otros proveedores. Trump puede querer que China discrimine a los alimentos australianos o los aviones europeos. Así termina el sistema de comercio global liberal.

Cuarto, multilateralizar estas discusiones. El tema de los superávit en productos estándar como el acero no puede tratarse a un nivel puramente unilateral o bilateral. Como una potencia global en ascenso, China podría desempeñar un papel central en la liberalización del comercio, fortaleciendo así el sistema y aumentando la participación mundial en la salud de la economía china. Operar a ese nivel global trae otro beneficio potencial: es difícil para las grandes potencias negociar bilateralmente, ya que tienden a ver las concesiones mutuas como humillantes.

Sin embargo, en el contexto global, una concesión puede verse como un beneficio para todos. Finalmente, al operar bajo la rúbrica de la OMC, China coloca a los europeos en una posición difícil. Los europeos comparten las ansiedades de EEUU sobre las políticas de propiedad intelectual de China, pero también creen en las reglas. Si China tomara el camino correcto, los europeos podrían sentirse obligados a apoyarla.

Estamos en una nueva era de competencia estratégica. La pregunta es si esto será manejado o conducirá a un colapso en las relaciones. La política comercial de Trump es una parte altamente desestabilizadora de esta historia. China debería tener una visión más amplia, por su propio bien y el del mundo.

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