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El debate de EEUU sobre el cambio climático se está calentando

Dos planes diferentes para atacar el problema podrían combinarse en un compromiso viable.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 20 de febrero de 2019 a las 04:00 hrs.
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¿Podría Estados Unidos pasar de ser un rezagado a ser un líder en la lucha contra el cambio climático? Dos anuncios recientes -la “declaración de los economistas sobre los dividendos del carbono” y el Green New Deal- sugieren que podría. Intelectualmente, las propuestas son de diferentes planetas. Pero podrían ser la base para algo razonable. Más importante aún, las personas influyentes al menos están de acuerdo en que para EEUU mantenerse firme es inadmisible.

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La declaración de los economistas ha sido firmada por 3.333 expertos estadounidenses, incluyendo cuatro expresidentes de la Reserva Federal, 27 premios Nobel y dos exsecretarios del Tesoro. Tiene cuatro elementos: una tasa al carbono que aumenta gradualmente, empezando en

US$ 40 la tonelada; un dividendo pago “a los ciudadanos de EEUU en forma equitativa y trimestral”; ajustes fronterizos para el contenido de carbono de las importaciones y exportaciones; y la remoción de regulaciones innecesarias. Este plan también será propuesto a “otros países líderes en emisiones de gases de efecto invernadero”.

El Green New Deal llega de un grupo de miembros demócratas de la Cámara de Representantes, liderados por Alexandria Ocasio-Cortez. Es una propuesta para transformar la economía de EEUU. Los objetivos destacados relacionados con el clima incluyen “satisfacer el 100% de la demanda de energía en EEUU a través de fuentes de energía limpias, renovables y de cero emisión”, “construir o mejorar las redes eléctricas eficientes, distribuidas e ‘inteligentes’”, y “actualizar todos los edificios existentes en EEUU y construir nuevos para lograr la máxima eficiencia energética”.

El rol de EEUU

EEUU es un actor fundamental en las discusiones sobre el cambio climático por cuatro razones: es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, representando el 14% del total; sus emisiones per cápita son muy elevadas; tiene fuentes tecnológicas excepcionales, y ha sido altamente recalcitrante. En resumen, la participación de EEUU es necesaria, aunque no suficiente, para enfrentar la amenaza climática.

Por desgracia, esa amenaza se ha vuelto inminente, como lo señala el Green New Deal. El aumento de la temperatura promedio por encima de los niveles preindustriales ya es de 1°C. Requerirá de cambios dramáticos mantenerla por debajo de 2°C, por no hablar de 1,5°C.

Mientras más alta sea, más impredecibles y peligrosos serán los cambios. Sobre todo, la tendencia a mayores emisiones debe revertirse muy pronto si se detiene el aumento de las concentraciones atmosféricas.

Esta es una de las razones por las que la confianza en los incentivos de precios calibrados que aman los economistas no es adecuada. Los desafíos aquí son cambios irreversibles en el clima con efectos inciertos, por un lado, y las consecuencias imperfectamente predecibles de la fijación de precios del carbono en las emisiones, por el otro. Los objetivos cuantitativos son ineludibles.

Además, los cambios necesarios en la forma en que funciona la economía exigirán cambios en la planificación espacial, en los reglamentos de construcción, en la regulación de la energía nuclear, en el gasto en investigación y desarrollo, y en la difusión de nuevas tecnologías en todo el mundo. El mecanismo del precio es poderoso.

Pero, como deja claro un reporte de la Comisión de Transiciones Energéticas, no será suficiente. El plan de los economistas podría haber sido adecuado si se implementaba en todo el mundo hace tres décadas. Ahora, es casi seguro que no.

Diálogo de sordos

El Green New Deal reconoce la necesidad de intervención regulatoria y de inversión en infraestructura. Desafortunadamente, no pone ningún peso en los incentivos en absoluto. Una carta de activistas en apoyo al proyecto dice que “nos opondremos enérgicamente a cualquier legislación que (incluya) mecanismos basados en el mercado, y opciones tecnológicas como el comercio y las compensaciones del carbono y las emisiones, la recolección y almacenamiento del carbono, la energía nuclear, el desperdicio de energía y la energía de biomasa”.

Esto parece un diálogo de sordos. Pero los economistas podrían reconocer que la urgencia del Green New Deal y su enfoque en la regulación y la inversión tienen algunas cosas importantes que ofrecer. Los defensores activistas del proyecto podrían darse cuenta de que los incentivos son importantes y que los ingresos de un impuesto al carbono podrían ayudar a comprar apoyo público.

Por encima de todo, podrían reconocer que ver cada enfermedad social a través del lente del cambio climático garantiza que no lograrán nada útil. Como dijo el socialista británico Aneurin Bevan, “el lenguaje de las prioridades es la religión del socialismo”.

Sólo una coalición amplia puede enfrentar el cambio climático. Así que los planes que tienen la posibilidad de ser políticamente viables serán compromisos. Un buen plan debe ser una mezcla de incentivos de precios con orden y control, e inversión en investigación y desarrollo.

El hecho de que las personas con diferentes enfoques políticos estén de acuerdo en que el clima es una amenaza urgente es un paso adelante. Más republicanos podrían aceptar que la amenaza no es un engaño y unirse.

Lo mejor de dos partes

EEUU no puede resolver la amenaza global por sí solo. Pero podría combinar lo mejor del plan de los economistas y del Green New Deal. Luego necesitaría hacerlo global.

Esto podría hacerse a través de una combinación de zanahorias -exportando tecnología libremente y ayudando a países pobres- con garrotes, que serían los impuestos al carbono en al frontera.

Esta también podría ser un área en la que EEUU, la Unión Europea y China podrían cooperar. Por supuesto, no se puede esperar nada tan progresista de parte de la administración de Trump. Pero al menos la gente puede planificar para el día en que él se haya ido.

El pesimismo sobre la habilidad humana para enfrentar el cambio climático es entendible. El tiempo es limitado, las conversaciones abundantes y la acción despreciable. Pero sólo podemos partir del acuerdo de que existe una amenaza que vale la pena abordar. Eso puede estar emergiendo ahora, incluso en EEUU.

Convertir este consenso en un plan viable, replicable globalmente y políticamente aceptable va a ser muy difícil. Pero la desesperación no es una opción. Podemos ver algún movimiento. Vamos a presionar fuerte para más.

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